El Ayuntamiento de Granada, en su pleno del 31 de octubre (de 2014, no de 1944), ha aprobado la concesión de la Medalla de Oro de la Ciudad para María Santísima de la Amargura. Se mostraron dulce y francamente a favor el alcalde, los concejales del PP y varios del PSOE (como el alcaldable Paco Cuenca), y sólo se opusieron los de IU.
Me parece muy bien la concesión, siempre que se cumplan dos requisitos:
(1) Que se expongan y verifiquen suficientes méritos de la premiada. Para empezar, necesitamos certificar su fe; concretamente, su “fe de vida”, que acredite el mérito básico de existir.
(2) Que la premiada recoja la Medalla personalmente. A ser posible, en un acto al que también asistan otras galardonadas con la Medalla de Oro municipal: la Virgen de las Angustias (con su otra Medalla de Oro, de la Diputación), la del Rosario (como Capitana Generala), la de la Aurora, la de la Misericordia y Santa María de la Alhambra. Por cortesía sacra, podría invitarse a la Virgen de los Remedios –con su fajín del MADOC–, y al también medallista Cristo de los Favores.
Así se acallarían las especulaciones según las cuales todas esas ‘vírgenes’ son una sola, y la acusación de que, dado que una persona no puede recibir la Medalla de Oro más de una vez, el acaparamiento medallil supone un amargo caso de corrupción celestial.
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