En algunos países europeos y particularmente en Francia han proliferación atentados realizados por personas fanatizadas en el islam político, pero cuando uno se interroga sobre la genealogía de los atentados es complicado encontrar explicaciones sencillas. Aunque aparezcan, en muchos casos, como atentados aislados, obedecen, en ocasiones, a motivaciones políticas ocultas o a intervenciones militares en el exterior y el islamista fanatizado, aislado, suele ser una pieza de un puzle más complejo. En las últimas décadas hemos tenido, en nuestro país, atentados islamistas que aún no han sido enteramente explicados, aunque hayan sido resueltos judicialmente. Además, en el caso francés, aprovechando este tipo de atentados, se suelen utilizar las poblaciones de origen magrebí o árabes como el chivo expiatorio de los desasosiegos de la República. Podemos decir que, investidos de unos supuestos valores laicos, la derecha y la extrema derecha francesa-todos de raíz católica-, a la que se ha unido una parte del centro izquierda quieren utilizar este asunto para azuzar la xenofobia y exasperar lo que en Francia se denomina el comunitarismo socio religioso; pero ese laicismo que se enarbola es un laicismo falso, identitario, una especie de Juana de Arco disfrazada de Marianne.
En las últimas campañas electorales francesas, los fascistas del Frente Nacional han querido justificar el racismo y la xenofobia que defienden acudiendo al laicismo: ¡menuda hipocresía! El laicismo no consiste en negar y ocultar las influencias socioculturales diferentes de los seres humanos ni consiste en organizar un espacio público como un lugar uniforme donde cada uno de despoja de su personalidad y de sus pertenencias múltiples para confundirse en una masa uniforme. Al contrario, el laicismo permite un espacio público común y es la garantía de la diversidad en el universalismo. Por ejemplo, la escuela laica no exige el acatamiento de un “ideario” tal y como si hace la escuela excluyente católica, donde lo que se impone es el “ideario católico”. Tomemos la hipocresía, por ejemplo, de la derecha católica en España: ahora, desde su canal 13 TV (que financiamos todos), reivindican las caricaturas de Mahoma del semanario Charli Hebdo, pero siguen mantenido que se aplique la blasfemia en nuestro país y aplauden cuando los fanáticos de la Asociación “abogados cristianos” ponen demandas a actores o a jóvenes activistas en defensa de la libertad sexual. Además, suelen mezclar todo esto con un discurso que intenta identificar los valores cristianos con Europa, algo que no se corresponde a la realidad ya que la libertad de conciencia y de expresión se tuvo que imponer por la fuerza a la intolerante iglesia católica, institución enemiga, por siglos, de la libertad de cultos y del libre pensamiento. Los valores de la Europa actual no están, como se quiere hacer creer, anclados en raíces cristianas, sino, afortunadamente, en valores secularistas y laicistas.
En Francia todo este asunto se ha intentado utilizar para justificar los fracasos de la República en la inclusión social de inmigrantes y jóvenes de tercera o cuarta generación y para justificar, de paso, el alineamiento de Francia con EEUU en las luchas neo imperialistas que este país lleva en Medio Oriente, en el Magreb o en África. De hecho, EEUU y algunos países occidentales, suelen acusar a Francia de practicar un laicismo intolerante que compromete la integración de las minorías religiosas y ello lo hacen para transformar a Francia en un país cada vez más “atlantista”; es un discurso que no se sostiene ya que Francia es un ejemplo, si lo comparamos con otros Estados, de éxito en la convivencia intercultural y el laicismo republicano ha tenido mucho que ver con ello. Por ejemplo, en el mundo político, en la Asamblea nacional francesa, hay una gran diversidad de razas y de practicantes de religiones diversas y vemos que muchas ciudades francesas están gobernadas por inmigrantes, incluso de primera generación, como el caso de la alcaldesa de Paris. Por supuesto que existen problemas de integración y de segregación social con inmigrantes o ciudadanos procedente de ascendientes de las antiguas colonias francesas pero mucho menos que en otros países europeos que simplemente han encerrado en guetos yuxtapuestos a las “comunidades turcas ” o las “comunidades pakistaníes” como vemos en Alemania, en el Reino Unido o en Bélgica por no hablar de nuestro país. ; ciertamente entre las rendijas, que son los fracasos republicanos, se cuelan los comunitarismos socio religiosos, en este caso islámico; en general todas las religiones fomentan la identidad socio religioso comunitaria frente a la ciudadanía republicana y cuando la República falla se refuerza el comunitarismo religioso. Además, desde Sarkozy, que coincide con un alineamiento de Francia con EEUU y con la integración francesa en la estructura militar de la OTAN es cuando desde el propio sistema político se ha azuzado la xenofobia y el racismo con fines electorales y de política exterior ya que, al fin y al cabo, Francia es una potencia económica y militar en el mundo y particularmente en África y de ahí su implicación directa en los muchos conflictos abiertos en África. Pero las religiones, como doctrinas, no tiene nada que ver con el uso que se hace de ella en la escena internacional o incluso al interior de una sociedad. El Nuevo Testamento cristiano no tiene la culpa de la pedofilia sistémica en la iglesia católica ni El Corán tiene la culpa del maltrato a las mujeres; ahora bien, el invadir países apelando – engañosamente- a unos valores occidentales supuestamente cristianos y el tirar toneladas de bombas en Libia, Siria, Irak o Afganistán y dejar millones de muertos y refugiados si puede fomentar el comunitarismo soicioreligioso y obviamente el nacionalismo . Por lo demás, los servicios de inteligencias de las grandes alianzas militares y de los ejércitos no son tan escrupuloso al tratar con la religión y muchos de los islamistas radicales han sido financiados por un Occidente supuestamente cristiano, como muy bien puede leerse en las memorias Hillary Clinton. En la actualidad, como casi siempre, la religión se utiliza como ideología imperialista, que oculta los verdaderos intereses geopolíticos en juego y como en el pasado hizo Reagan, Bush o Clinton ahora lo está haciendo Erdogan en Turquía que, en base a una supuesta islamización, está construyendo un hinterland imperial de una nueva Turquía inspirada en el viejo sultanato. Erdogan erosiona el secularismo turco, no con fines religiosos, sino con simples intereses geopolíticos fomentado un nacionalismo probélico, de la misma manera que, apelando a un laicismo falso, Marie Lepen apela a la xenofobia y quién sabe si, mañana, a una intervención militar en cualquier parte del mundo donde Francia tenga intereses.
Antonio Gómez Movellán. Presidente de Europa Laica