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Adiós a María, la guardiana de las campanas de Foncebadón

La mujer que impidió que el Obispado se llevara los bronces al Museo de los Caminos en 1993, falleció a los 97 años

«No se retirarán las campanas mientras yo esté aquí. Cuando muera ya se las llevarán a otro lado».  María Fernández, la vecina de Foncebadón que en 1993 evitó la retirada de los bronces del campanario de Foncebadón subida al tejado de la iglesia, falleció hace unos días. Sus palabras quedaron grabadas en un reportaje publicado en Diario de León del 26 de enero de 1993.

María, que alcanzó los 97 años de edad, se convirtió por aquel acto heroico en símbolo de la resistencia rural en una época en que la despoblación silenciaba las campanas por el abandono de muchos de los habitantes de los pueblos. María y su hijo Ángel eran en 1993 los únicos vecinos de Foncebadón y los guardianes de esta localidad maragata que marca la frontera con El Bierzo en el Camino de Santiago francés.

«Las campanas me hacen mucha compañía», afirmó María Fernández a los periodistas de Diario de León que acudieron al pueblo a entrevistarla hace casi 30 años. Su acto de rebeldía dejó a la comitiva del Obispado de Astorga sin cumplir su misión de retirar las campanas con el fin de llevarlas al Museo de los Caminos debido al estado ruinoso en el que se encontraba la iglesia.

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Reportaje realizado por Diario de León a María Fernández en 1993. DL

«Los curas tienen la culpa de que esté así. Se fueron y lo dejaron todo, incluso las imágenes, por eso se está cayendo», alegaba la mujer. Entre las ruinas de la iglesia dormía el pequeño rebaño de ovejas que guardaba su hijo Ángel. Ni la intervención de la Guardia Civil hizo desistir a María de su actitud. Desde el tejado de la iglesia se convirtió en una heroína del mundo rural que languidecía. 

María recordaba con nostalgia la misión que cumplían las campanas en otros tiempos, con los distintos toques que «llamaban a fuego, bautizo, boda, funeral o hacendera». En Foncebadón se oían los tañidos de las campanas de Prada de la Sierra y hasta de Lucillo y eran el único medio que tenían para avisar si ocurría alguna desgracia en Foncebadón a falta de teléfono en aquellos años.

La fama de María se propagó en medios provinciales y nacionales y perduró pese al paso de los años. La periodista y escritora Virginia Mendoza dedicó uno de los capítulos de su libro ‘Quién te cerrará los ojos. Historias de arraigo y soledad en la España rural’ (Libros del K.O.) en 2017. Le impresionó tanto la historia que la portada del libro está ilustrada con un dibujo en el que se ve a María subida al tejado con el tricornio de un guardia civil y el bonete de un cura en primer plano.

«Fuiste un ejemplo a seguir y siempre serás un símbolo de la resistencia rural», afirma la autora en el obituario que ha dedicado a María en sus redes sociales. María fue enterrada el 18 de julio en Ambasaguas, su pueblo natal en el municipio cabreirés de Encinedo.

Su sigue en el pueblo al frente de uno de los albergues que alojan a los peregrinos, Cruz del Ferro, lo que muestra la capacidad de adaptación de las gentes que resisten en el mundo rural. De hecho Foncebadón, se ha convertido en una referencia internacional del Camino de Santiago y son varios los albergues (Monte Irago, Domus Dei y otros) que acogen a los peregrinos y mantienen la hospitalidad milenaria de la ruta jacobea. La Cruz del Ferro en la que los peregrinos depositan piedras como recuerdo de su paso por el camino es su lugar más emblemático.

Foncebadón, pueblo situado a 1.430 metros de altitud, pertenece al municipio de Santa Colomba de Somoza. Desde el año 2000 ha experimentado un crecimiento en su padrón municipal, según los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE). En 2021 tenía censadas 23 personas, 15 hombres y 8 mujeres, según el INE y llegó a tener 27 en 2018, frente a solo dos en el año 2000. Es un pueblo que mantiene la vida gracias al flujo de peregrinos. «Cuando se acaba la temporada el pueblo se queda vacío», comenta uno de los habitantes temporales.

Las campanas que María defendió con su cuerpo siguen en la espadaña de la iglesia de Santa María Magdalena, que también ha resucitado con la instalación del albergue parroquial Domus Dei a su vera. Bien estaría que alguien se acordara de tañer las campanas en recuerdo de María. 

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