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Carta abierta de la Asociación de Teólogas y Teólogos Juan XXIII al arzobispo de Oviedo por su intromisión en las elecciones

​Descargo de responsabilidad

Esta publicación expresa la posición de su autor o del medio del que la recolectamos, sin que suponga que el Observatorio del Laicismo o Europa Laica compartan lo expresado en la misma. Europa Laica expresa sus posiciones a través de sus:

El Observatorio recoge toda la documentación que detecta relacionada con el laicismo, independientemente de la posición o puntos de vista que refleje. Es parte de nuestra labor observar todos los debates y lo que se defiende por las diferentes partes que intervengan en los mismos.

Apreciado D. Jesús Sanz Montes

En la sección de Opinión Tribuna Abierta, del diario ABC del día 11/7/2023, publicó Usted, ciudadano D. Jesús Sanz Montes, un artículo con el título “De incendios y elecciones generales”, que resulta coincidente con lo que el partido político Vox propone en su programa electoral para las próximas elecciones generales del día 23J.

Nada que objetar a que Usted, como cualquier otro ciudadano, proponga a sus lectores sus opiniones políticas. Está en su derecho. Esa es la libertad que a todos y a todas nos garantizan las instituciones democráticas.

CRÍTICAS

Creemos, con todo, que son declaraciones cuya veracidad no es demostrada. Simplemente las enumera como verdades rutinarias. Usted afirma que “lo que la comunidad cristiana (sic) puede hacer o decir sufre una censura implacable al ser expulsada del paraíso de la modernidad”. Se refiere a determinadas fuerzas y posicionamientos políticos que tienen “imborrables en sus genes la sangre de sus actos terroristas o la rentable monserga de sus aspiraciones ‘indepes’, “aliñadas con secesiones y bendecidas con indultos como monedas de cambio”.

Niega la emergencia climática afirmando que las temperaturas que sufrimos “es lo que sucede en verano con las calendas de julio, sin que lo decrete Greta Thunberg, con sus cambios climáticos y demás corifeos que la jalean”. Critica las “políticas erráticas nutridas de mentiras patentes y mucha ideología que campa” tildándolas de incendiarias. Declara que “todo eso sucumbe en el fragor de unas llamas que reducen a cenizas tantas cosas justas y necesarias”, como “el patrimonio cultural, moral, convivial, religioso que durante tanto tiempo hemos compartido”.

Estas son afirmaciones que dibujan un panorama apocalíptico y coinciden con las que estos días han estado repitiendo reiteradamente muchos dirigentes políticos de la derecha y la ultraderecha.

Después de ese panorama del presente ofrece unos tintes idílicos del pasado, a pesar, eso sí, “de nuestras tibiezas indiferentes, de peleas intolerables y contradicciones que traicionan”. La herencia, a su juicio, “era bella, fecunda y esperanzadora. Teníamos una historia de siglos que nos identificaba, con unos valores que alimentaban las creencias religiosas, la relaciones fraternas y el creativo afán de construir entre todos un mundo más justo, seguro y mejor”. Aquí no parece haber nada nuevo. De hecho, las propuestas que cierta derecha presenta en esta campaña electoral parecen mirar más al pasado, para ellos ideal, que al presente y al futuro.

Pero declarar no es argumentar. Tiene Usted el derecho a proclamarlas, pero en estos asuntos no se debiera impartir magisterio inapelable, sino razonamientos convincentes.

Lo que realmente nos alarma de sus declaraciones políticas es que se presente Usted como arzobispo de Oviedo. Porque eso sí nos concierne como personas y comunidades seguidoras de Jesús de Nazaret. Por eso le preguntamos: ¿habla usted en nombre de la iglesia?, ¿en nombre de Jesús de Nazaret?, ¿en nombre de sus comunidades? No creemos que pueda Usted hablar así sin usurpar sus nombres.

Usted nos dice que “la palabra de los que creemos en Dios sin hacerlo contra el hombre es una palabra que bebe del alto testimonio del Señor Jesús, de la sabiduría que recogen los evangelios, y que se estructura en la llamada doctrina social de la Iglesia y la tradición cristiana”. Lo compartimos, pero son afirmaciones tan genéricas, que más bien parecen un recurso retórico que en ningún caso se pone en relación con las severas afirmaciones que hace en su llamamiento.

Propone finalmente su programa electoral cuando afirma que “de esto van las próximas elecciones generales” que plantea como una cambio radical en una coyuntura que califica de “desastre trucado y mendaz”: “una oportunidad para re-estrenar lo que vale la pena, sin cansarnos nunca de estar empezando siempre”. Acaso ¿consiste el futuro en intentar repetir obstinadamente el pasado?

PROPUESTAS

En cuanto a sus propuestas, señala las siguientes: “La vida en todos sus escenarios (naciente, creciente, y menguante)”: es la primera, tan genérica que nadie pondría objeción a ella. El cuidado de la vida humana en todas sus fases y formas es el centro mismo del evangelio. Ahora bien, si Usted dijera que el hambre, la enfermedad, la exclusión social, la discriminación por género, identidad sexual, etnia, cultura, clase social o religión, la violencia de género, la esclavización y humillación de los emigrantes… no son compatibles con el seguimiento del Nazareno, quizá las personas para quienes Usted pide implícitamente el voto dirían que eso es pura ideología marxista.

La segunda propuesta: “La verdad como compromiso verificable de programas políticos que no mienten”, es tan verdadera como genérica y maleable. “La verdad os hará libres”, nos dice el Maestro, pero estamos viendo todos los días cómo se falsifican datos estadísticos para presentar un escenario político, social y económico en bancarrota y llevar a la confusión a la ciudadanía y cómo se obstaculiza la justicia para ocultar la corrupción.

Usted mismo niega en su artículo la evidencia científica del cambio climático al ridiculizar a los que claman por colocar este tema en el centro de la agenda política, y se separa, así, de la advertencia del Papa Francisco que ha dedicado a este tema la encíclica, Laudato Si’.

Somos testigos de cómo en nuestra propia iglesia se ha tratado de encubrir sistemáticamente a pederastas y violadores, y cómo, también en este tema tan delicado, muchos sectores de la iglesia se resisten a incorporarse a la transparencia y a la tolerancia cero que en este asunto promueve el mismo papa Francisco.

La tercera propuesta: “La libertad en su expresión religiosa y cultural”. Hay que congratularse que en este tema nuestro país haya avanzado espectacularmente, teniendo en cuenta que, durante mucho tiempo, la iglesia practicó la censura institucional en colaboración estrecha con las instituciones no democráticas, imponiendo un pensamiento y una moral uniformes. Son los partidos de la ultraderecha los que ya han empezado a desplegar su celo inquisitorial allí donde han asumido el poder.

La cuarta propuesta: “El respeto por la historia sin reescribirla con memorias tendenciosas que reabren heridas”. Seamos francos, señor arzobispo, esto no es un juego literario: las heridas a las que Usted se refiere no están abiertas, las verdaderas están bajo tierra, sepultadas no se sabe todavía dónde. Y esto clama a aquel que nos dijo que quería “misericordia más que rituales sacrificiales” “¿Dónde está tu hermano, tu hermana?” es un grito que, como cristianos y cristianas no podemos eludir. Y esto no es abrir heridas, es curarlas con el bálsamo de la humanidad y de la fraternidad-sororidad, que hasta ahora se les ha venido negando a las víctimas, a sus familiares y a todos nosotros como sociedad.

Termina Usted diciendo que España necesita su cambio. Pero nos tememos que la España a la que se refiere es la construida a imagen y semejanza de sus propuestas. España, sin embargo, es plural y multiforme, variada en lenguas y culturas, diferente en creencias y no creencias religiosas y, afortunadamente, en propuestas políticas.

No queremos darle consejos, pero sí expresarle un deseo: que se ahorme al prototipo que es Jesús de Nazaret (Pablo diría que se revista de él), quien, queriendo ejemplificar al ser humano ideal, escogió como modelo con el que él mismo quiso identificarse a un samaritano, que no dio un rodeo como los clérigos de su tiempo, ante otro ser humano caído y apaleado, y no le preguntó por su etnia, su lengua o su religión para tomarlo sobre sí, sino que practicó la compasión.

Terminamos ya. Nos gustaría que hablara con el espíritu profético de Jesús de Nazaret, el de las Bienaventuranzas, que no logramos adivinarlo en sus proclamas.

Cordialmente.

ASOCIACIÓN DE TEÓLOGAS Y TEÓLOGOS JUAN XXIII

20/7/2023

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