La fragilidad política se ha traducido en golpes de Estado y un caldo de cultivo para la corrupción y la violencia.
Al sur del desierto del Sáhara -el más grande del mundo-, el Sahel, una basta franja que recorre de este a oeste el continente africano, ha emergido del ostracismo tras la Cumbre de la OTAN celebrada en Madrid la semana pasada. Los países de esta región se han convertido en los últimos años en el centro del yihadismo internacional, y los líderes de la Alianza Atlántica han puesto sus miradas en ellos, incluyendo el territorio en su Concepto Estratégico para la próxima década como un lugar a vigilar.
La región del Sahel afectada por el terrorismo está compuesta por cinco países (Mauritania, Mali, Burkina Faso, Níger y Chad), donde la falta de gobernabilidad se ha traducido en golpes de Estado, proliferación del terrorismo y un caldo de cultivo para la corrupción y la violencia. Las Naciones Unidas han alertado que en este 2022 son ya más de 30 millones de ciudadanos del Sahel los que necesitan asistencia «vital» y «protección». Así mismo, más de 18,6 millones de personas sufren también inseguridad alimentaria severa.
En la estrategia de la Alianza para la próxima década se especifica que la situación en el flanco sur, donde también incluyen Oriente Medio y el norte de África, «afecta directamente a la seguridad de los aliados«. En el documento se identifican las razones de la inestabilidad en «el cambio climático, la fragilidad de las instituciones, las emergencias sanitarias y la alimentaria», lo que genera un caldo de cultivo que «proporciona un terreno fértil para la proliferación de grupos armados y terroristas».
«La inestabilidad de la zona obliga a los ciudadanos a migrar para huir no solo de los enfrentamientos, sino también de la hambruna»
El ministro español de Exteriores, José Manuel Albares, reconoció durante la cumbre de la OTAN que desde el flanco sur «provienen amenazas exactamente igual que desde el flanco este», calificando la región del Sahel como el «epicentro del terrorismo internacional«.
Según explica a 20minutos David Soler, analista de África subsahariana y fundador del portal África Mundi, «a la OTAN le preocupa que la región se esté convirtiendo en una de las vías para que lleguen migrantes. Ese movimiento se produce no solo por el terrorismo, sino también por la inestabilidad de la región por los constantes golpes de Estado».
¿Por qué ha proliferado el terrorismo en el Sahel?
Los procesos de radicalización y aumento del terrorismo se producen, generalmente, fruto de varios factores. Por un lado, los países del Sahel son geográficamente complicados de gobernar. «Muchos de estos países tienen grandes extensiones en el desierto y territorios de difícil acceso donde los gobierno no llegan, por lo que los grupos radicales cubren ese vacío», reconoce Soler.
Esta falta de autoridad real en partes del territorio se suma a la problemática generada por la hambruna y la situación económica. En este contexto, jóvenes musulmanes fácilmente radicalizables por sus condiciones de vida encuentran amparo en grupos yihadistas. Índices de desarrollo humano bajos, oposición a un Gobierno que no les ofrece oportunidades de futuro y, en algunas regiones, tensiones étnicas, son un cóctel perfecto para la proliferación de grupos extremistas.
Algunos de estos grupos locales se vinculan con otros más reconocidos como Al Qaeda o Estado Islámico para dar mayor notoriedad y repercusión a sus acciones. «De alguna manera hasta les viene bien decir que están con Estado Islámico porque reciben más atención internacional«, afirma el editor de África Mundi. Por su parte, estos dos grupos terroristas aprovechan la inestabilidad de estas zonas para recuperar parte del terreno perdido en Oriente Próximo y continuar expandiendo su influencia.
«A la OTAN le preocupa el auge del yihadismo y tener grupos muy cerca que puedan llegar a Europa por rutas alternativas», explica a este medio Ernesto Pascual, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad Oberta de Catalunya. «La inestabilidad de la zona obliga a los ciudadanos a migrar para huir no solo de los enfrentamientos, sino también de la hambruna», añade.
Los flujos migratorios, el gran miedo de la OTAN
Durante la cumbre de la OTAN se ha otorgado un respaldo económico y de seguridad a Túnez y Mauritania, con el objetivo no solo de ayudarles a combatir el extremismo proveniente de estos países, sino también para contribuir a la seguridad de las fronteras y la migración irregular.
«La OTAN tienen muy difícil intervenir porque para actuar tendrían que llegar a un acuerdo con los gobiernos locales y la Alianza no está muy bien vista en la zona»
Otro socio indispensable de la OTAN situado entre el Sahel y Europa es Marruecos. En el último gran salto a la valla de Melilla muchas de las personas provenían de Sudán, país del Sahel oriental donde el terrorismo no es el problema, pero sí el golpe de Estado que se produjo en octubre de 2021.
«Antes iban por Libia, pero allí les tratan como a perros, por lo que han optado por otra ruta y por eso acaban yendo vía Marruecos», afirma Soler. Para el analista de África subsahariana, que la OTAN, que es una organización militar, ponga la migración como prioridad estratégica «tapa el problema de origen», que «debe ser tratado por otras organizaciones internacionales que no son de carácter militar y que lo llevan intentando muchos años sin éxito».
«Están pensando más en la consecuencia que en la causa y da la sensación de que se ha perdido la esperanza relacionando la migración con la inseguridad«, sentencia.
Combatir la «interferencia» de «competidores estratégicos»
En el Concepto Estratégico aprobado por la OTAN también se señala que el auge terrorista en la región «permite la interferencia desestabilizadora y coercitiva por parte de competidores estratégicos», en referencia a los dos países señalados por la Alianza en el documento: Rusia y China.
«No podemos olvidar que estamos viviendo un auge de la actividad rusa en muchos países del flanco sur, que nos interesan y debemos ser muy sensibles a esa realidad», afirmó una semana antes de la cumbre el embajador del Reino Unido en España, Hugh Elliott.
Pese al interés por vigilar la zona, más allá de apoyo económico y adestramiento, ver una intervención militar de la OTAN será complicado. En el último año varias misiones de países europeos en Mali y Burkina Faso se han retirado o han sido expulsadas tras las tomas violentas de poder. «La OTAN tienen muy difícil intervenir porque para actuar tendrían que llegar a un acuerdo con los gobiernos locales y la Alianza no está muy bien vista en la zona«, explica Soler.
Además, contrarrestar la influencia de Rusia o China tampoco será fácil. Rusia es el mayor exportador de armas a África y, según Pascual, tanto el Estado ruso como el chino han aumentado su presencia en el continente «a base de ejecuciones de infraestructuras a cambio de explotaciones mineras y tierras raras».
Por otro lado, la presencia de grupos paramilitares como el ruso Wagner es más que notable en la región. «Para los profesionales de las guerras, África es el territorio donde se ganan la vida«, afirma Pascual.
El futuro de estos países, y sobre todo el de los ciudadanos obligados a quedarse, no es especialmente halagüeño. Después de diez años de constante deterioro político y humanitario, la OTAN señala por primera vez el Sahel. El yihadismo y la inestabilidad han puesto en alerta a la Alianza, que busca blindar sus fronteras a través de sus aliados en la zona.