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Castigo a la víctima

La teoría del Estado laico fue con probabilidad ––junto a las ideas del social contrato y los derechos humanos–– el producto ideológico más intenso del iluminismo o ilustración del siglo XVIII. Mientras que Pío XI sostenía que “el laicismo es una peste”, Masilio de Padua (1274-1349) y Tomas Hobbes (1588-1679) ––lúcidos filósofos no anticlericales, antirreligiosos ni ateos–– alegaban que la clave de toda legítima institución política, monárquica o republicana, deriva del poder de la comunidad y no de la revelación divina. “No puede haber más que una autoridad: la civil” decían “y su fundamento no es religioso sino político”. El clero, agregó Hobbes “es peligroso para la paz, por lo que hay que controlar su participación en el Estado ya que son parte y no un poder aparte”.

De allí que a toda propuesta nacida desde el dogma se la deba estudiar con minucia por ser su origen metafísico y no racional, anclado en imágenes personales y no en raciocinio, mucho menos en lógica. Peor, con imaginación alejada de la ciencia, que es paradigma del siglo XXI a pesar de los enconados esfuerzos de instituciones y personas que con psiquis mágica procuran romperla, como es la iniciativa de ley presentada recientemente en el congreso hondureño y tendiente a proscribir en absoluto no el aborto sino cualquier intento por siquiera discutir su tema y contenido. Llegando a tal el ansia de blindaje que demanda que se prohíba introducir la materia en posteriores asambleas, excepto en una constituyente que, por los vientos que corren, es pera de un olmo, imposible mientras la facción conservadora de la hondureñidad domine al Estado.

La iniciativa se funda en preceptos religiosos que sobreponen la vida del nonato a la de la madre, mientras que los países que han aprobado el aborto legislan que se lo acepta si la salud de la progenitora va en peligro, cuando el feto exhibe, sin lugar a duda médica, defectos o malformaciones que lo convertirán al nacer en subordinado de por vida, enfermo o monstruo. Muchas naciones agregan el derecho de la madre para retirar de su cuerpo el producto de una violación o una relación por engaño o no consentida (ejemplo la de parientes pervertidos). La proposición alzada aquí a la asamblea carece de estimación humanitaria. Es un simple no al aborto bajo ninguna circunstancia. Nace del terror místico.

Falta espacio para analizar un tema en que soy diletante. Pero alcanza para indagar ¿y la núbil qué culpa tiene de que el maldito la abusara? ¿Por qué la sentencian a alimentar con odio y rencor por nueve meses, y luego décadas, a otro ser inserto en su organismo sin consentimiento? Es obvio que obligándola a conservar el resultado de un delito se le castiga y condena a sufrimientos permanentes y se le destruyen la personalidad y el futuro.

Adicional, ¿por qué el mocionante no es severo con el violador? ¿Por qué no solicita que, ídem a la víctima, pague pena moral de por vida? O disculpen mi enojada procacidad, que le corten medio pene y si reincide la otra mitad. He allí el machismo cristiano.

Si el forzador supiera que irá a una bartolina con masoquistas eróticos y violadores, lo pensaría antes de hacerlo… Por lo que divagando un poco… ¿no sería esta también oportuna disposición contra los corruptos?

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