Casos emblemáticos que sacuden a la Curia de la capital bonaerense. De los cinco del Provolo al suicidado Lorenzo. De Giménez, que zafó por “prescripción” del delito, a Sidders, que espera su juicio “preso” en un campo de su hermana. El excomulgado Yanuzzi y el encumbrado Marchioni. Prontuarios que hablan de un flagelo extendido pero negado por las huestes de Jorge “Francisco” Bergoglio
Este miércoles 28 la Conferencia Episcopal Argentina, máximo órgano político de la Iglesia católica del país, publicó un saludo de fin de año. Allí los obispos dicen anhelar para 2023 “que podamos renovar las actitudes y las disposiciones para la convivencia democrática, dejando de lado todo lo que acreciente las divisiones” y “postergue la discusión de los temas urgentes”. El texto lo firman los monseñores Oscar Ojea, Marcelo Colombo, Carlos Azpiroz Costa y Alberto Bochatey.
El último de los firmantes es obispo auxiliar del Arzobispado de La Plata. Discípulo del jubilado Héctor Aguer y actual servidor del bergogliano Víctor “Tucho” Fernández, Bochatey es un histórico encubridor de curas abusadores. Basta con mencionar que en 2017 ayudó a Eliseo Primati, uno de los curas denunciados del Instituto Próvolo, a fugarse a Italia antes de que lo procesaran. O la banca dada al cura Eduardo Lorenzo hasta el mismo día de su suicidio (se mató para no ir preso por abusos varios a menores) incluyendo una misa en su homenaje.
En otro acto de hipocresía, esta semana el mismo Arzobispado de La Plata anunció la separación de los sacerdotes del Instituo Miles Christi de la parroquia San Luis Gonzaga y del colegio San Francisco de Asís, ambos de Villa Elisa. Sus argumentos refieren a los abusos sexuales cometidos por el fundador de esa congregación, el cura Roberto Yanuzzi. Tal vez por ser éste un ultraconservador opositor al “progre” Francisco, es el único sacerdote que fue exonerado en la historia reciente de la Iglesia católica argentina. Ni con el genocida condenado a perpetua Christian Von Wernich ni con el pedófilo Julio Grassi llegó a tanto Jorge Bergoglio.
Pulso Noticias y La Izquierda Diario llevan más de tres años investigando diversas denuncias sobre abusos sexuales eclesiásticos en la región. En esta nota, a modo de racconto del trabajo realizado, te contamos una primera recopilación de los sacerdotes denunciados por abusos sexuales, ya sea sólo “puertas adentro” de la misma institución o incluyendo denuncias penales ante el Poder Judicial.
Además del caso de Yanuzzi, a través de fuentes directas de cada caso estos medios tomaron conocimiento de más de una decena de curas abusadores. Algunos de ellos trascendieron a la prensa nacional. Todos fueron encubiertos (al menos hasta donde pudieron) por todos los arzobispos, los obispos auxiliares, por el resto de los curas y por los laicos de estrechísima relación material con el Arzobispado. Acá la lista.
Lorenzo
Tal vez por ser uno de los más recientes y escandalosos, el caso más recordado del excapellán del Servicio Penitenciario Bonaerense, Eduardo Lorenzo, que se terminó suicidando el 16 de diciembre de 2019 en la sede central de Cáritas La Plata, en pleno centro de la ciudad de las diagonales. Lorenzo fue denunciado en 2008 por uno de los menores abusados ante los Tribunales Eclesiásticos, a cargo del cura Javier Fronza. Los jerarcas hicieron oídos sordos a los permanentes reclamos del padrino de la víctima, hasta que éste decidió llevar el asunto a la justicia penal. Sin embargo, el Poder Judicial la archivó en pocos meses, fiel a los lazos de favores para sostener a la institución católica.
Pasaron diez años para que consiguieran reabrirla. Fue cuando la víctima convocó para su patrocinio al abogado Juan Pablo Gallego, reconocido por haber logrado encarcelar a Grassi. Desde que la fiscal Ana Medina aceptó reabrir el expediente, se destapó una caja de Pandora alrededor del cura de Gonnet, quien llevaba unos veinte años detentando el cargo de capellán del Servicio Penitenciario Bonaerense.
Judicialmente se presentaron cinco víctimas a lo largo de 2019, y diversas fuentes reconocen que la cantidad de niñes y adolescentes que sufrieron lo mismo alcanza a varias decenas. Finalmente, tras varias declaraciones, peritajes y allanamientos en la casa parroquial e iglesia, la fiscal de la UFI 1 libró la orden de detención del sacerdote. A las pocas horas, Lorenzo apareció muerto en la sede de Cáritas La Plata, donde el Arzobispado le había facilitado una “suite” luego de tener que correrlo de las capellanias, de los colegios, y de las parroquias por la gran denuncia que hicieron los sobrevientes junto a otras organizaciones del movimiento feminista, de derechos humanos y la izquierda.
El caso Lorenzo es uno de los claros ejemplos sobre cómo actúa la jerarquía de la Iglesia católica ante estos tipos de denuncias, prevaleciendo sus lemas de “mantener la prudencia” y “evitar el escándalo”. La denuncia se inició bajo la gestión de Héctor Aguer, la cajonearon rápidamente y luego, en su reapertura, el arzobispo Fernández manifestó su apoyo al cura. El 24 de marzo de ese año compartió una misa en la misma iglesia donde se cometían los abusos.
El arzobispo Fernández y sus secuaces también intentaron deslegitimar las denuncias de los sobrevivientes y sus familiares, y es hasta el día de hoy que no se volvieron a manifestar sobre el caso, mucho menos se contactaron con los y las denunciantes para pedir disculpas, al haberse demostrado en la justicia penal los múltiples abusos que cometió el difunto. Que por si fuera poco, le hicieron una misa honrando su santidad, en el mismo lugar, en Gonnet.
Giménez
Nadie en su sano juicio podría creer que los abusos eclesiásticos son un fenómeno “reciente”. Lo que sí es cierto es que hace décadas no existía un movimiento de sobrevivientes que no descansan en su lucha contra este flagelo. A medida que recorremos los años hacia atrás, la lista continúa, tanto durante el arzobispado de Héctor Aguer como en el de Carlos Galán y en el de Antonio Quarracino (quien sucedió a Antonio Plaza, el arzobispo partícipe de la dictadura cívico-militar-eclesiástica).
El caso más conocido de aquellos años es el del cura Héctor Giménez, denunciado penalmente en 2013 por abuso sexual agravado por la sobreviviente Julieta Añazco. Ella denunció que fue abusada durante los campamentos de verano organizados por las Iglesias Madre de la Divina Gracia y Sagrado Corazón de Jesús de City Bell, en la década del 80. Y da fe de haber conocido a varias víctimas más, que nunca se animaron a denunciar por temor a represalias del Arzobispado.
Sin embargo, pareciera que Giménez no siguiera siendo un peligro para el resto de les niñes. La justicia penal dictaminó el cierre de la causa por “prescripción del delito”. La justicia eclesiástica, que hasta quiso comprar el silencio de la denunciante, lo llevó a vivir al Hogar de Ancianos Marín, ubicado en 60 entre 14 y 15 de La Plata, donde actualmente reside, sale a hacer sus compras y nada le impide estar en contacto con niñes. Alerta en el barrio.
Marchioni
Otro cura reconocido en la ciudad fue señalado ante estos medios al menos por cuatro hombres, pero hasta el momento viene salvándose. Por eso camina libremente y llegó a ocupar altos cargos en la Curia platense. Las denuncias aún no llegaron a una instancia judicial, pero quisieron que sus historias se conocieran por temor de que los delitos sean declarados prescriptos, ya que sucedieron en la década del 90. Ellos eran adolescentes, tres de ellos señalaron que sufrieron abusos por parte del cura de Cristo Rey, Rúben Marchioni, extitular de la Pastoral Social de La Plata. Sucedió cuando eran monaguillos de esa parroquia en el barrio de Villa Elvira. Otro de ellos lo sufrió en la parroquia Santos Pedro y Pablo de Berisso.
Un domingo de principios de 2020, estes cronistas intentaron hablar con Marchioni al finalizar su misa. Mientras saludaba a los fieles empezó a ponerse nervioso por la presencia periodística y se encerró con parte de su rebaño dentro de la parroquia, esquivando las preguntas. “Esto me pone muy mal, no voy a hablar sobre el tema porque ésa es la orden que nos dio el arzobispo”, dijo Marchioni a poco de haber sucedido el suicidio de Lorenzo.
Rúben Marchioni fue durante varios años titular de la Pastoral Social de La Plata, quien “negocia” con los funcionarios y dirigentes gremiales para llegar a acuerdos políticos y sindicales. Casualmente, o causalmente, cuando se publicaron las denuncias contra el sacerdote, fue corrido y separado de ese lugar de poder. ¿Habrá sido por miedo a que aumentaran las denuncias contra un referente eclesiástico de su talla? ¿Verdaderamente Tucho Fernández quiere correr a los abusadores de la Iglesia? Si tuviese dicho motivo, habría avanzado con las investigaciones y separado de la parroquia, que tiene a cargo el colegio primario y secundario donde concurren niñes y adolescentes del barrio, quienes quedan totalmente expuestos.
Los cinco del Provolo
Las condenas a 42 y 45 años de cárcel que recibieron en noviembre de 2019 Nicola Corradi y Horacio Corbacho, respectivamente, fue la culminación de un largo proceso. Ambos curas fueron acusados de violar y torturar a más de una decena de niñas y niños sordomudos del Instituto Antonio Provolo de Lujan de Cuyo, Mendoza. Esas denuncias, a su vez, replicaron en La Plata, donde se abrió otra causa penal por abusos y vejámenes cometidos por Corradi, Corbacho y otros curas años antes en la sede platense del Provolo.
Durante los arzobispados de Quarracino, Galán y Aguer los abusos en Provolo se mantuvieron en perfecto secreto. Eso no quiere decir que los monseñores no supieran de su existencia. Sólo que, como se sabe, lo fundamental es la “prudencia” y “evitar el escándalo”. Además de Corradi y Corbacho, la banda de abusadores italianos (trasladados desde Europa escapando de otras denuncias) se completa con Giuseppe Spinelli, Giovanni Granuzzo y Eliseo Primati. El primero murió, aunque la Iglesia nunca informó dónde ni cuándo. A los otros dos el Arzobispado los terminó “repatriando” a Italia, más precisamente a Verona, donde funciona la sede madre de la congregación. Sobre Primati pesa un pedido de extradición para ser juzgado en La Plata.
El rol de la jerarquía católica en el caso, tanto de Francisco como de los arzobispados de Mendoza y La Plata, fue de lo más patético. Del negacionismo inicial al intento de despegarse al máximo de “los italianos”. Eso sí, siempre cuestionando, calumniando y atacando a quienes sobrevivieron a sus abusos y a sus familias. Ante los hechos consumados, con las durísimas condenas sobre la mesa, sobrevino el silencio y el paulatino desmembramiento de lo poco que quedaba de la congregación. ¿Pedidos de disculpas y resarcimiento a las víctimas? Ni soñando.
Di Virgilio
A principios de este 2022, el barrio de Hernández se conmocionó por la denuncia que salió a la luz a través de estos medios: el cura Maximiliano Di Virgilio abusó de una niña del colegio Santa Ana, en noviembre de 2021.
Antes de que saliera todo a la luz por la denuncia de miembros de la comunidad educativa, Di Virgilio había pactado con el Arzobispado una “intervención” en el colegio y la parroquia a través del cambio de representantes legales (hasta entonces era él). Y cuando la cosa ya no pudo evitarse, ante el escándalo público Tucho Fernández le ordenó cambiar de ámbito y no andar cerca de niñas y niños. De manual.
Por suerte para la arquidiócesis, ninguna de las familias del Santa Ana decidió denunciar penalmente a Di Virgilio, lo que le sirve a la Curia para justificar su prácticamente nula sanción (siquiera preventiva) al acusado. Como suelen hacer, Di Virgilio fue trasladado a otra parroquia.
Sidders
Raúl Anatoly Sidders, el excapellán del Colegio San Vicente de Paul y excapellán del escuadrón de Gendarmería de Puerto Iguazú, Misiones, está imputado por los delitos de “abuso sexual gravemente ultrajante por su duración en el tiempo” en perjuicio de una alumna que, ya siendo adulta, lo denunció. El juicio será recién en julio de 2025 y, hasta entonces, gozará del privilegio de la prisión domiciliaria. Estuvo muy poco tiempo con prisión preventiva efectiva, pudiendo entorpecer la investigación y hasta fugarse.
“Frasquito”, como se lo conocía en los pasillos del colegio San Vicente de Paul (según relataron exalumnos), fue denunciado penalmente y fue detenido en diciembre de 2020. Pero seis meses después el juez de Garantías N° 6 de La Plata, Agustín Crispo, resolvió morigerar la prisión preventiva de Sidders, beneficiandolo con la prisión domiciliaria. El fiscal Álvaro Garganta, de la UFI 11, fue funcional al fallo ya que acompañó el pedido de la defensa de Sidders.
Raúl Sidders estuvo a cargo de la institución educativa durante casi 20 años –de 2002 a 2020-; también condujo el programa de televisión “Ave María Purísima” en el canal local Somos La Plata, el cual fue denunciado por misógino. Y además, fue capellán de la Base Aeronaval de Punta Indio hasta que fue trasladado al Arzobispado Castrense en la Gendarmería de Misiones. Fue uno de los privilegiados del arzobispo emérito, Héctor Aguer, quien le hizo un lugar para vivir junto a él en la sede de la Curia. Los hechos denunciados sucedieron entre 2004 y 2008.
¿En total son 110?
En una entrevista con La Izquierda Diario, el excura cordobés Adrián Vitali, autor del libro El secreto pontificio. La ley del silencio, contó cómo llegó al cálculo de que en Argentina “hay más de 650 curas abusadores ocultos por la Iglesia”. Basándose en datos de la Conferencia Episcopal Argentina sobre registros “oficiales” de casos denunciados, combinados con la información difundida por el cura Tom Doyle de Boston, Estados Unidos (que tuvo acceso a datos ocultados por el Vaticano).
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Doyle le pasó esa información al diario Boston Globe (cuya investigación retrató fielmente la galardonada película Spotlight). Allí el cura afirmaba que, según esos datos sensibles guardados en Roma, a lo largo y ancho del mundo salió a la luz sólo el 10 % de los casos reales. “Sabemos que la matriz del abuso en la Iglesia es la misma en todo el mundo, por lo tanto una proyección de esos números a Argentina nos da unos 650 curas abusadores. Pero me animo a decir que son muchos más. Y esto va a ir saliendo a medida de que las víctimas denuncien”, afirma el argentino Adrián Vitali.
Si proyectamos esos números a la arquidiócesis de La Plata, porcentaje más porcentaje menos, teniendo en cuenta los once curas arriba mencionados, ¿deberíamos estar hablando de más de un centenar de abusadores sexuales que han hecho de sus sotanas y de la complicidad de sus superiores un salvoconducto para someter a, probablemente, cientos y hasta miles de niñas y niños? El número puede parecer exagerado. Pero no lo es, a juzgar por la actuación encubridora y criminal de los sucesivos arzobispos platenses ante las denuncias que sí salieron a la luz. ¿Cuántos son? Buena pregunta para que responda, sin hipocresías, Tucho Fernández. Dudoso que lo haga, claro.
Estefanía Velo
Más conocida como “Tefa”, nació en Mar del Plata en 1989. Trabajadora de prensa, periodista y Licenciada en Comunicación Social (egresada de la UNLP). Buscadora de la aguja en el pajar: le apasiona el periodismo de investigación. Trabajó en prensa institucional, en diversos medios privados de La Plata, y colaboró en medios alternativos como ANRed. Actualmente escribe notas vinculadas a los derechos humanos, política y cada tanto entrevista a personajes de diversos territorios. También integra el área audiovisual, En Foco, como productora periodística. Siempre redactando con las gafas violetas puestas. Desde 2018 forma parte de la cooperativa Pulso Noticias, donde aprendió a vender publicidad, gestionar pautas y hasta armar un gran escritorio en madera.
Nació en La Plata en 1975. Trabajó en diferentes oficios (tornero, librero, técnico de TV por cable, tapicero y vendedor de varias cosas, desde planes de salud a pastelitos calientes). Estudió periodismo en la UNLP. Ejerce el violento oficio como editor y cronista de La Izquierda Diario. Milita hace más de dos décadas en el Partido de Trabajadores Socialistas (PTS).