“Andorra, el país de los Pirineos”, reza su eslogan publicitario para atraer al turismo. Efectivamente, Andorra es conocida por sus imponentes paisajes, sus majestuosas montañas y los deportes de nieve. Y Caldea. Y la compra de determinados artículos a buen precio. Para la gente de la provincia de Girona es habitual hacer de vez en cuando una escapada a Andorra para disfrutar de todo esto. Personalmente, estuve una vez en mi vida, cuando era una adolescente. Lo pasé bien porque fui en compañía de una buena amiga con la que me divertiría hasta en el mismísimo infierno. Sin embargo, nunca se me ha ocurrido volver. Simplemente, como destino turístico, Andorra no tiene absolutamente nada que me interese. Además, el país de los Pirineos es también tristemente conocido por ser un paraíso fiscal donde corruptos y mafioso de media Europa esconden su dinero para evadir impuestos y sortear la ley de sus países. En España lo sabemos bien, especialmente en Cataluña. Y si no pregunten a la familia Pujol Ferrusola, que de esto saben un rato largo. Andorra ha resultado muy práctica para toda esta gente desde hace mucho, mucho tiempo.
Andorra ha aparecido últimamente en los medios de comunicación por otra cuestión. Si hace unas semanas asistíamos a otro episodio de la lucha de las mujeres por el derecho al aborto en Argentina e Irlanda, es ahora el turno de Andorra. ¿Qué pasa ahí con el derecho al aborto? Muy simple: no existe. Ni por libre decisión ni bajo ningún supuesto. Ni que te violaran con 12 años y quedaras embarazada de un feto con terribles malformaciones cuya gestación supusiese una muerte segura – por poner en ejemplo extremo -, en Andorra no se te practicaría un aborto. Por lo tanto, en cualquier caso, tendrías que irte hasta Girona, Barcelona o Toulouse. Tener el dinero para el viaje y para la interrupción del embarazo. Y además, claro está, que te den días libres en el trabajo para poder hacer el viaje, en un país cuyas condiciones laborales son nefastas, por cierto. O sea que a parte de tener que irte para poder abortar, podrías acabar perdiendo el trabajo. Suma y sigue.
Últimamente, las compañeras feministas andorranas se han pronunciado en los medios de comunicación de fuera de Andorra. Lo que cuentan es terrorífico. Además de la inexistencia de este derecho fundamental de las mujeres – que ha supuesto casos tan horrendos como el de una niña de 13 años obligada a parir en 2016 -, resulta que una parte importante de la sociedad andorrana las mira con recelo por su reivindicación del aborto, que sigue siendo un tema tabú. Señalan también que a menudo las mujeres andorranas que quieren interrumpir su embarazo creen que podrán hacerlo en su país sin problemas, al creer que su legislación no debe de ser muy distinta a la española. Pero lejos de ser así, abortar en Andorra puede suponer la cárcel. Y es más – agárrense -, la ley incluso permite perseguir a las mujeres andorranas que aborten fuera del país. Sin embargo, no lo hacen, cosa que encima les es reprochada a las feministas andorranas. Algo así cómo “no te quejes, que dejamos que vayas a Barcelona a matar bebés y hacemos la vista gorda”.
Y es que los dos grandes Estados entre los que Andorra se encuentra encastrada, España y Francia, están respectivamente en la quinta y la vigésimo primera posición del ya conocido Índice del Instituto Mujer Paz y Seguridad de la Universidad de Georgetown y el Instituto de Investigación para la Paz de Oslo. Así es a pesar de que a menudo y naturalmente, enfrascadas en la actualidad más inmediata, tanto españolas como francesas nos sintamos conmocionadas por las desesperadamente habituales noticias de asesinatos y violaciones de mujeres. Por lo tanto Andorra, que no figura en dicho estudio, es sustancialmente diferente a sus dos vecinos en cuanto a la situación de los derechos de las mujeres. ¿A qué se debe esta anomalía andorrana que incluso coge por sorpresa a las ciudadanas del país cuando quieren interrumpir su embarazo, chocando contra un ley tan retrógrada?
Esto también es muy simple: la Iglesia, desde que en el s.XII un conde cediera a un obispo los derechos sobre sus tierras y sobre quienes vivían en ella. Bien entrado el s.XXI, y después de 900 años, las vicisitudes históricas han hecho de Andorra un país del tamaño de un señorío feudal, con dos Jefes del Estado, llamados copríncipes. Uno de ellos es el presidente de Francia, a día de hoy, Emmanuel Macron. El otro es el obispo de la Seu d’Urgell, Joan-Enric Vives en la actualidad. Vives no gobierna en Andorra, pero ha amenazado con abdicar si el aborto es aprobado, provocando así una crisis política que implicaría necesariamente a Francia, y quizás a España. Las feministas en Andorra ya han interpelado a Macron para que ayude a equiparar los derechos de las andorranas a los de las francesas. Sin duda, nuestras compañeras están en una posición peliaguda para conseguir su objetivo, aunque sólo sea para que se acepte el aborto en los supuestos de violación, malformación y riesgo para la salud física y mental de la mujer.
También en Argentina, de donde el actual Papa es oriundo, la Iglesia fue parte importante de la reacción contra el proyecto de ley del aborto hace pocos meses. Pero en Andorra la Iglesia no está separada del Estado, y uno de sus jefes de Estado puede bloquear la consecución del derecho al aborto por motivos estrictamente religiosos, e igualmente impedir avances hacia una mayor igualdad de las andorranas en cualquier otro asunto, como la lucha contra la violencia de género. Sea cual sea el objetivo del feminismo, en Andorra chocará de frente con la Iglesia como parte del Estado. El presidente francés e incluso la ONU, como ya ha hecho con el tema del aborto, pueden interceder. Pero mientras un obispo sea Jefe del Estado y copríncipe, las andorranas difícilmente podrán avanzar. De este modo, los objetivos del feminismo en Andorra se modifican: es esencial acabar con la jefatura eclesiástica del Estado. El gobierno, actualmente en manos del partido liberal de centroderecha Demócratas por Andorra, tendría la pelota en su tejado, debatiéndose entre la aceptación de un derecho fundamental para la vida de las mujeres – lo que dudo mucho que les quite el sueño – y la preservación del sistema político andorrano actual. Al fin y al cabo, lo que más interesa a Andorra y a los poderes fácticos del capital internacional es que ese país siga existiendo como paraíso fiscal. Pero si se diera el caso de que la abdicación del obispo acabara con el Estado de Andorra como país, pasando a formar parte de Francia o de España, lo cierto es que las andorranas sólo podrán ganar de caras a incrementar sus derechos.
Es muy probable que el derecho al aborto no llegue a Andorra a corto plazo. Pero como dijimos a propósito de Argentina, tarde o temprano llegará. Está por ver el cuándo, el cómo, el qué supondrá para el Estado de Andorra, y en qué situación pillará a Francia y a España. En cualquier caso, desde el feminismo estaremos atentas a como avanza la cuestión en esta rémora feudal que es el Estado de Andorra, que ha arrastrado hasta hace pocas décadas graves discriminaciones contra la mujer. Hasta los años 80, a los hijos e hijas de madre andorrana y padre extranjero no se les concedía la nacionalidad, a menos que la madre fuera una pubilla o hija heredera, mientras que sí se les concedía a los hijos e hijas de padre andorrano y madre extranjera. En aquella misma época, sindicatos franceses y españoles ya denunciaban la dura realidad social y laboral de miles de personas extranjeras en Andorra, llegando a ser calificada de “realidad medieval”. La falta de derechos laborales y sindicales en el pequeño país de los Pirineos se extiende hasta hoy día como lo hace el rechazo de los derechos de las mujeres. Con todo, Andorra se muestra ante el mundo como una vergüenza y en contra a la liberad de las mujeres.