No hay nada más parecido a un cardenal que otro cardenal.
A pesar de las fotos sonrientes con Zapatero, Moratinos o De la Vega, el número dos del Vaticano, el cardenal Tarcisio Bertone, quiso dejar ayer muy claro que había venido a España a respaldar por completo las tesis del presidente del Episcopado, el cardenal Rouco Varela, frente al Ejecutivo socialista. En todos los frentes abiertos: aborto, familia, eutanasia, libertad religiosa y EpC.
Fue un respaldo total a Rouco y a los obispos y una reconvención en toda regla al laicismo del Ejecutivo. Con la finezza de curtido diplomático y la simpatía y elegancia de un salesiano, el secretario de Estado comenzó poniendo los principios en una conferencia de 12 densas páginas, leída en perfecto español.
Ante una sala abarrotada y con gente de pie, Bertone reclamó de entrada la «matriz católica» de la Declaración de los Derechos Humanos, unos derechos que son «lenguaje común y sustrato ético de las relaciones internacionales» y que están basados en ley natural frente a la ley positiva. «De ahí», remachó, «que el poder público quede sometido, a su vez, al orden moral, en el cual se insertan los derechos del hombre».
Si la ley natural es «la base y el fundamento de todos los derechos humanos», éstos «están por encima de la política y también por encima del estado-nación» y, por lo tanto, «ninguna mayoría política puede cambiarlos». Y, a renglón seguido, Bertone pasó revista a algunos de esos derechos, inmutables por naturales. Sobre la nueva Ley del Aborto, defendió el derecho a la vida «desde su concepción hasta su ocaso natural». «No podemos caer en el engaño de pensar que se puede disponer de la vida hasta legitimar su interrupción», dijo.
Sobre el matrimonio homosexual, apostó por la familia «fundada en el matrimonio de un hombre y una mujer». Sobre la asignatura de Educación para la Ciudadanía, expresó que «se debe respetar el derecho de los padres a elegir la educación para sus hijos acorde con sus ideas y convicciones religiosas». Y, por último, defendió una libertad religiosa no entendida como simple libertad de culto, sino «libertad para que las confesiones religiosas puedan ejercer su misión». Por eso, «el Estado democrático no es neutral» y «ha de reconocerla y crear las condiciones para su efectivo y pleno ejercicio», porque «una fe privada, como pretende el laicismo, es una caricatura».
Una cerrada ovación rubricó el final de la conferencia del cardenal.En primera fila, el ministro de Justicia, Mariano Fernández Bermejo, aplaudía con fuerza. Y hasta se puso de pie para el posterior rezo del ángelus, aunque sin llegar a santiguarse a la conclusión del mismo. Entre los asistentes estaban Soraya Sáenz de Santamaría, Enrique Múgica, Jaime Mayor Oreja, Manuel Fraga y Marcelino Oreja, así como más de 60 obispos, encantados con el espaldarazo que sus tesis acababan de recibir por el primer ministro del Papa.
Siempre acompañado por Rouco, Bertone ofreció después una breve rueda de prensa. En ella dejó claro que no había venido a leerle la cartilla al cardenal de Madrid. «Mi oficio consiste en reunirme con las autoridades allá donde vaya», recordó. Además, señaló que la visita había sido «provechosa para la Iglesia y el Gobierno» y dijo que no creía que el Ejecutivo fuese a «equiparar a todas las religiones» en la futura Ley de Libertad Religiosa. También reconoció diferencias; algunas abismales, como en el aborto.«Intenté convencer al Gobierno de que hay que restringir y no ampliar los casos de aborto». Y, una vez más, le dio las gracias a Rouco, que sale reforzado. Y se fue a Roma con la misma sonrisa con la que llegó.Se le nota la escuela de Don Bosco.