Pese a los sonados vaivenes de su líder, parece clara cuál es la estrategia del Partido Popular para tratar de reconquistar las urnas, empezando por unas elecciones en Andalucía cuyo adelanto el presidente Juanma Moreno ya asume. Pablo Casado, ignorando voces de su propio partido que le dicen «Por ahí, no», ha echado a la basura de la historia su discurso de la moción de censura presentada por Vox contra el presidente Pedro Sánchez y apuesta claramente por jugar en la misma liga que la ultraderecha. Lo demostró sin complejos el pasado sábado con su (breve) asistencia a la manifestación convocada por Jusapol, Jupol y Jucil para cargar contra el Gobierno por la reforma de una ley autoritaria, la ley mordaza del Gobierno Rajoy, contra la que se han pronunciado la Comisión Europea, el Consejo de Europa y hasta el Tribunal Constitucional.
Pero no han pasado ni 48 horas desde esa demostración de fuerza irracional, con agentes de la Guardia Civil cuadrándose ante Santiago Abascal, y Casado vuelve a demostrar que saltarse la línea roja entre derecha y extrema derecha, con toda la antidemocracia que eso conlleva, le importa un bledo; porque lo único que le motiva es el poder. El presidente del PP estará este lunes clausurando un debate en el Congreso titulado Los valores constitucionales en la España del siglo XXI, organizado por el grupo parlamentario popular y la Universidad Católica San Antonio de Murcia (UCAM)
Todo esto lo anunció hace unas horas el PP en una nota de previsiones, sin reírse ni nada y destacando la participación en el foro de Miguel Herrero de Miñón, uno de los padres de la Constitución Española, y Francisco Vázquez, exalcalde de A Coruña, exembajador de España ante la Santa Sede y que hace un tiempo se decía del PSOE. El debate que clausura en posición de honor Pablo Casado estará moderado por María Jesús Bonilla Domínguez, directora de la Cátedra Internacional de Mujer, Empresa y Deporte de la UCAM. Se trata, como ven, de un encuentro muy plural, en el que el perfil más moderado lo encarna Herrero de Miñón. Ahí es nada.
El acto, en el que se ha implicado directamente el líder del PP, seguramente asesorado por su gurú murciano, Teodoro García Egea, tiene su miga, pues supone la reconciliación pública al más alto nivel de la universidad ultra de Murcia con el PP, tras una cuestión urbanística que enfrentó a la UCAM con el Ejecutivo de Fernando López Miras y echó a aquella en los brazos de Vox. El presidente de la ultraconservadora universidad murciana, José Luis El cardenal Mendoza, construyó ilegalmente en el municipio capitalino y ni ayuntamiento (PP) ni administración regional (PP) defendieron sus argumentos; y no por principios éticos, a tenor de todo lo que el Partido Popular ha concendido a El cardenal durante décadas, sino judiciales, que podían acabar llevando al trullo también a los políticos implicados.
El poder de la UCAM en la región y más allá -sus tentáculos llegan al Vaticano- es de sobra conocido y el PP nunca ha hecho ascos a los postulados de una universidad presidida por un machista, homófobo, negacionista y conspiranoico. La pela es la pela y en eso, El cardenal se maneja óptimamente con todos aquellos que le reverencian, antes el PP y, ahora, Vox y el PP. Ésa es la cuestión: hoy son dos partidos a repartirse la influencia de la UCAM y Casado ha decidido volver a ser uno, que para eso el número dos del PP es de Murcia y el principal partido de la oposición es el PP, no Vox.
Mendoza se ha manifestado públicamente como un defensor del pin parental que predica Vox y contra la que la ultraderecha llama «ideología de género» y LGTBI («Está ocasionando un grave daño moral e irreparable a nuestros hijos», aseguró). Es decir, El cardenal está contra la educación en igualdad, uno de los pilares de la Constitución sobre la que el PP y la UCAM van a hablar este lunes como si fueran los más constitucionalistas de España, sin sonrojarse siquiera.
El presidente de ultracatólica universidad, integrante del movimiento ultracatólico Camino Neocatecumenal de Kiko Argüello, además, se demostró hace meses como un negacionista conspiranoico de tomo y lomo cuando, preguntado por la pandemia de coronavirus respondió cargando contra George Soros y Bill Gates, las bestias de los negacionistas («Anticristo», «esclavos y servidores de Satanás», los llamó en junio de 2020), por querer meternos un chip («Un chis») a través de la vacuna para controlar el mundo.
Con estos mimbres y por un puñado de votos, Pablo Casado pretende darnos este lunes una lección de constitucionalismo en el Congreso, nada más y nada menos. Me pregunto si hablarán del derecho constitucional a la vivienda en las construcciones presuntamente ilegales de El cardenal o si debatirán sobre violencia machista a menos de cuatro días del 25-N… Qué despropósito.