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El ideal de una sana convivencia social –desde este marco humanista y secular– es el desarrollo de sociedades en que puedan convivir armoniosamente los creyentes de las diferentes confesiones religiosas junto a los que no profesan ninguna religión, sin que nadie se sienta excluido o perseguido; sociedades en que los ciudadanos no estén obligados a someterse a preceptos cuya única legitimidad procede del hecho de que los establece una tradición, una fe religiosa o una ideología autoritaria y fundamentalista.
El humanista Paul Cliteur, profesor de Jurisprudencia en la Universidad de Leiden (Países Bajos), clasifica en cinco los modelos de relación entre el Estado y la religión: 1) Ateísmo político, 2) Estado neutral o secular, 3) Multiculturalismo, 4) Estado eclesiástico, y 5) Teocracia.
En el primero, el Estado rechaza la religión y trata de eliminarla por medios coactivos. En el segundo, se mantiene la neutralidad ante la religión. En el tercero, el Estado trata por igual a todas las confesiones religiosas, otorgando el mismo grado de privilegios a todas. En el cuarto, una es la religión establecida por el Estado y la favorece con privilegios especiales sobre el resto. Y en el quinto modelo se impone una sola religión de Estado, suprimiendo todas las demás confesiones.