Manuela Carmena piensa en voz alta, lanza ideas, invita a la reflexión. Alguno diría que la alcaldesa de Madrid se sube por las ramas, y otros que no desciende de ellas. Lo cierto es que, tras la conversación, uno se queda con las ganas de continuar la charla con un café, sin reloj, sin tiempo, y soñar, una ciudad, una sociedad nueva, tal y como invitó anoche la plataforma jesuita entreParéntesis, que abrió en la Universidad de Comillas la serie de conferencias-diálogo «Soñamos la ciudad, la construimos juntos».
Carmena logró llenar el auditorio de la universidad jesuita, con jóvenes -y no tan jóvenes- apoyados en las paredes y apostados en el suelo. El acto fue introducido por el jesuita Raúl González Fabre, quien invitó a todos a «hablar con la ciudad con ‘C’ para hacer política con ‘P’, que es una política distinta».
La bienvenida a la alcaldesa de Madrid corrió a cargo del rector de Comillas, Julio J. Martínez, sj., quien llamó al «diálogo y la concordia». «Diálogo que es intercambio honesto y sincero de palabra y de discursos, para discernir, para conocer mejor la realidad, y para servir mejor. Concordia, que es unión de afectos, que no disuelve las diferencias ni termina en sincretismo, sino que construye desde las identidades diversas».
Este tipo de actos, subrayó el rector, abordan la «cultura de encuentro, que es lo que están pidiendo a tiempo y a destiempo, el Papa Francisco y nuestro obispo Carlos. Construir puentes, y no muros, físicos y mentales». Martínez cerró su intervención lamentando los hechos acaecidos en la Universidad Autónoma, y se mostró «triste porque no se pudiera celebrar un acto donde se iba a utilizar la palabra».
No tuvo ese problema Carmena, quien se mostró feliz de que haya gente «con ganas de pensar y reflexionar sobre nosotros mismos«, y abordó cuál es su propuesta para «gobernar para todos, y estar siempre dispuesta a reflexionar con todos, a escuchar a todos y a construir».
«Intento aprender mucho de Madrid. Quiero conocer todos sus rincones y explicarme cómo es», destacó la alcaldesa, quien subrayó cómo «las ciudades son como un termómetro de cómo evoluciona el mundo».
«Estamos en un momento histórico muy particular, en el que por una parte el único continente que parecía entre sombras (África), se ha levantado, y ha empezado a tomar un protagonismo que va a emerger sobre el mundo en general», destacó Carmena. «Todo el mundo se está despertando, quiere su protagonismo, y eso va a generar una serie de convulsiones».
En su opinión, la globalización ha traído, de un lado, el auge de las colectividades; y del otro, el empoderamiento de los individuos, que «está rompiendo los moldes de las estructuras que hasta ahora conocemos». «Estamos viviendo momentos absolutamente apasionantes, y lleno de convulsiones y sufrimiento», destacó.
Para Carmena, «Madrid es una ciudad dolorosamente desigual», que hay que combatir, nivelando distritos y formas de vida. Sin entrar en políticas concretas -todo el encuentro giró en torno a grandes ideas, a esos «sueños de ciudad», pues éste y no otro era el objeto del debate-, defendió que «sólo podemos cambiar las cosas si los madrileños decidimos hacerlo. La ciudad la construyen sus ciudadanos, la clave es contar con los ciudadanos, y cómo se incorporan a la gobernanza».
En este punto Carmena incidió en que «no es suficiente que exista un poder local» y reclamó la existencia de «gobiernos transparentes, participativos, donde no exista corrupción alguna. Porque la corrupción y el caciquismo imposibilitan que cualquier propuesta salga adelante». Un convencimiento que planteó en una reciente reunión con alcaldes del mundo. «Y no encontré demasiado respaldo».
Para la alcaldesa de Madrid, «hay que redefinir los gobiernos, y la nueva política, que es el emblema de las ciudades«, y entender que la función del alcalde «no sólo es gestionar los asuntos de todos. La función del alcalde es cuidar de los vecinos, de los ciudadanos, quererles. Y cuidar significa permitir que las personas a las que dedicamos los programas les satisfagan».
Algo que, aún hoy, no se logra. «Las revoluciones fracasan porque se olvidan de la fraternidad, hablan mucho de libertad, de igualdad, pero hoy no es posible hacer una labor de progreso si no recuperamos un humanismo, o recuperamos la fraternidad. Las políticas no se pueden pensar en abstracto».
Manuela Carmena, además, defendió que los políticos «sean buena gente, y quieran a los suyos. A mí me suelen achacar mis discursos buenistas, pero nos cuesta aceptar que la bondad es un elemento absolutamente imprescindible para lo público».
Respecto a su «sueño de ciudad», Manuela Carmena defendió que «la ciudad con la que soñamos tiene que ser la ciudad de los cuidados». Con tres ejes: unas políticas con puntos de salida y de llegada claros: el ciudadano. «Trabajar para personas concretas»; en segundo término, un planteamiento transversal; finalmente, «permitir que todo el mundo participe. La sociedad civil son todo: las ONG, las universidades, las empresas…».
Y todo ello desde la tolerancia. «Hay que entender que a algunos les va a gustar llevar pañuelo, a otros hacer fiestas, a otros les gustará los toros y a otros no. Somos diversos, y tenemos que ser absolutamente tolerantes y darles el espacio a cada uno», reclamó. «Ser ciudades del ‘Sí’, del ‘¿por qué no?'», defendió Carmena, quien insistió en su deseo de que «queremos que Madrid sea la capital de la paz».
Una ciudad que luche contra todo tipo de violencia. «La estructura de las grandes ciudades permite el anonimato, la impunidad de la violencia», desde las maras a la violencia en el deporte, las mafias, el acoso, o el terrorismo. «Es imprescindible que en la ciudad estemos vigilantes contra la violencia». También los políticos. «Que la gente se insulte en el Parlamento,en el diálogo político…. son elementos del virus que genera esa violencia».
«Hay que controlar la violencia para evitarla. Es insufrible ver los bombardeos de Alepo, lo que está pasando. Esa actuación cainita entre seres humanos. El reto de las ciudades es ser protagonistas de los grandes asentamientos humanos, y tenemos que ser conscientes de sus enemigos», concluyó la alcaldesa.
Hubo poco tiempo para las preguntas, pero en las mismas Carmena defendió «salir del tópico» para construir una sociedad de la inclusión, en la que también tengan cabida inmigrantes y refugiados, con otra palabra clave, «sensibilidad». «El elemento sentimental es esencial, somos sentimientos».
Respecto a sí misma, se definió como «una política ocasional, y me parece un buen modelo. ¿por qué debe haber políticos profesionales?». En este punto, defendió una política transversal, más representativa, en la que «nos podamos cruzar mucho, coincidir en algunas cosas, y diverger en otras, y salir de esos enormes reductos del sectarismo». Una de las razones de la violencia, incidió, «es que nos sentimos tan huérfanos que necesitamos crear a los ‘nuestros'».
Finalmente, y sobre la presencia de lo religioso en el ámbito público, la alcaldesa de Madrid dijo que «será lo que quieran los ciudadanos». «Nuestro modelo es que no debe haber ninguna vinculación entre lo religioso y lo público, para evitar una religión dominante. Ese modelo puede completarse con un respeto al hecho religioso completo, que permita alternativas de vinculación entre lo público y lo religioso. Vale más apostar por la integración».
«Yo no soy creyente, y sin embargo he aceptado participar en actos religiosos, porque creo que hay muchos ciudadanos de Madrid que querían que su alcaldesa estuviera en un acto religioso. Si con mi actitud no falto al respeto, lo hago con gusto, pero siempre sin hipocresía», culminó.