Sra. Monasterio:
Como si de pronto brotasen rosas entre la peor maleza, a veces, en política, se hacen proposiciones dignas de consideración.
El sábado 29 de junio -festividad de San Pedro y San Pablo como sabe-, andaba yo repasando la prensa cuando un artículo llamó mi atención.
El titular, sobre una fotografía suya, rezaba «Rocío Monasterio: “En los colegios se tienen que dar contenidos estrictamente científicos”». Leí y releí la frase. Después pasé al texto y sí, era cierto. Eran esas sus palabras.
Convencido estoy que, antes de hacerlas públicas, ha reflexionado sobre las implicaciones que tienen. Pero, como el diablo siempre enreda y podría, sin querer, pasar lo importante por alto, permita que comente algunos asuntos que deberían ser prioritarios al adecuar los contenidos escolares.
1.- La Religión.
El Concordato con la Santa Sede data de 1953, modificado por los acuerdos de 3 de enero de 1979.
Increíble, lo sé. Un vestigio de una época en la que España no era ni democracia, ni europea, ni avanzada. Pero así estamos.
Momento es ya de denunciarlo y sacar la religión de nuestras escuelas. La fe es cuestión de creencias personales, absolutamente respetables, pero -¡ay!- carece de la solidez científica que usted demanda.
Porque estará de acuerdo en que ni una virgen embarazada mediante reproducción asistida (divinamente), ni la multiplicación indiscriminada de panes y peces, ni la conversión del agua en el mejor de los vinos, ni prodigios similares pueden definirse como estrictamente científicos.
La religión debería ser impartida en iglesias católicas, madrasas coránicas, jéders judaicos…, pero nunca formar parte del ámbito escolar.
2.- La igualdad
Esa que aparece consagrada en nuestra Constitución desde hace más de 40 años.
Una igualdad que tiene base social y científica, como bien sabe, y que ha de ser efectiva en todo y para todos.
O, dicho de otra forma, que ser gay, lesbiana, transexual, etc. no es ninguna patología y forma parte de la normalidad y de la variabilidad (maravillosa) de la raza humana.
Ser gay, señora, es tan normal como ser moreno, ser escandinavo o ser heterosexual. No hay nada que curar, nada que tratar, nada que remediar.
Es una verdad que no puede ser ninguneada o pervertida en razón a unos supuestos valores morales –e individuales- que, en la escuela, no pueden prevalecer sobre la ciencia. Una verdad que ha de ser enseñada a lo largo y ancho de la geografía escolar española sin excepción. Y ya puestos, enseñarla también a algunos políticos que, más que elementales, parecen haber quedado varados en la mente del hombre de Cromañón.
Si lo que queremos es formar mujeres y hombres mejores, como estoy seguro usted desea, esta idea de igualdad real debe ser irrenunciable en nuestra España.
3.- La familia
Las familias las forma el amor y eso es lo único que diferencia a una buena de una mala familia.
Son múltiples los trabajos que revelan que no hay un modelo familiar superior a otro. Desde hace décadas, estudios como los de Thompson (1971), Green (1978) o Boss (2004), muestran que padres y madres homosexuales generan apegos seguros y ejercen autoridad en los hijos con la misma efectividad que los padres heterosexuales.
Porque “Sea cual sea la forma de una familia, la calidad de las relaciones que se den en ella es mucho más importante que su estructura”, como sostiene la gran investigadora Susan Golombock.
Las familias formadas por una mujer sola o un hombre solo, las familias con progenitores homosexuales, las familias transexuales, las familias creadas mediante adopción, inseminación artificial, gestación subrogada, método Ropa, etc., aportan iguales cuidados y permiten una crianza idónea de los menores. Sin diferencias respeto al modelo familiar tradicional.
Y hay datos científicos.
La Universidad de Melbourne publicó un estudio (Parent-reported measures of child health and wellbeing in same-sex parent families: a cross-sectional survey, 2014) sobre salud y bienestar infantil en hijos de parejas del mismo sexo y los resultados atestiguan que les va igual, o mejor, que a los hijos de parejas de sexo opuesto. Incluso muestran una cierta tendencia a ser más respetuosos con los demás que aquellas niñas y niños criados en familias heteronormativas. Publicaciones recientes(Francisca López Gaviño, 2014; A. McConnachiee, 2019) llegan a conclusiones similares.
Lo que afecta a los menores es la discriminación, los insultos y las agresiones a su familia, no la orientación sexual de sus progenitores ni otros absurdos que algunos ideólogos postulan desde su analfabetismo integrista.
Así lo atestiguan trabajos de la Academia Americana de Pediatría (2013) o, más recientemente, los de Boertien y Bernardi (2019).
La bibliografía aportada por la investigación española -María del Mar González, Santiago Agustín Ruiz, Rocío López Reyes y un muy largo etcétera- ofrece conclusiones análogas.
–En este punto, permítame un aparte, Rocío.
Cuando escucho opinar a ciertos próceres patrios sobre temas y personas LGTBI+, cuando les oigo volver a su viejismo mental una y otra vez, no puedo dejar de pensar si eso no será una pose, un disfraz, una forma de disimular su hambre. De unos churritos con leche o unos bollitos de nata, no sé si me explico…
¿No lo piensa usted también? Si es que ya se sabe. Dime de qué presumes y te diré de qué careces. ¿A que sí?
Bien, prosigo y concluyo–
Dice la ONU que la educación nos aporta “las capacidades y conocimientos críticos necesarios para convertirnos en ciudadanos empoderados, capaces de adaptarse al cambio y contribuir a la sociedad”. Por esto ha de apostar España, por hombres y mujeres “empoderados, capaces de adaptarse al cambio y contribuir a la sociedad”. A una mejor sociedad.
Señora Monasterio, espero que esta exigencia suya, de colegios con “contenidos estrictamente científicos”, llegue a buen puerto y ayude a superar tanta ignorancia como hay en la política española.
Espero impaciente las propuestas de su grupo, y de usted misma, para sacar de la escuela milagros y santerías e introducir la verdad, la igualdad y el respeto debido a toda persona, a toda familia, a toda niña, a todo niño.
Pedro Fuentes