Los abogados cristianos que llevaron a Willy Toledo al banquillo por supuestas ofensas religiosas han conseguido que se difunda al máximo una contundente blasfemia destinada solo a un reducido público. Todos los medios de comunicación del país, convencionales y digitales, la han reproducido desde el día de la denuncia hasta el juicio. Y varias veces. Es lo que tiene ser al mismo tiempo abogados, cristianos y muy torpes.
El reparto de excrementos del actor sobre Dios y la Virgen hubiera pasado desapercibido, pero llegaron los ofendidos e hicieron lo mismo que con la procesión del Coño insumiso, cuyas acusadas quedaron absueltas y sorprendidas de la popularidad de su singular paso en Sevilla. La indignación cristiana por cuestiones que no les incumben (si no te gusta un actor, no lo sigas, no vayas a verlo, no lo escuches) es vieja. A Jean-Luc Godard ya le hicieron un gran favor en taquilla cuando el fanatismo religioso trató de boicotear su polémica Yo te saludo, María (1983).
Si yo fuera abogado y cristiano, no iría más lejos. Ofenderse tanto por exclamaciones que hemos escuchado y pronunciado toda la vida puede provocar un efecto inesperado. Por ejemplo, gente que se sume a la causa del actor y se cague en la Biblia y en todos sus protagonistas. Lo mejor es que se abra un debate sobre ese desfasado artículo del Código Penal que contempla como delito la ofensa a los sentimientos religiosos.
Existen otros elevados sentimientos que sufren un escarnio mayor por culpa del racismo, la violencia o la desigualdad social. Los abogados tienen allí mucho tajo, si tan cristianos presumen ser. Y como dicen los actores, no solo Willy Toledo, les deseo mucha mierda en ese empeño.
Javier Lafuente
*Editor y escritor