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Beatificación del cura Angelelli: el papa se lava la cara

El papa Francisco decidió beatificar al obispo Enrique Angelelli, asesinado en 1976 en La Rioja por la dictadura. Además beatificarán a otros dos curas, colaboradores del obispo, asesinados también por los militares.

El obispo de La Rioja, Marcelo Colombo, fue el encargado de anunciar la resolución tomada en el Vaticano. A través de una carta reveló que el papa Francisco autorizó la publicación del decreto que “reconoce el martirio en odio de la fe padecido por monseñor Enrique Angelelli, los padres Carlos Murias y Gabriel Longueville, y el laico Wenceslao Pedernera”.

La beatificación, que constituye el paso previo a ser declarado santo, se hará a fin de año en Argentina.

El 4 de agosto de 1976, el obispo de La Rioja, Enrique Angelelli, viajaba acompañado por el sacerdote Arturo Pinto, a bordo de un auto que volcó luego de haber sido encerrado por dos vehículos. El crimen ocurrido en Chilecito, cerca de la capital Riojana, fue presentado como un “accidente de tránsito”.

Recién en 2014, luego de 38 años de lucha de organismos de derechos humanos, el Poder Judicial reconoció que se trató de un “homicidio”. De los cincos acusados, solo dos fueron condenados: Luciano Benjamín Menéndez y Luis Estrella. En septiembre de 2014 el Tribunal Oral en lo Criminal Federal de La Rioja los condenó a la pena de prisión perpetua. Los otros tres imputados en la causa, Jorge Harguindeuy, Jorge Rafael Videla y Juan Carlos Romero murieron impunes por estos crímenes.

Bergoglio en la dictadura

En los 70, cuando ya estaba congregado cura, comenzó a militar en Guardia de Hierro, una organización de la derecha peronista. Desde esta organización estrechó lazos con el genocida Emilio Massera, el madamas de la ESMA, donde funcionó uno de los centros clandestinos más ominoso.

En mayo de 1976, los curas Orlando Yorio y Francisco Jalics, quienes asistían a villas del Bajo Flores, fueron perseguidos por los militares. Ambos terminaron secuestrados y torturados justamente en la Escuela de la Armada, comanda por Massera. Yorio y Jalics fueron secuestrado junto a cuatro catequistas, una de ellas era Mónica Mignone, hija del fundador del CELS.

Bergoglio abandonó a los curas y los dejó a merced de los genocidas. Muchos años después, a finales de 2010, en el juicio por la megacausa ESMA, fue citado a declarar. La abogada del CeProDH Myriam Bregman, como parte de la querella, participó de la declaración que se vio obligado a prestar el entonces Cardenal, aunque puso sus condiciones. El Tribunal se trasladó hasta la sede del Arzobispado porteño, porque Bergoglio así lo exigió. Sus declaraciones estuvieron plagadas de mentiras interpretadas con su clásico cinismo.

Sobre los casos de Yorio y Jalics, el Cardenal negó todas las acusaciones y además sostuvo que él colaboró para que los liberaran. Pero muchos años antes fue el mismo Mignone el encargado de desmentirlo. En su testimonio en el Juicio a las Juntas militares, el 15 de julio de 1985, demostró que él logró que se liberaran a los curas y no Bergoglio, del que fue muy crítico.
Aunque este no fue el único momento en que mintió el Cardenal. Cuando Bregman le preguntó, durante la audiencia en el Arzobispado, acerca de los bebés apropiados por la dictadura, Bergoglio dijo que hacia pocos años atrás se había enterado de los robos de bebés. Esta mentira también fue refutada por otras de las víctimas.

Roberto de la Cuadra fue a entrevistarse con Bergoglio en 1977 para pedirle ayuda sobre la desaparición de su hija embarazada. El jesuita le entregó una carta derivándolo a Mario Picchi, el obispo auxiliar de La Plata, segundo de Monseñor Plaza y confesor de Ramón Camps. Cuando el padre de la joven embarazada y secuestrada por los militares se entrevista con el obispo, este le responde que su nieta había sido entregada a una familia de bien. Esto demuestra que Bergoglio durante la dictadura, conocía quienes tenía información sobre los secuestros y desapariciones, e incluso del robo de bebés.

El hoy papa Francisco cuanto menos encubrió los crímenes genocida, durante y después de la dictadura.

Bergoglio pretende lavarse la cara con la beatificación de curas desparecidos por los mismos militares que él encubrió y encubre, al igual que toda la Iglesia, que hasta hoy se niegan a entregar los archivos de la dictadura que está en poder de esta institución cómplice directa de los genocidas. Hoy muchos jóvenes continúan con sus identidades apropiadas por el silencio cómplice de los Bergoglio.

El “santo padre” encarna a esta institución reaccionaria al servicio de la opresión y la explotación.

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