¿Estamos condenados los españoles a no poder entendernos, a pesar de las diferentes culturas políticas y religiosas? ¿Cuál puede ser el papel mediador de los intelectuales? El profesor Antonio García Santesmases, Catedrático de Filosofía Política (UNED, Madrid), ofrece perspectivas abiertas para un diálogo en un artículo aparecido en la revista Iglesia Viva. Con su autorización, reproducimos algunos textos y se presentan algunos comentarios.
A diferencia de otras épocas, en la actualidad existen en España actitudes de pluralismo dentro del agnosticismo, del laicismo y del cristianismo. Esto requiere un análisis riguroso para saber detectar diferencias y convergencias dentro de estas corrientes ideológicas, filosóficas y religiosas.
El profesor Antonio García Santesmases, Catedrático de Filosofía Política (UNED, Madrid) ofrece perspectivas abiertas para un diálogo en la revista Iglesia Viva (número 261, enero-marzo 2015, sobre “La política hoy, entre la utopía y el pragmatismo”), en un interesante artículo: “Agnósticos, laicistas y cristianos: entre la confrontación y el diálogo ” que comentamos a continuación.
El intento de agrupar a los intelectuales españoles en un proyecto político común fue uno de los aparentes fracasos de Ortega y Gasset con su Agrupación al servicio de la República. ¿Estamos condenados los españoles a no poder entendernos a pesar de las diferentes culturas políticas y religiosas? ¿Cuál puede ser el papel mediador de los intelectuales? En opinión de Santesmases, nos encontramos en un momento propicio para este inicio de diálogo que construye puentes entre agnósticos, laicistas y cristianos.
Escribe: “El tema que abordo en estas páginas muestra que la religión y los temas que colateralmente tienen que ver con ella no ha desaparecido del debate público, sino que, por el contrario, va a estar cada vez más presente, si tenemos una mirada mundial sobre los acontecimientos que están teniendo lugar en España, en Europa y en la política internacional”.
Tipologías dentro del agnosticismo
Una de las aportaciones más iluminadoras de este artículo de Santesmases en Iglesia Viva es la presentación de una tipología. Una tipología siempre es reduccionista, puesto que supone un intento artificial de organizar realidades dispersas. Pero tiene la virtud de la claridad.
Escribe Santesmases: “En primer lugar, voy a presentar una tipología sobre las diversas corrientes intelectuales y políticas que existen dentro del agnosticismo y veremos cómo se sitúan en la polaridad diálogo/confrontación con el mundo cristiano. En segundo lugar, me centraré en el análisis de un espacio político e ideológico relevante para este tema como es el del PSOE. Finalmente, presentaré una reflexión sobre el futuro teniendo en cuenta el nuevo ciclo político en España y los atentados yihadistas en París en Enero de 2015”. Nos centraremos más en el primer aspecto relegando los dos puntos siguientes a un breve resumen.
La postura del agnosticismo
Aunque esta postura aparece modernamente con frecuencia en los medios de comunicación, el concepto no es tan antiguo. El Agnosticismo (que no debe confundirse con gnosticismo) es una palabra que tiene una etimología clásica. La palabra “agnosticismo” (del griego α- [a-], ‘sin’; y γνώσις [gnōsis], ‘conocimiento’) es la postura que considera que los valores de verdad de ciertas afirmaciones —especialmente las referidas a la existencia o inexistencia de Dios, además de otras afirmaciones religiosas y metafísicas — son desconocidas o inherentemente incognoscibles.
De acuerdo con el filósofo William L. Rowe, en el sentido popular, un agnóstico es aquel que ni cree ni descree en la existencia de Dios, mientras que un teísta y un ateo cree y descree respectivamente. Se diferencia del ateísmo, en que este es el descreimiento en dioses, mientras que el agnosticismo es la mera suspensión de la creencia.
El biólogo británico Thomas Henry Huxley acuñó la palabra agnóstico en 1869. Sin embargo, algunos pensadores y obras de la antigüedad ya habían promovido puntos de vista agnósticos, incluido el agnosticismo de Sanyaia Belatthaputta (filósofo indio del siglo V a. C.) respecto de la existencia de cualquier forma de vida más allá de la muerte, el de Protágoras (filósofo griego del siglo VI a. C.) sobre los dioses y el del «Himno de la creación », parte del texto sagrado indio Rig-veda (uno de los textos conocidos más antiguos, compuesto probablemente entre 1500–1200 a. C.), acerca del origen del universo. Desde que Huxley creó el término, muchos pensadores han escrito extensamente sobre el tema.
El agnosticismo, de hecho, no es un credo, sino un método, cuya esencia radica en la rigurosa aplicación de un único principio. […] Positivamente, el principio puede expresarse: en cuestiones del intelecto, sigue a tu razón tan lejos como ella te lleve, sin tener en cuenta ninguna otra consideración. Y negativamente: en cuestiones del intelecto no pretendas que son ciertas las conclusiones que no han sido demostrados o no son demostrables.
Dicho esto, conviene acudir otra vez a Santesmases. “En nuestro país y en el contexto europeo detecto cinco tipos de agnósticos, cuyas señas de identidad voy a comentar”.
1. El agnóstico neoliberal
Estamos ante la figura dominante en el contexto económico-político. Una figura representativa de esta posición es Mario Vargas Llosa. Tras la caída del muro de Berlín se ha ido imponiendo como filosofía política dominante. La defensa del mercado, de la productividad, de la competitividad, de la desregulación y de la privatización ha ido configurando una mentalidad que domina al conjunto de la sociedad y que, por tanto, afecta a la política, a la cultura, a la moral y a la religión.
Esta posición hegemónica ha sufrido una inflexión a partir de la crisis del año 2008 La globalización económica descontrolada ha provocado una necesidad cada vez mayor de asentar, de reavivar, de crear algún tipo de identidad. Esta identidad puede ser una identidad nacional-estatal, la identidad de una nación sin Estado, o la identidad de una minoría cultural dentro de un Estado.
El neoliberal pretende que el retorno de la lucha por la identidad no ponga en cuestión los principios del sistema económico hoy dominante. De ahí el interés por circunscribir a sus justos límites cualquier respuesta cultural, religiosa o moral que pueda atentar contra los imperativos del sistema.
Si se trata únicamente de compensar con algunos principios morales genéricos los defectos del sistema, la religión es bienvenida. Si, por el contrario, la llamada a la fraternidad puede derivar en una crítica al sistema económico-político hay que procurar reconducir su crítica y metabolizar su denuncia.
La alianza entre el neoliberalismo económico y el neoconservadurismo moral ha durado mucho tiempo pero está comenzando a ponerse en cuestión con la llegada de Jorge Bergoglio al Vaticano.
2. El agnóstico liberal
Estamos ante un tipo de liberalismo distinto al anterior. Aquí prima el liberalismo político y cultural, pues la preocupación por la autonomía política frente a cualquier tipo de imposición moral es la máxima prioridad. Dado que para este liberalismo la gran apuesta son los derechos cívicos, las religiones aparecen como una cortapisa que pretende imponer su moral particular al conjunto de la ciudadanía.
Las religiones son percibidas como depositarias de una concepción metafísica del bien que considera que la suya es la única moral objetiva y, por tanto, es la que debe regir las leyes del Estado. Los puntos de fricción son conocidos: matrimonio homosexual, eutanasia, regulación del aborto. El choque se produce a la hora de distinguir entre Derecho y Moral, entre Verdad y Libertad, entre la Soberanía de los Parlamentos y el papel de las Iglesias. Figuras representativas de esta posición son Fernando Savater y Amelia Valcárcel.
Este debate lo hemos podido visualizar en torno a la ley que proponía el ministro Gallardón. Para el mundo liberal-conservador la posición de la jerarquía eclesiástica le creaba grandes problemas porque muchos de los que coincidían con su diagnóstico de los males económicos, no compartían la posición moral neoconservadora. Las grandes formaciones políticas liberal-conservadoras saben que no pueden renunciar a dar cauce a las demandas del mundo católico conservador. Ahora bien, si en un momento determinado consideran que van a sufrir un precio electoral demasiado elevado, optan por dar marcha atrás.
Este ha sido el caso en España provocando la dimisión del ministro Gallardón y la retirada del proyecto de ley. Una parte de los votantes del PP que coinciden con la visión de la nación y de los recortes económicos que tiene esta partido, discrepaban abiertamente en lo que consideraban un empecinamiento excesivo del anterior ministro. A pesar de la importancia de Gallardón dentro del mundo conservador y de las presiones de la jerarquía eclesiástica, Rajoy ha decidido no seguir adelante con el proyecto de ley sobre el aborto que propugnaba Gallardón.
El liberal permisivo en materia moral suele encontrar su acomodo en el mundo de los partidos liberal-progresistas y en muchos electores de los partidos socialistas. Según él, la religión debe desarrollarse en el mundo de lo privado, sin interferir en la esfera pública. Esta debe quedar protagonizada por las formaciones políticas que compiten en los procesos electorales y legislan las leyes en los Parlamentos. El mundo religioso es visto con recelo, con precaución, con cautela, como un adversario de la laicidad, del pluralismo moral y de los derechos cívicos conseguidos.
Si el modelo del agnóstico neoliberal puede ser Mario Vargas Llosa y el del agnóstico liberal Fernando Savater, el exponente máximo del agnóstico socialista está vinculado a la puesta al día del laicismo. En este campo existen diversas tendencias: desde posiciones fronterizas con la creencia cristiana como la que representaba Luís Gómez Llorente, hasta posiciones beligerantemente anticlericales como la que encarna Gonzalo Puente Ojea. Para el laicismo el mundo religioso es visto como antagonista y como aliado. Como antagonista del mundo secularizado de la modernidad al haber sido un factor retardatario de la emancipación política, del avance científico y de la secularización cultural. Un antagonismo que se ha sustanciado en el conflicto educativo que ha dividido a las fuerzas políticas durante años y años.
En relación al laicismo, al republicanismo y a la memoria histórica hay interpretaciones muy diferentes de laicistas y cristianos. Son posiciones plurales y, en ocasiones, antagónicas que se manifiestan visualizan en los temas relacionados con el papel del Estado, el lugar de la educación y la conformación de una ciudadanía democrática.
Si el debate lo vinculamos a las posiciones ante el sistema socio-económico las tornas cambian. Precisamente porque hay diversos tipos de cristianismos, nos encontramos con la existencia de un cristianismo profético dispuesto a luchar por los más débiles y favorable a caminar hacia la periferia del sistema. Este tipo de cristianismo constituye un aliado imprescindible de un socialismo contrario al actual sistema económico dominante.
Los sectores ubicados en este cristianismo pueden ser un aliado muy relevante tanto para el socialismo que considera que es deseable volver al modelo social de posguerra que está siendo arrumbado por el mundo neoliberal, como para el socialismo que piensa que es imprescindible ir más allá del keynesianismo y apostar por un internacionalismo anticapitalista. Lo que el neoliberal vive con pavor en el mensaje del Papa Francisco, el socialdemócrata y el anticapitalista lo vive con esperanza.
4. El agnóstico ilustrado
Este tipo de agnóstico, como el que analizaré posteriormente, caracterizan al mundo filosófico más que al mundo político. He preferido analizar, en primer lugar, los tres anteriores porque creo que los profesores de filosofía acostumbramos a trascender a toda velocidad el contexto económico-político y ello nos impide captar conflictos de gran relevancia que marcan el mundo actual.
Hay que decir, sin embargo, que estos conflictos no son los únicos y tanto el neoliberal economicista, como el liberal permisivo, como el mismo socialista se encuentran con un problema de fondo que trasciende estas categorías políticas. Todas ellas son posiciones ideológicas que remiten a la razón, a distintas formas de razón.
El problema con la religión (con las religiones), con el cristianismo (con los cristianismos) es que trasciende a la razón, la trata de superar, de completar, de compensar.
¿Es viable este intento de ir más allá de los mecanismos del mercado, de los procedimientos democráticos, de las políticas públicas y arribar al mundo del sentido? ¿Estamos ante un Sentido con mayúsculas o ante sentidos fragmentarios?
Más allá de precisar en qué medida las religiones pueden sanar el sistema socio-económico o aportar fraternidad a los sectores excluidos, hay aquí un problema de fondo que vuelve a poner encima de la mesa la cuestión de la identidad y los efectos de la globalización. Una identidad que remite a las raíces, a la historia, a los relatos, a las narrativas que nos damos los hombres para argumentar que hay un Sentido que llene nuestras vidas desde el origen hasta el ocaso, desde el principio hasta el fin.
Detrás de todos los debates acerca de la memoria de las victimas, de las demandas de justicia y de la apuesta por la reconciliación subsiste este problema. ¿Se le pide a la política que se haga cargo del sentido o es preferible dejar este mundo a las religiones? Un ejemplo de agnóstico ilustrado defensor del desencantamiento definitivo del mundo y receloso de cualquier escatología es Paolo Flores D’Arcais.
5. El agnóstico postmoderno
Una posición contraria a la de Flores D’Arcais, – y continuamos con el artículo de Santesmases – favorable a una razón fronteriza entre el mito y la filosofía, entre la modernidad y la posmodernidad, entre la Ilustración y la Postmodernidad sería la de Eugenio Trias.
El esfuerzo continuo de su obra por articular un Sistema y por reconocer la sombra de la existencia muestra ese debate nunca inconcluso entre razón e imaginación que inunda el Arbol de la vida por decirlo con el título del libro que da cuenta de sus memorias.
Aquí la creencia y la increencia se sitúan lejos de la moral, lejos de la economía, lejos de la educación, lejos de las instituciones. Se ubican en ese mundo de la vida que está más allá de la razón instrumental, en ese mundo donde anidan los sueños, las composiciones musicales o los experimentos cinematográficos. Se establecen en un mundo donde puede habitar lo irracional, lo impensable y por ello formas de identidad transgresoras de lo cotidiano, de lo convencional y también de lo racional. Formas quizás fragmentarias de sentido que tanto interesaron a sociólogos como José María Mardones y que siguen teniendo fuerza en la actualidad.
Estos cinco tipos de agnósticos tienen diversas formas de establecer diálogos y confrontaciones con los diversos cristianismos y con los pensadores cristianos. Sin embargo, el tema que nos ocupa en este texto va más allá de los debates entre intelectuales. Afecta también a organizaciones culturales y a partidos políticos.
En España, el PSOE es un ámbito político-ideológico donde se entrecruzan diversas tendencias sobre la religión, el agnosticismo, el laicismo, las relaciones con la Iglesia y otras confesiones religiosas, la interacción del partido con los mundos cristianos y religiosos, así como con otras organizaciones enfrentadas a diversos sectores católicos.
En diversos encuentros y conferencias – prosigue Santesmases – me han interpelado sobre ese debate en el PSOE. En ciertos ámbitos, especialmente de cristianos progresistas, había causado sorpresa en unos casos, perplejidad en otros y dolor en los más, lo que entendían como una vuelta del PSOE a una posición de dureza en relación a la religión, resucitando un anticlericalismo trasnochado, fruto de un laicismo intransigente que exigía una privatización forzada de las creencias religiosas.
Para ellos se trataba de una posición regresiva que reflejaba una clara involución. Entendían que todo el esfuerzo realizado por tender puentes entre el socialismo y el mundo cristiano no había cuajado. Algo había fallado para que después de tantos años de diálogo entre unos y otros el mensaje que salía de la Conferencia Política no recogía en positivo estos esfuerzos. Algunos de mis interlocutores me comunicaron que vieron por Internet el desarrollo de todo el debate y que habían quedado claramente defraudados.
Nuevo contexto sociopolítico y nuevos conflictos
Pienso – prosigue Santesmases- que los puntos centrales del conflicto actual remiten a la tensión entre el neoconservadurismo moral y el laicismo liberal; entre el nacionalismo católico y el republicanismo laico; entre el neoimperialismo estadounidense y la alianza de civilizaciones; entre el pensamiento único y el cristianismo mesiánico.
El primer conflicto es el más claro. Para el militante socialista, herido por tantas dejaciones y por tantas políticas que no comparte, el motivo de orgullo está en la ampliación de los derechos cívicos. Si algo quedó claro en la Conferencia Política es que está muy vivo el combate por el matrimonio entre personas del mismo sexo y la oposición furibunda de la Conferencia Episcopal al matrimonio homosexual.
No aparece como un tema baladí, como una cuestión secundaria, como algo propio de un partido radical. Es el motivo principal de orgullo y desde esta perspectiva la Iglesia oficial aparece como el adversario que siempre pone pegas, que moviliza a sus huestes en contra de la libertad, que trata de imponer su Verdad con mayúscula. Desde esta perspectiva, es esencial es reducir el papel público de las Iglesias.
Cada uno puede creer lo que quiera en su intimidad pero el espacio público es para la política democrática. Basta ya de injerencias de la Iglesia católica en la legislación de los Parlamentos. Es hora de ponerla en su sitio y reducir los privilegios que se le han concedido.
Un debate abierto con dos posturas
Entre los concernidos apasionadamente por este tema podríamos distinguir dos tipos. Hay defensores de la laicidad que quieren dar continuidad a los pactos de la transición, pero realizando las necesarias reformas que permitan actualizarlos y hacerse cargo de la nueva realidad multicultural. También existen otros defensores de la laicidad, impregnados de un profundo positivismo, para los que la religión debe estar fuera de la escuela, porque la escuela es el lugar de transmisión del conocimiento científico y el lugar de la religión está asociado a la superstición, a la ignorancia, al timo.
Esta posición laicista en el PSOE quiere dar continuidad a los pactos de la transición, pero considera imprescindible proceder a rectificar errores que se cometieron entonces al aprobar los acuerdos entre el Estado español y la Santa Sede. Hay que superar la situación actual donde solo cabe una enseñanza confesional de la religión.
Esta pluralidad de expresiones afecta al mundo de las distintas religiones y al propio mundo católico. En la Conferencia Política del PSOE pudimos ver la pluralidad de la que participan muchos de los miembros del denominado grupo de “cristianos socialistas” y de otros cristianos de izquierda invitados.
Algunos aparecían ante muchos militantes como representantes de la Conferencia Episcopal y de la Iglesia jerárquica dentro del partido, como los interlocutores validos con un mundo institucional con el que toda ejecutiva socialista quiere acordar y negociar. Muy útiles para esa tarea de mediación institucional, pero no para conseguir que su posición logre impregnar una nueva cultura política en el partido.
Esa perspectiva de mediación institucional es la que choca con otro grupo de cristianos que no quieren ser encuadrados bajo ninguna etiqueta, que son muy críticos con la jerarquía eclesial y que lo que desean es que se dé primacía a las políticas contra la pobreza, la exclusión y la precariedad laboral. Estos cristianos de izquierda están dentro y fuera del PSOE, pero coinciden en que no ven que estas políticas prioritarias para ellos hayan sido los objetivos prioritarios en las políticas económicas realizadas por los gobiernos socialistas.
Estos cristianos de izquierda sintonizan con la base sindical de los partidos socialistas y con la base social que está hoy más allá de los sindicatos y apoya las Marchas por la Dignidad. Forman los núcleos de un cristianismo mesiánico que está muy unido a posiciones anticapitalistas y ecologistas y que representa ejemplarmente Rafael Díaz-Salazar. Es una posición muy cercana a la de un laicismo socialista que asume las conquistas liberales pero trata de trascenderlas.
Después de este sugerente análisis del profesor Antonio García Santesmases, se pueden esbozar, con sus propias palabras, algunas conclusiones de todo lo dicho.
Se abre un abanico muy amplio de posibilidades que hay que ser capaces de encauzar. Hasta ahora la sospecha generalizada en muchos sectores del PSOE es que se trata de propuestas que, desgraciadamente, sirven para adornar los programas electorales pero que no se llevarán a cabo a la hora de gobernar. Y ello es así porque siempre habrá otras prioridades más relevantes que marquen la agenda política.
Imaginemos que el PSOE fuera la fuerza mayoritaria en las próximas elecciones. Imaginemos que estuviera muy lejos de la mayoría absoluta y tuviera que elegir entre un partido nacionalista moderado dispuesto a abandonar el proyecto independentista y un partido nacionalista secesionista que exige un referéndum que facilite la independencia. Evidentemente el PSOE apoyaría a los moderados, aunque ello implicara abandonar la promesa de derogar los acuerdos con la Santa Sede.
Una vez más los esfuerzos por hacerse cargo de las reformas imprescindibles para alcanzar una auténtica política de laicidad quedarán pospuestas. Parece pues que estamos ante un imposible necesario. Necesario para desbloquear la situación actual, pero imposible de realizar porque nunca llega a ser la cuestión prioritaria.
Es aquí – prosigue Santesmases- donde me parece que los temas enterrados aparentemente por la crisis económica, vuelven a aparecer con toda radicalidad: ¿es posible la multiculturalidad?; ¿cabe una laicidad inclusiva?; ¿es factible una alianza entre la Europa laica y el islamismo moderado?
Ante estas preguntas cabe pensar, como hacen y repiten un día sí y otro también los neoconservadores, que la multiculturalidad genera una asunción de los males del multiculturalismo que es extraordinariamente perjudicial y peligrosa. Podemos considerar que el antiamericanismo enfermizo de la izquierda cultural no hace sino poner pegas a Occidente sin confrontarse con el auténtico enemigo. Según los neoconservadores, la izquierda bienpensante sigue poniendo dificultades a la potencia imperial y sigue soñando con alianzas que son imposibles. Piensan que el laicismo acaba en relativismo y que el rearme ideológico es imprescindible.
Cabe contestar, por el contrario, que el laicismo republicano es más necesario que nunca, pero que no pervivirá si sigue deteriorándose el modelo social europeo, si la desigualdad sigue aumentando, si la exclusión social permite que crezca el islamismo radical, mientras a la par cerramos los ojos ante la política extremista en Oriente Medio.
¿Se puede afianzar el modelo social europeo con las políticas económicas neoliberales?; ¿se puede afrontar la relevancia adquirida por las políticas de identidad con la creencia positivista de que el único conocimiento sólido es el conocimiento científico?
Me parece claro que la respuesta es negativa en ambas cuestiones. El reto que aguarda a la nueva generación que ahora toma el relevo en la vida política dentro del PSOE, de Izquierda Unida o de Podemos es contestar a estas cuestiones sin caer en el error de pensar que todo es economía, que no hay nada más allá de la economía que una buena política económica.