“A la Iglesia -institución en España, y sin descender aquí y ahora a detalles, les hacía falta el ‘réspice’ gubernamental que acaba de propinarle una ministra democrática y constitucionalmente elegida por el pueblo”
“La reacción de la Iglesia oficial, en opinión de muchos, no ha sido santa. La humildad -también- la humanidad – no son virtudes que se siembren y den frutos permanentes en los huertos parroquiales y en los jardines episcopales”
¡Gracias, señora ministra! por haber facilitado la oportunidad ascética para plantear y replantear la autocrítica-examen de conciencia, en el colectivo eclesiástico, con el convencimiento por mi parte de que también ella es tarea gubernamental y ministerial, con todas sus consecuencias!
En la reflexión cristiana sobre la autocrítica para unos, y examen de conciencia para otros, el apellido “santa” está soberanamente de más. Sobra. Es una redundancia literaria y falaz. La autocrítica- examen de conciencia es santa de por sí, aún a sabiendas de que difícilmente será canonizada dentro de la Iglesia, no llegando a alcanzar el honor de los altares. Más aún, quienes se atrevan dentro o fuera de la institución,n a iniciar o recorrer rutas de peregrinaje por cualquiera de los derroteros o vericuetos de la santidad oficial, han sido, son y serán amenazados con las condenas sempiternas establecidas canónicamente, o que se articularán, si fuera menester.
La Iglesia es santa y sanseacabó. Así es, tiene que ser y será, y quien no lo crea o lo cuestione, que se busque otro redil, a ver si lo encuentra. Por supuesto que en este caso, como en la mayoría de ellos, la Iglesia-Iglesia son solo los obispos, los Boletines Oficiales, el Código de Derecho Canónico, algunos escritos de los Santos Padres y revelaciones piadosas…
¿Y los laicos? A obedecer y a decir y practicar el AMÉN, siempre y en todo. ¿Y las “laicas”? – ¿Pero es posible no haber llegado ya a la conclusión de que la no existencia – presencia activa de la mujer es dogma, o semi dogma, de fe , sin que a papas y a obispos se les hayan caído de sus manos sus anillos al firmar -asestar-determinadas aseveraciones contra la mujer, no ruborizándose al aportar hasta argumentos bíblicos, teológicos y pastorales?
A la Iglesia -institución en España, y sin descender aquí y ahora a detalles, les hacía falta el “réspice” gubernamental que acaba de propinarle una ministra democrática y constitucionalmente elegida por el pueblo, brindándole la oportunidad de hacer y profundizar en la semi-crítica que, por fin, y después de tantas denuncias, experiencias y sentencias judiciales, decidió -o permitió- activar la jerarquía eclesiástica. La reacción de la Iglesia oficial, en opinión de muchos, no ha sido santa. El dato de que todos somos pecadores -también la Iglesia- es tenido rigurosamente en cuenta. La humildad -también- la humanidad – no son virtudes que se siembren y den frutos permanentes en los huertos parroquiales y en los jardines episcopales, inmatriculados o inmatriculables.
A la Iglesia jerárquica le sobran inciensos e incensarios. Estos deberían prohibirse, con excepción cultural -que no cultual- del botafumeiro. Unos obispos incesando a otros, al altar y al pueblo, es símbolo caduco y decrépito en la liturgia de la convivencia y de la comunión, es decir, de la Iglesia de Jesús.
El Evangelio, y no el Código de Derecho Canónico y los manuales de Liturgia, es lo que hace perdurar la santidad en la Iglesia… El incienso, para cumplir con su purificadora y “divinizante” misión, es símbolo hoy molesto e incomprensible y más en el ámbito pastoril -pastoral- de la Iglesia “en salida” y en liberadora y “franciscana” actitud sinodal.
La influencia de la Iglesia católica en la formación-información de los educandos desde sus “colegios religiosos” y desde sus campanarios es todavía decisiva y normativa entre los ciudadanos en España, y su reflejo y ejemplo en relación con la minusvaloración –“malos tratos”- es tristemente incuestionable. A la mujer se le sigue vedando “en el nombre de Dios” los derechos del hombre-varóndentro de la Iglesia y, por tanto, tan denigrante , absurda y anti-evangélica exclaustración se percibe y contabiliza también dramáticamente en el número de las víctimas de la llamada “violencia de género”.
Otro capítulo, entre tantos, que demanda autocrítica, es el del “carrerismo” eclesiástico, que al papa Francisco le está suponiendo tantos dolores de cabeza. El nombramiento de los obispos, en el que cualquier atisbo de democracia está terminantemente prohibido, es merecedor de un “suspenso” en eclesiología y en sentido común.
El diálogo entre la jerarquía -sacerdotes, laicos y “laicas”, es asignatura y tratado de filosofía, teología y pastoral, necesitado de profundas meditaciones, actitudes y actividades para la autocrítica y el examen de conciencia. De cuanto se refiere con la pederastia y “otras hierbas”, es preferible “no meneallo, aunque sin dejar de lamentar que el comportamiento de la institución eclesiástica jerárquica, por acción u omisión, es detestable, sabiéndose lo que se sabe y presintiéndose lo que habrá de saberse, pese a los esfuerzos personales, de movimientos y de grupos ”piadosos” convenientemente activados.
¡Gracias, señora ministra, en este caso concreto de haber facilitado la oportunidad ascética para plantear y replantear la autocrítica -examen de conciencia, en el colectivo eclesiástico, con el convencimiento por mi parte de que también ella es tarea gubernamental y ministerial, con todas sus consecuencias!.