La derecha brasileña trata de captar electores entre los evangelistas con el apoyo de los EEUU. Mientras tanto, Lula da Silva sostiene que “todas las iglesias tienen que ser defendidas por el Estado, pero las iglesias no deben tener partido”.
Cuando restan 41 días para las elecciones que decidirán el destino de la tambaleante democracia brasileña Michelle Bolsonaro, la esposa del presidente Jair Bolsonaro, ganó protagonismo a caballo de un discurso religioso al extremo. O para decirlo sin rodeos, incendiario. Ella es la persona “más importante” de la campaña, dijo su marido, quien dedicó este fin de semana a reunirse con militares en la Academia de Agulhas Negras, en la que él se graduó hace cinco décadas, y a hacer proselitismo en la carretera Río de Janeiro-San Pablo, donde saludó a centenas de automovilistas a pesar del frío reinante.