«La deidad guía al poder y el poder se ha de atener al mandato divino». Durante siglos la finalidad de la celebración del Corpus ha sido dejar sentado ‘todo’ está bajo el amparo de la deidad católica, única y verdadera (cuyo símbolo es el cuerpo y la sangre de Jesucristo) y se debe a ella.
Dicen que en el siglo XIII una religiosa belga visionaria mística promovió la idea de celebrar una festividad en honor al «cuerpo y la sangre de Cristo» presente en la Eucaristía. En el Concilio de Viena de 1311, el Papa Clemente V indicó las normas para regular los cortejos procesionales en el interior de los templos y el lugar que deberían ocupar las autoridades que «quisieran añadirse» al desfile que, mucho más tarde se llevan a la calles… mezclándose con diversos «fervores», incluso políticos.
Han pasado siglos. La Inquisición (como institución) está abolida, pero no su ideario (que se ha actualizado) y la fiesta del Corpus (esencialmente). Aunque se haya popularizado con boatos de mil formas religiosas, artísticas y paganas, la promueven líderes religiosos católicos. Ésos que condenan que se practique la interrupción del embarazo, incluso aunque peligre la vida de la mujer, los que califican a las mujeres como de rango inferior al hombre, los que combaten los matrimonios igualitarios, los que esconden la pedofilia de sus clérigos, los que se lucran económicamente del dinero público, los que acumulan riquezas, los que abrazan en Europa y EEUU a los neocapitalistas que están arruinando los derechos civiles y laborales conquistado durante siglos, los que repudian la razón y el ideario de equidad y fraternidad promovido en ‘siglo de las luces’ y promueven a cambio la ‘caridad’ a través de sus instituciones católicas…
Eso no hay que olvidarlo cuando ciertos políticos de todo pelaje y color se mezclan con ese clero y esos líderes religiosos seglares. Los políticos del franquismo desfilaban marciales y ataviados con mantilla (las señoras) y uniformados militar y civilmente para la ocasión, bandas e insignias, incluidas.
El pasado 30 de junio dos insignes barones del PSOE, entre otros políticos de diversas formaciones por todo el Estado: Emiliano García-Page, líder del PSCM-PSOE, alcalde de Toledo y Senador (tres en uno, como la Santa Trinidad) y Juan Alberto Belloch, exministro de Justicia e Interior y actual alcalde de Zaragoza, han desfilado, un año más, con sus atuendos representativos civiles. Se cita a estos dos políticos, por lo simbólico de sus cargos.
El alcalde de Toledo, además, viene demandando que la fiesta católica del Corpus sea nacional todos los años e «internacional» si le dejaran… en su afán por demostrar su fidelidad al catolicismo o al menos eso aparenta.
Y el alcalde de Zaragoza siente una atracción especial hacia todo que huele a sotanas. Entre sus debilidades resaltan el enorme crucifijo de su despacho, que manda trasladar a los plenos para que presida las sesiones y la procesión del Corpus, a la que no falta nunca, aunque año tras año le acompañen menos concejales y a pesar de que muchos ciudadanos le recuerden, públicamente, que este país es aconfesional.
Alcaldes de todos los colores y otros cargos y servidores públicos deberían explicar a la ciudadanía por qué participan activamente en procesiones y misas. No vale que se escuden en la fe de muchos creyentes, fe que es muy respetable. Deberían saber que otros muchos ciudadanos no son creyentes o pertenecen a otras confesiones y, por lo tanto, deben mostrar neutralidad. Por lo que observamos, para estos líderes del PSOE y para muchos de otros partidos, «la deidad guía al poder y el poder se ha de atener al mandato divino». Quizá desconocen que hay otras formas ilustradas de estar con toda la ciudadanía y de hacer política.
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