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Camps y el sexo

 Francisco Camps –como decíamos ayer- ha retirado, temporalmente, la educación sexual de los institutos. Ya avanzó que quería “rediseñar su contenido“. Ahora vemos que la medida coincide con una petición del Arzobispado de Valencia que, de hecho, pondrá a disposición de los colegios concertados y privados durante este curso, un texto alternativo. El arzobispado ha declarado que se están ”ultimando los detalles” de este programa contrario a la masturbación, los anticonceptivos, el aborto o el inicio de las relaciones sexuales antes del matrimonio. Evidentemente todos los miembros del Arzobispado –supuestamente célibes- son auténticos expertos en el tema.

Siempre me ha desconcertado la obsesión por reprimir el sexo del ultraconservadurismo. Una -a pesar de todo- amiga quiere enviar a Bibiana Aído a la cárcel por haber entrado en las procelosas aguas de lo innombrable. Tras más de 30 años de democracia, la educación sexual sigue siendo un tabú en los colegios españoles, tanto públicos como privados, según se ha denunciado reiteradamente. Depende, en gran parte, del signo del centro, en algunos es una quimera. El peso de la Iglesia se deja notar y, hasta en la educación pública existe una mentalidad conservadora latente que sigue considerando el sexo algo a esconder. De esta forma, buena parte de los niños españoles continúan informándose a través de amigos y con los medios de comunicación. Los ardorosos adolescentes valencianos -casi todos lo son a esa edad- se toparán ahora con la sotana que les dice que no forniquen y, si lo hacen, sin preservativo para traer muchos votantes al mundo, aunque luego se mueran de hambre.

Es asombrosa la permisividad con el resto de los llamados mandamientos de la ley de dios. La reiterada malversación de fondos públicos se trata como pecadillos veniales, amarse es un delito mortal, si no cuenta con la bendición de algún célibe sacerdote.

Entre todas las disquisiciones que se disparan acerca del papel de un dios en la creación del mundo -frente a los racionales hallazgos de la ciencia-, lo más incomprensible es que ese Ser -distinto en cada religión- se haya molestado en ordenar con quién y cómo debe uno meterse en la cama.

Paradójica también la obsesión de los dirigentes valencianos, de tan «dudosa» sexualidad, por imponer el hombre-mujer y bajo sacramento en las relaciones sexuales.

El desarrollo científico, tecnológico, cultural, no ha ido parejo en absoluto con el progreso humano. Si nuestros antepasados prehistóricos se zurraban con garrotes y piedras, ahora lo hacemos igual, solo que con sofisticadas bombas. No sólo es necesaria la formación sexual -para sacar mucho más provecho de ella y no cometer errores evitables-, se hace indispensable educar en los afectos, terreno en el que no se ha avanzado nada en milenios. Amarse con emoción, a la luz del día, sin oscuras sotanas que nos oculten. Al fin y al cabo, es uno de los pocos placeres que todavía no cotiza en bolsa.

Rosa María Artal es periodista y escritora

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