El 9 de diciembre es una fecha de profundo significado laicista y que año tras año desde Asturias Laica se viene conmemorando: un 9 de diciembre de 1905 se aprobó en Francia la Ley de Separación de las Iglesias y el Estado que supuso un hito mundial en la laicidad de las instituciones. Ese mismo día pero del año 1931 se aprobó la Constitución de la Segunda República Española, en la que por primera vez se puso fin a la confesionalidad del Estado, proclamando en su artículo 3: El Estado español no tiene religión oficial. Y, también, en fecha muy cercana, un 10 de diciembre pero de 1948, la ONU proclamó la Declaración Universal de Derechos Humanos que en su artículo 18 afirma el derecho a la libertad de conciencia.
Es por ello que,
Asturias Laica invita a celebrar el 9 de diciembre, DÍA INTERNACIONAL DEL LAICISMO Y LA LIBERTAD DE CONCIENCIA.
Generalmente cuando un colectivo plantea conmemorar un día universal de algo, parte del supuesto implícito de que ese algo es un conocimiento común de al menos una significativa mayoría de sus conciudadanos. Pero ¿ocurre eso con la laicidad?
No hace mucho, en un pleno del Ayuntamiento de Gijón, argumentando en un debate sobre si Gijón se adhería a la Red de Ayuntamientos para un Estado Laico, se oyó decir: “…usted puede ser tan laicista como yo católica pero el Estado español, ya por la Constitución, es aconfesional… El Estado no se adscribe a ninguna religión.” Repuestos de la sorpresa inicial ante el despropósito de la afirmación puede merecer la pena reflexionar sobre la misma. ¿Se trata de una afirmación personal o responde a un extendido desconocimiento de lo que significa la laicidad de un Estado?
Para empezar los términos colaboran en la confusión. ¿No resulta de una lógica infantil asociar a los términos judaísmo, catolicismo, protestantismo, islamismo,… el de laicismo? ¿Es esperable que una parte significativa de la ciudadanía opere con una lógica algo más elaborada?
La experiencia nos dice que, si bien la postura de la interviniente en el pleno es extrema, resulta indicativa de un amplio desconocimiento de lo que significa la laicidad. La idea más extendida es que constituye una creencia, una forma de explicar el mundo, generalmente asociada al agnosticismo.
Pero, como explica Catherine Kintzler, “el concepto de laicismo moderno… es un concepto político. Es una manera sin precedentes de pensar la asociación política”. Es decir, el laicismo es una forma de organizar el Estado con un único objetivo: garantizar la libertad de conciencia.
Y para alcanzar este fin es necesario que ese Estado sea aconfesional, que no exista una confesión de Estado, puesto que coaccionaría a todas las demás. Esta aconfesionalidad obliga a la separación estricta entre todas las iglesias y el Estado así como a la neutralidad de este Estado respecto a todas las confesiones.
Pero una verdadera protección de la libertad de conciencia exige más. Como señala la citada autora, es necesario “producir un espacio que haga posible a priori la libertad de las opiniones no solamente reales sino también posibles, pensar el fundamento de la asociación política fuera de toda referencia religiosa”. Planteamiento con el que coincidía (claro está que sólo formalmente) un párroco de Gijón cuando decía a los feligreses que se congregaban a su alrededor: “Nosotros somos gijoneses creyentes, es más, con toda seguridad, somos primero gijoneses y luego creyentes”. Es decir, primero somos ciudadanas/os y luego creyentes, primero nos incorporamos como miembros de una sociedad y después nos adscribimos a una determinada creencia, por lo que la organización de esa sociedad a través de un Estado se debe realizar “antes que”, “fuera de” todas las diferentes creencias que posea o pueda poseer su ciudadanía.
Desde Asturias Laica desearíamos que celebraran con nosotros este día todos quienes tengan interés en trabajar por un Estado donde nadie pueda ser discriminado por razones de conciencia, donde no existan privilegios para ninguna confesión religiosa, donde el Estado, sus instituciones y sus órganos de poder guarden una escrupulosa neutralidad frente a todas las confesiones, donde la Escuela Pública sea ajena a cualquier religión, donde se establezca, como pide Catherine Kintzler, una clara separación entre lo que es “el espacio del goce del derecho”, ese espacio público de y para toda la ciudadanía y al amparo de la libertad de creencias, y “el espacio de la producción y de la garantía del derecho” el que corresponde a los poderes y servicios públicos, que por respeto a la neutralidad exigida al Estado, carecen de libertad de creencias.
Desde Asturias Laica os invitamos, pues, a todos/as los asturianos/as a celebrar este día internacional de la laicidad del Estado y la libertad de conciencia.
Luis Fernández González
Presidente de Asturias Laica