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¿Catedrático censurado en la Universidad Complutense por defender a la iglesia católica?

El catedrático Felipe Hernández interviniendo en el acto

El laicismo defiende la libertad de conciencia de todo el mundo, para lo cual las instituciones públicas deben ser neutrales y no discriminar ni promocionar ninguna creencia religiosa.

Ninguna confesión religiosa tiene por qué ocupar permanentemente un espacio de una institución pública para su culto, eso no se deriva de ningún artículo de la Constitución. Los creyentes de cualquier religión tienen sus propios espacios, no tienen por qué invadir espacios públicos que pagamos entre todos.

El pasado 9 de mayo de este año se celebró un acto en la Biblioteca Marqués de Valdecilla de la Universidad Complutense cuyo título era Universidad Laica. El acto se celebró a petición de la organización Europa Laica y su objetivo era, como puede colegirse, reivindicar una universidad laica. Los laicos entendemos el laicismo como un principio democrático que reclama la neutralidad de las instituciones públicas con respecto a las opciones religiosas de los ciudadanos, lo que exige que ni el adoctrinamiento religioso ni la promoción de ninguna religión tengan cabida en la universidad pública, que debe ser un lugar para transmitir conocimientos y facilitar la reflexión, pero no para adoctrinar ni practicar ningún culto religioso.

La presentación en el espacio web de Encuentros Complutense comenzaba diciendo “España es un Estado aconfesional y, por tanto, sus instituciones públicas no deben promover en modo alguno ninguna religión o convicción particular”. Cuando yo mismo, que organicé y moderé la mesa redonda, envié la información sobre los objetivos y ponentes al responsable de Encuentros sugerí el título En defensa de la universidad laica, aunque los organizadores complutenses de Encuentros estimaron mejor que desapareciera la expresión “en defensa”. El objetivo era de alguna manera recordar a la Universidad Complutense estas cuestiones, habida cuenta de que el rector actual en la presentación de su programa electoral defendía una universidad laica, lo que remachaba en una entrevista de hace un par de años (“Nuestro modelo es una universidad laica”, decía en el periódico digital madridiario.es, 14 de septiembre de 2015). Por lo tanto, no es que un grupo de cheguevaras hubiera tomado al asalto el salón de actos, sino que un grupo de personas laicas queríamos reclamar la laicidad de la universidad pública y aportar razones para esta reclamación.

Cuando terminaron las intervenciones[1], como suele hacerse en este tipo de actos, se le dio la palabra al público para que hiciera sus preguntas y/o reflexiones. La primera persona que pidió la palabra fue el catedrático de Filología Felipe Hernández Muñoz, que se presentó e intervino durante casi ocho minutos. Todos hemos estado en decenas de actos como este y cualquiera que tome la palabra desde el público y se alargue tanto tiempo genera protestas, no achacables a ningún tipo de persecución, sino simplemente a que cuando hay varias palabras pedidas una persona no puede hablar durante tanto tiempo después de las intervenciones de los ponentes. Pero no se trata solo del tiempo, la paciencia del auditorio se agotó después de varias consideraciones por parte del catedrático con las que la inmensa mayoría del auditorio estaba en absoluto desacuerdo.

Para empezar, el señor Hernández nos ilustró sobre los escudos de varias universidades que mantienen simbología cristiana. Ese asunto en absoluto está en cuestión en el movimiento laico, nadie ha pedido la retirada de los escudos originales de las universidades, y todos sabemos que las universidades más antiguas nacieron de la mano de la Iglesia, lo que es lógico, ya que a todos nos consta que hace siglos la Iglesia era la depositaria de la cultura. De manera que el catedrático nos ilustró sobre un punto que nadie había puesto en cuestión, y de hecho nadie rebatió ese punto posteriormente. Después de ilustrarnos incluso con fotocopias de varios escudos, un asunto que ni la mesa ni el auditorio entendía a qué venía a cuento, Felipe Hernández se extendió sobre diversas cuestiones y fue escuchado con todo respeto por la sala; sin embargo, cuando se refirió al valor que el cristianismo había dado históricamente a la mujer, varios de los asistentes comenzaron a protestar, seguramente por el tiempo que ya llevaba interviniendo, y, por supuesto, por consideraciones que eran bastante contrarias al sentir de los asistentes en general.

Cualquiera puede probar a tomar la palabra después de los ponentes de una mesa redonda y hablar durante 7-8 minutos, y comprobará que la gente empieza a protestar, eso incluso estando de acuerdo con el interviniente. Yo me imagino asistiendo como público a una mesa redonda que reivindica más presencia católica en la universidad, tomando la palabra cuando terminan los ponentes, diciendo que soy laico o ateo y que estoy en contra de lo que se está diciendo, y dudo muchísimo que consiga hablar más de dos minutos sin protestas. Es algo perfectamente esperable, y no se me ocurriría ir después de mártir diciendo que no me han dejado hablar. Pero los soldados de la Iglesia son así, tienen buenos puños dialécticos para golpear, pero mandíbula de cristal para recibir y enseguida denuncian persecuciones que solo están en su magín, pero que son amplificadas hasta el infinito por los medios católicos.

Al final del acto, se me acercó muy cabreado el señor Hernández y me dijo que había sido censurado y que no había habido pluralismo. ¡Naturalmente que no había pluralismo en la mesa! ¿Es que si hacemos una mesa sobre víctimas del franquismo vamos a invitar a Falange?, ¿es que si los católicos organizan una mesa redonda para impulsar la religión en la universidad van a invitar a un ateo? Por otro lado, una institución que tiene cadenas de televisión, radio y prensa y que se dirige diariamente a millones de españoles, que maneja presupuestos supermillonarios, ¿puede exigir, encima, presencia en un acto al que asisten medio centenar de personas?, ¿también tiene que estar ahí?

Pues bien, el señor Hernández publicó un artículo el pasado 1 de junio del que he tenido noticia la semana pasada[2]. El artículo se encabeza con un titular que dice “Las palabras que no pudo pronunciar el catedrático abucheado en el debate Universidad Laica”. Se ve que el señor Hernández pretende entrar en el martirologio de la Iglesia Católica, para lo cual publica un artículo que tergiversa lo ocurrido hasta hacerle parecer víctima de un acoso inexistente. Comienza diciendo que acudió a un acto esperando un debate. Debate se produjo, señor Hernández, lo que pasa es que en el acto el público, como era lógico, era muy mayoritariamente laico y no le iba a hacer la ola a usted. En todo caso, repito que el acto era reivindicativo de un modelo de universidad contrario al que usted defiende. Recalca posteriormente: ”en pleno uso de la palabra tuve que interrumpirla abruptamente…”; claro, señor Hernández, pruebe en cualquier otro acto, donde después de los ponentes el público toma la palabra, a hablar ocho minutos, a ver en cuántos lo consigue. Más adelante, el señor Hernández invoca torticeramente el artículo 16 de la Constitución, que pretende que “garantiza” el derecho de los católicos a ejercer su fe en los espacios públicos. No, señor Hernández, ninguna confesión religiosa tiene por qué ocupar permanentemente un espacio de una institución pública para su culto, eso no se deriva de ningún artículo de la Constitución. Los creyentes de cualquier religión tienen sus propios espacios, no tienen por qué invadir espacios públicos que pagamos entre todos para ejercer una actividad privada. Y, como decía anteriormente, las instituciones públicas no deben promocionar ninguna creencia religiosa en aras al principio democrático de neutralidad del Estado en estas cuestiones. Como puede comprobarse en la grabación del acto, dos personas más intervinieron en la línea del señor Hernández y fueron escuchadas respetuosamente, generando respuestas lógicas en un debate democrático, pero ningún abucheo. Estas dos personas (un capellán y un estudiante de una asociación católica, si no recuerdo mal) expresaron sus ideas, pero fueron directas y breves en sus intervenciones.

Previamente a este artículo, ya encontré navegando por internet algunas otras referencias al acto que habían calentado motores. Javier Lozano, en la web religionylibertad.com[3] hacía una crónica del acto que reflejaba algo así como un pobre mártir de la Iglesia poco menos que linchado por “hordas marxistas”, en el lenguaje nacionalcatólico que tanto gusta a algunos sectores del franquismo sociológico, pero que ya no utilizan sabiendo que a estas alturas hacen el ridículo. “Un debate sin debate”, dice una de las frases destacadas del artículo; una falsedad: el acto reivindicaba una universidad laica y, lógicamente, el público era partidario de este modelo. Igual que lo lógico en un acto organizado en defensa de una universidad católica no es esperable que vayan laicos y ateos. En uno de los párrafos se denuncia: “Durante las dos horas de intervenciones de los ponentes se denunció una y otra vez el supuesto inmenso poder de la Iglesia, sus excesivos privilegios… Más que un debate fue un monólogo dirigido contra un solo objetivo: el catolicismo”. ¿Son supuestos el poder y los privilegios de la Iglesia Católica? ¿A cuento de qué una institución religiosa, cuyo objetivo son las almas de sus feligreses, es la segunda propietaria, después del Estado, de bienes inmobiliarios en España?, ¿a cuento de qué la Iglesia Católica tiene que tener unos inmensos beneficios fiscales que no tienen el resto de las asociaciones ciudadanas?, ¿a cuento de qué se permite el escándalo de las inmatriculaciones, un auténtico saqueo de bienes públicos sobre el que se ha pronunciado ya el Tribunal Europeo de Derechos Humanos denunciando que es un privilegio inadmisible?, ¿a cuento de qué existe en el código penal un delito por ofensa a los sentimientos religiosos?, ¿los demás no tenemos sentimientos, no se nos puede ofender en nuestras convicciones ideológicas?

Hace unos días el juez Joaquim Bosch, exportavoz de Jueces para la Democracia, ponía de manifiesto que aquí se puede escarnecer, ridiculizar, ofender a los líderes de todos los partidos y a todas las convicciones ideológicas sin que ello merezca atención por parte de la Justicia, pero los “sentimientos religiosos” tienen una protección propia de los países donde impera el fanatismo islámico e impropia de un país democrático. Así, mantienen en su código penal el delito de ofensa religiosa países como Arabia Saudí, Catar, Kuwait, Irán o Baréin, todos ellos bastante alejados de lo que entendemos por un estándar democrático. ¿Qué pinta en nuestro código la hiperprotección a los sentimientos religiosos, un elemento absolutamente antidemocrático? ¿No escarnecen las autoridades eclesiásticas innumerables veces a los ateos, refiriéndose al ateísmo como si fuera amoral y antisocial, cuando es una cuestión de simple reivindicación del librepensamiento y de rechazo a los dogmas religiosos, que no se pueden debatir?

El laicismo no se dirige contra el catolicismo ni contra ninguna religión, simplemente protege la libertad de conciencia de todos los ciudadanos en materia religiosa, lo que exige que no se discrimine ni privilegie ninguna opción, ¿es tan difícil de entender?, ¿o se trata de confundir al personal para que piense que ustedes están perseguidos? Por eso se recurre a conceptos falaces como los de laicidad positiva y laicismo negativo, un hallazgo léxicoorwelliano (término empleado por Paolo Flores D’Arcais) que encubre lo que los sectores fanáticos religiosos en realidad quieren decir: laicidad positiva es aquella posición que no cuestiona sus privilegios; laicismo negativo es la que los cuestiona. Los sentimientos religiosos están absolutamente protegidos en un estado laico, lo que no debe estar protegido es el privilegio injustificado de ninguna religión en una democracia.

Otra de las frases destacadas del artículo dice “Discrepancia sí; adoctrinamiento, no”; esto ya suena a broma viniendo de una institución cuya función principal es el adoctrinamiento.

Pero el colmo de la desinformación sobre el acto lo he encontrado en una web (www.forocoches.com… !!!)[4], en la que aparece como cabecera el titular “Fascistas han tomado la Universidad Complutense”. Esto ya es de traca. Si alguna institución ha estado íntimamente relacionada con el fascismo y ha apoyado a todos los dictadores fascistas, esa ha sido precisamente la Iglesia Católica, cuya Estado Vaticano fue creado gracias a los Pactos de Letrán (1929), firmados por el Papa Pío XI y Benito Mussolini. Por el concordato resultante, el Papa obligaba a los obispos jurar lealtad al estado fascista. Y como ya le había tomado gusto, la Iglesia Católica siguió apoyando dictaduras fascistas durante todo el siglo XX. En otro titular, la misma web dice “La organización masónica Europa Laica mintiendo en la faz del Señor”. Sí, no es una broma.

El movimiento laico no quiere que ustedes sean clandestinos ni vayan a las catacumbas, señor Hernández, el laicismo defiende la libertad de conciencia de todo el mundo, para lo cual las instituciones públicas deben ser neutrales y no discriminar ni promocionar ninguna creencia religiosa. Es un principio democrático que a usted y a su entorno no les entra en la cabeza. Lo que lamento es que el director de Encuentros Complutense le haya pedido disculpas después de que usted le dirigiera una carta que parece que le intimidó, lo que no es extraño dado su tono entre victimista y apocalíptico y, por supuesto, otro elemento nada despreciable cuando estamos ante su sector ideológico: la tendencia casi deportiva a poner querellas.

[1] El acto completo puede verse en https://www.youtube.com/watch?v=BUhmDaxXe5E&t=42s)

[2] http://www.alfayomega.es/114338/las-palabras-que-no-pudo-pronunciar-el-catedratico-abucheado-en-el-debate-universidad-laica

[3] http://www.religionenlibertad.com/abuchean-catedratico-complutense-por-mostrar-relacion-56875.htm

[4] http://www.forocoches.com/foro/showthread.php?t=5481529&page=10

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