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El funcionario periodista que ha fingido ser víctima de abusos para desacreditar la investigación sobre la pederastia en la Iglesia y quienes le hayan ayudado han logrado lo contrario de lo que pretendían
Querido Demonio:
Hoy hemos sabido que durante estos últimos meses un periodista ha dedicado su capacidad relatora y su empeño en construir un relato sobre un caso de abusos sexuales infantiles en manos de un religioso en cuya veracidad este periódico ha confiado y cuyo contenido ha dado por bueno. En su testimonio detalla el autor su infancia en el barrio madrileño de Aluche, habla de una madre ultracatólica y del escolapio que abusó sexualmente de él y cuyo recuerdo le persigue mucho y mal. Es un relato pormenorizado de la época, de las circunstancias familiares de ese niño imaginario, de cómo consiguió despistar finalmente a aquel monstruo, que no ha podido ser identificado porque nunca fue verdad, sino la obra de una voz oscura de quien miente con ganas y seguramente acompañado de la risa cómplice de colegas de congregación al fondo.
Encantado con la jugada, y una vez comprado su relato y su mentira, el funcionario periodista en cuestión —está en plantilla en el departamento de prensa de un conocido Ayuntamiento de Madrid—, ha confesado que si se ha inventado esa infancia de niño abusado y torturado, ha sido únicamente para probar que la labor de investigación del equipo de EL PAÍS y de la comisión del Defensor del Pueblo son hilos fallidos que cualquiera puede manejar a su antojo. Cierto. La maldad siempre va un paso por delante de la bondad, pero eso no significa que consiga lo que busca, porque la vida es un maratón y usted, querido Demonio, juega siempre al corto plazo porque peca de impaciente.