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Adonis: «La religión se ha convertido en el gran capital del poder»

Desde su atalaya como el gran poeta árabe vivo, Adonis apura sus 86 años para clamar con amor y rabia por una relectura del islam que permita a los países musulmanes salir de las tinieblas e incorporarse a la modernidad no como meros consumidores, sino como creadores.

Recostado en un sofá de su casa en el barrio parisino de La Défense, donde escribe cartas a mano y en árabe, el sirio Ali Ahmad Said Esber, Adonis, se muestra como un hombre cordial, verboso y vital en una entrevista con Efe por la aparición en España de su nuevo libro «Violencia e Islam» (Ariel).

Su lucha, repite una y otra vez, no va contra la religión sino contra la forma en que las religiones monoteístas, especialmente el islam, se han valido de ella para establecer sociedades injustas que anulan al ser humano por una idea supuestamente más elevada.

«En nuestra época, que se dice moderna, el poder se ha vuelto más complicado. Se puede decir que la religión se ha convertido en el mayor capital del poder, aunque en los países laicos no tiene tanta eficacia», explica.

Para el autor de libros como «Epitafio para Nueva York» o «Zócalo», el islam ha sido manipulado desde su propia concepción para convertirse en un simple medio de control, en el que no existe ninguna espiritualidad.

«En el islam ‘oficial’ no hay pensadores. Hay algunos místicos y sufíes, pero la mayoría son sumisos, solo está ley. El mundo árabe es el último en lo relativo a la creación de la modernidad, pero el primero en el consumo de lo que produce esa modernidad», asevera.

Debido a esa ausencia creadora, Adonis hace un diagnóstico devastador sobre el futuro de la sociedad musulmana -que considera «en descomposición»- y sobre la nula voluntad por los poderosos de realizar una ruptura radical, al considerar que el pasado es la perfección y, como tal, no puede haber evolución.

«Dios -dice con sonrisa pícara- es una invención diabólica. No solo del islam, sino de todas las religiones monoteístas».

Casi como un epítome de esa tradición de obediencia ciega y anulación de la individualidad, surge el grupo terrorista Estado Islámico (o Dáesh por su acrónimo en árabe).

«Dáesh es una variación en el seno del islam, no cae de otro cielo. Es una lectura extremista, porque, desgraciadamente, la interpretación que reina en la actualidad es la wahabí» (doctrina radical nacida en el siglo XVIII e impulsada por Arabia Saudí), señala.

Por eso -alerta- si los musulmanes no separan la religión de la política, la sociedad y la cultura, y no consiguen formar una sociedad laica, «solo obtendrán Estado Islámico».

Circula estos días en Francia una rompedora visión del filósofo galo Olivier Roy acerca del fenómeno del yihadismo, que podría resumirse en que este es consecuencia de la «islamización de la radicalidad», y no a la inversa, de la «radicalización del islam».

Invitado a este debate, que resuena con fuerza en su país de acogida, Adonis se muestra muy reticente con esta lectura, ya que, para él, Al Qaeda o el Estado Islámico son «una radicalidad esencialmente islámica, no una que viene del exterior. Se trata de una radicalización en el seno mismo del islam».

El escritor se encuentra en el punto de mira por las críticas ante su supuesta tibieza frente al régimen sirio de Bachar al Asad y sus masacres.

En su último libro -una entrevista que le realiza la profesora Houria Abdelouahed-, lanza invectivas contra los revolucionarios nacidos con la Primavera Árabe que, según él, harían retroceder aún más a sus países, pero se abstiene de juzgar el papel de los regímenes autocráticos de la región.

En la entrevista con Efe, Adonis recuerda que no puede viajar a su Siria natal desde 2009 -«mi madre murió y no pude ir»- por su postura «crítica contra el régimen y contra lo que se llama revolución. Los dos son catastróficos y es increíble lo que han hecho. Estoy mal visto por las dos partes».

Adonis dispara con su pluma contra el reino saudí, por patrocinar el rigorismo doctrinario que el pensador Ibn Taymiya legó en el siglo XIV, pero también contra Occidente, por ser «cooperador necesario» en la expansión de la ideología radical.

No ha habido, a su juicio, un movimiento intelectual que se haya alzado contra las tropelías cometidas por los yihadistas sobre grandes obras de la humanidad, como en Palmira, ni tampoco se puede entender lo que sucede en el mundo árabe «haciendo una abstracción del mundo occidental, especialmente de Estados Unidos».

«En lugar de que Occidente ayude a las fuerzas democráticas a no mezclar política y religión, hace lo contrario. Tampoco hay que olvidar que la exigencia de Israel de ser reconocida como sociedad de religión judía ha jugado un rol nefasto en los países árabes, pero nadie osa hablar de ello», critica.

Y en medio de tanta bruma y tanta confusión, Adonis aún se permite cierto optimismo: hay lugar para los musulmanes en la democracia y en una sociedad plural. Pero no para el islam en su forma actual, zanja.

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