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Cajasur, un bólido en manos de un párroco

Gómez Sierra accedió a la caja de rebote, pese a su falta de preparación

Una semana después del terremoto que ha provocado la intervención de Cajasur por el Banco de España, la madrugada del pasado 22 de mayo, muy pocos se han repuesto del sopitipando. Se dan vueltas y vueltas en busca de un por qué, de conocer qué argumento se esconde detrás de la decisión de los canónigos de Córdoba de preferir la intervención de la caja a su fusión con Unicaja y poner así en riesgo los empleos (3.100 trabajadores), el peso de Córdoba en la futura entidad y los acuerdos que le garantizaban al Cabildo una fundación con seis millones de euros anuales. Tras la intervención, el Financial Times llegó a cuestionar el martes todo el sistema financiero español.

"Si hubiera una maniobra oculta, lo aceptaría. Pero lo que no puedo admitir es que esto se deba a que alguien se ha vuelto loco". Esta reflexión la comparten dos personas que han estado muy al tanto de la negociación entre Cajasur y Unicaja. "Este era nuestro plan B", aseguró uno de los seis canónigos que se sentaban en el consejo: "La Iglesia se quedará sin prácticamente nada ahora".

Cada día que pasa, el foco de la responsabilidad alumbra con más fuerza al que fuera presidente de Cajasur y deán de la Catedral de Córdoba, Santiago Gómez Sierra (Madridejos, Toledo; 1957). Varias fuentes aseguran que actuó por su cuenta, que no recibió órdenes ni del Vaticano, ni de la Conferencia Episcopal. Otras, sin embargo, dudan de que un "ignorante financiero" como Gómez Sierra haya actuado en solitario.

Gómez Sierra es un extraño en el mundo de las finanzas que de rebote ha acabado presidiendo una caja y la principal empresa de Córdoba. "Es como si a alguien sin carné de conducir le dan un Ferrari", asegura una persona que le ha tratado en el tiempo que el sacerdote ha estado al frente de Cajasur, entre enero de 2007 y mayo de 2010.

Antes de presidir la entidad, Gómez Sierra era el vicario de la diócesis. Ya se sentaba en el Consejo de Administración de la caja. Aunque no era el elegido para sustituir al cura Miguel Castillejo al frente de la entidad, un puesto para el que sí sonaban los canónigos Mario Izeta o Fernando Cruz-Conde, acabó siendo el último presidente de esta entidad con 140 años de historia.

A Gómez Sierra le describen como un hombre humilde, con una incapacidad nata para las relaciones sociales, "discretito" y apocado. Es licenciado en Filosofía y Ciencias de la Educación y Teología Dogmática y Fundamental. Empezó pero no terminó un máster en dirección de empresas durante su experiencia cajera. El Gómez Sierra que se hace cargo de la caja en 2007 nada tiene que ver con el de ahora. Cuando llega exhibe su perfil más social y delega los asuntos económicos en los profesionales, pero, poco a poco, traspasa sus fidelidades a un personaje considerado clave en su transformación: el ex diputado del PP Santiago Cabezas, al que nombra director adjunto para la fusión. A los dos se les conocía en la caja como Santiago el Mayor y Santiago el Menor. "Es Cabezas el que mandaba en el cura y el que le vende la orientación política", afirma una de las fuentes.

Nada más aterrizar en Cajasur, Gómez Sierra hizo un esfuerzo para intentar profesionalizar la gestión de la entidad. Los casi 30 años de presidencia de Castillejo hipotecaron el futuro de la caja. Se nombraba a los directivos más por sus apellidos y fidelidad al presidente que por sus cualidades profesionales y cada año se contrataba a cerca de un centenar de personas por enchufe ("compromisos institucionales", los llamaban). "Los poderes reales de dentro de la caja no le dejaron seguir", recuerda un directivo de la entidad. Y también influyó su carácter. La caja cambió de director general cuatro veces en menos de dos años.

Durante los 10 meses que ha durado el proceso de negociación con Unicaja, el deán de la Catedral cordobesa no ha querido aceptar ni asumir la situación de quiebra de la entidad. El presidente de Cajasur no puso en marcha ninguno de los planes a los que se comprometió con el Banco de España para reducir su plantilla en 300 personas, como apalabró un mes antes de negociar con Unicaja. Tampoco aceptó el plan de negocios de Boston Consulting para la fusión, en el que se preveían unas pérdidas de 528 millones y se proponía un ajuste laboral de 1.224 personas en las dos cajas, un millar en la cordobesa. Las pérdidas reales fueron de 596 millones en 2009.

Según muchas fuentes, Gómez Sierra ha intentado presentarse como una víctima en relación con Unicaja. En el Consejo de Administración del 21 de mayo en el que defendió la intervención, el deán no dio ni una sola explicación de su decisión. "¡A votar, a votar!", era lo más que decía. También admitió: "No me fío de Braulio, me quiere hundir".

"Cuando se sientan a negociar hay una desigualdad absoluta: Medel conoce perfectamente el sistema financiero, tiene mucha experiencia en fusiones, es una autoridad reconocida dentro de su caja y fuera; y enfrente tiene a un cura con un desconocimiento absoluto", describe una persona. Muchos dicen que Gómez Sierra se sentía humillado por Medel ante lo que reaccionaba con cólera. Un ex consejero de Cajasur dice haberle escuchado esta frase: "Soy como los toros, que cuando me van a dar la puntilla, levanto los cuernos y me cargo al torero".

Alejado de los lujos de su predecesor

"No tenía dentro de mis previsiones personales acceder a esta responsabilidad", confesó Santiago Gómez Sierra a los pocos meses de acceder a la presidencia de Cajasur en una entrevista en este periódico. De origen humilde -sacó sus estudios en el turno nocturno y se los pagó trabajando en el campo, de obrero de la construcción, en un supermercado y en un hotel en verano-, no parece haberse sentido tentado por los lujos.

Con un carácter bastante austero, no estaba cómodo en las grandes comilonas, ni en los actos de representación a los que le ha obligado su cargo, según señala uno de los miembros de la caja que ha estado a su lado durante estos tres años en los que ha ocupado la presidencia de la entidad. Gómez Sierra sigue viviendo con sus padres en la misma casa de la avenida de Cádiz de Córdoba, un barrio de clase media. "No es un hombre de lujos", señalan los que lo conocen.

Si se compara a Gómez Sierra con el también sacerdote Miguel Castillejo es difícil encontrar similitudes en este aspecto. Castillejo, al que algunos llamaban fray Langostino por su querencia al marisco y que estuvo casi 30 años al frente de la entidad, era lo contrario. No tuvo reparos en salir de la caja con una millonaria póliza, ni en seguir paseándose en un coche negro con chófer por la ciudad, donde preside una fundación que lleva su nombre. Tampoco tuvo Castillejo reparos en 2002 al aceptar como regalo de sus empleados una casulla de seda y bordada en oro del siglo XVIII.

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