Fernando Lozada, de la agrupación que convocó a la apostasía colectiva
Muchas personas que fueron a manifestarse en favor del aborto firmaron las planillas que llevó la Coalición Argentina por un Estado Laico (CAEL) para desafiliarse del credo
«Olé olé olá, aborto libre y legal ya / y que los curas se vayan a laburar / plata para educación sexual / y que los curas se vayan a laburar».
Un grupo de chicas canta mientras hace una fila que no es para comprar hamburguesas ni pañuelos verdes. La hilera de hombres y mujeres es larga y tiene un motivo menos estético que filosófico. Se trata de personas, especialmente jóvenes, que esperan su turno para llenar el formulario que inicia la apostasía, es decir, la desafiliación a la Iglesia católica.
Cientos, quizá miles, sellaron este miércoles su renuncia a la Fe. La convocatoria nació en las redes sociales y se materializó sobre una mesa modesta ubicada en Avenida de Mayo casi en la esquina de Salta, decorada con carteles que invitaban a abandonar la religión católica y algunos «memes» convertidos en stickers, como el de San Cayetano, el patrono del trabajo, con un pañuelo verde atado al cuello.
«Mi familia es re religiosa, mi papá es pastor apostólico y siempre pensé lo mismo, desde que era chica: que yo no tenía nada que ver con todo eso«, cuenta Camila Belén Scalisi. La chica de 21 años llegó junto a su amiga Juana Mujica, quien explica que se enteraron por Facebook y fueron directamente a buscar el stand en la avenida.
Casi todos los firmaron durante la marcha por la legalización del aborto (el lado verde) traían la idea desde antes de que comenzara el debate en Diputados, pero los argumentos expuestos por el lado celeste y el aporte que hizo la Iglesia para motorizar la oposición al aborto legal les detonó la acción.
«La religión es un chamuyo. Una forma de dominar y manipular. ¿Qué es la Fe? Me enoja la injerencia de la Iglesia católica en el aborto. Tienen abusos y no lo dicen. Son impunes, y están respaldados por el Estado», comentó Camila, que recuerda cuando a los ocho años le preguntó a su papá pastor por qué las mujeres no podían ser ella también y la respuesta, que jamás olvidó, fue: «Las mujeres están en el coro o son maestras».
La apostasía colectiva fue convocada por la Coalición Argentina por un Estado Laico (CAEL). «Nosotros perseguimos la separación de Iglesia y Estado. La apostasía es un acto personal y político. Acá facilitamos el trámite», explica Marcela Brusa, docente de 58 años, e integrante de la organización, que una vez recolectadas las formularios se encargarán de llevarlos a los respectivos arzobispados.
«Queremos que se sinceren los números de fieles. La Iglesia usa el número de bautizados para reclamar privilegios del Estado. Ya ves que la mesa está llena de gente», sonríe Brusa, abrigada con una campera que tiene estampadas las banderas del Vaticano y la Argentina separadas por un rayo rojo.
«Hace mucho que lo quería hacer pero pensaba que era un trámite complejo. No estoy para nada de acuerdo con la iglesia. Mis padres me afiliaron sin preguntarme y no comulgo con esas ideas. No me interesa sumar a su poder.
Me parece malísimo institucionalmente y para el país lo que hace la Iglesia con el aborto. Es un avasallamiento en nombre de Dios. Pretenden hablar por todos», dice Sol Ugalde, de 29 años, diseñadora en comunicación visual.
Fernando Lozada, es uno de los militantes de CAEL que recibe a los fieles que buscan dejar de serlo. La mayoría no pregunta, simplemente completa el formulario, entrega fotocopia de su DNI y se va, sintiéndose ex católico. Una chica se acerca y le pregunta por qué, entre otras cuestiones, pretenden sacar la simbología católica de los espacios públicos, como el Salón de los Pasos Perdidos del Congreso.
«Fue entronizada a fines de los ’90. Y muestra el privilegio de una institución sobre otras que no pueden estar ahí. Y da un mensaje. ¿Qué clase de sexualidad se quiere con una virgen madre y sumisa? No puede haber ciudadanos de segunda», explica Lozada, de 44 años.
CAEL nació en 2010 para contrarrestar un proyecto de libertad religiosa presentada por la ex diputada Cinthya Hotton. «Para nosotros esto es un acto político. Les pedimos que dejen de reclutar fieles a la edad de un año. Una persona tiene que poder decidir. Y no hablen más en nuestro nombre. Es un acto simbólico que ayuda a tomar conciencia», explica Lozada.
Según esta Coalición, el Estado aporta 20 mil millones de pesos anuales (sin contar exenciones impositivas) a la Iglesia Católica, en proporción a sus fieles bautizados.»Y estan las tierras fiscales que posee. Recibe entre 500 y 1.000 propiedades por año«, asegura Brusa.
Juano Beni llegó a la mesa de CAEL junto a su novio Julián Spandrio. Los dos llenaron el formulario con la cara pintada de verde. «El bautismo es un trámite en contra de la voluntad. Yo no pude elegir. Y quiero mi soberanía. Además para aportar a la quita de poder de la Iglesia en las decisiomes y lo que pasa en el Congreso», dice Beni, y le da un beso a la estampita del «San Cayetano abortero».