Tras el reciente fallecimiento de Javier Marías se han destacado muchas facetas del escritor, y una de ellas es su anticlericalismo, para a continuación hablar sus malas pulgas ante cualquier mínimo olor a incensario.
Un compañero de Europa Laica, el filósofo Miguel Fernández, tuvo la agudeza de señalar que, aunque pueda parecer un tiquismiquis o una sutileza, anticlericalismo y clero-fobia no son la misma cosa. Estos dos conceptos tienen diferente raíz, a saber: clerical y clero. Según el diccionario, clerical refiere a lo “marcadamente afecto y sumiso al clero y a sus directrices”, y el clericalismo es la “influencia de los dirigentes de una religión en la política de un Estado”, mientras que por clero se entiende la “clase sacerdotal”.
Desde el movimiento laicista se observa la confusión de estos conceptos con preocupación, ya que el anticlericalismo es algo propio del laicismo, pero no así la clero-fobia. Y es que ser anticlerical significa defender la separación Iglesias-Estado, y por lo tanto oponerse a la intromisión del clero en la política estatal, a la imposición al conjunto de la ciudadanía de las convicciones particulares propias de una confesión religiosa particular, sea cual sea.
Desde el movimiento laicista se observa la confusión de estos conceptos con preocupación, ya que el anticlericalismo es algo propio del laicismo, pero no así la clero-fobia
Así, desde el laicismo se está en contra de los privilegios públicos para las confesiones, como la financiación de la Iglesia Católica que Europa Laica calcula que recibe de las arcas españolas más de 11.000 millones de euros (cifra de 2017, que seguro ahora es mucho mayor, y que además nunca ha sido desmentida, por lo que probablemente ya se quedase corta en su momento), pero también se está en contra de que se subvencione el budismo, como están haciendo la Junta de Extremadura y el Ayuntamiento de Cáceres donando el terreno y subvencionando la construcción del “mayor centro budista de Occidente”.
También se está en contra de que las autoridades públicas participen ostentando sus cargos en actos religiosos como las procesiones católicas. Todo ello no implica que se esté en contra del clero en sí mismo, no se trata aquí de clero-fobia, como la que profesaba Javier Marías que, como se dice, no soportaba el olor a inciensiario. Siendo Marías clerófobo, efectivamente también sería anticlerical, pero no confundamos el día y la noche.
Pablo Laguna Sánchez es socio de Europa Laica y responsable del Observatorio del Laicismo.