Coincidiendo con la emergencia climática declarada en la Unión Europea, el cardenal Antonio Cañizares ha lanzado por carta la suya propia sobre España ,“en peligro” por ese preacuerdo entre “socialistas y socialcomunistas” con el que el diablo vuelve a hacer de las suyas. Es muy posible que el pacto le pillara planchando la capa manta y de ahí su demora en lanzar su alerta a los fieles, pero, una vez guardada en la cómoda, el arzobispo de Valencia no ha dudado en pillar la pluma de oca y redactar sus reflexiones. Tal y como se advertía ayer aquí mismo, nos encaminamos al infierno del pensamiento único, donde reina la eutanasia, la ideología de género, el feminismo radical, y la memoria histórica que tanto odio fomenta. “Habría que estar ciego para no verlo”, nos ha dicho. España necesita urgentemente de una sanación y el pastor se ofrece a aplicar su cataplasma al rebaño, si es que nos dejamos.
Se suele tildar a Cañizares de retrógrado, aunque reaccionario sea lo que mejor le define porque el cardenal es de los que siempre reacciona. Si en octubre pedía “orar por lo que rigen los destinos de los pueblos o aspiran a regirlos”, un mes después ha debido de comprobar que las oraciones no han funcionado, algo natural tratándose de anticristos como Sánchez e Iglesias, este último con un apellido que llama a engaño. La crisis de España, a juicio de nuestro purpurado, es cultural, política, institucional, democrática, social y religiosa, y la suya debe de ser de ansiedad ante este sindiós en el que nos encontramos
Con lo de las oraciones, el arzobispo no es que tenga mucha suerte precisamente. Hace cuatro años pidió que rezáramos como locos por la unidad de España, que era lo que resultaba grato a los ojos de Dios, y no parece que las plegarias hayan sido escuchadas a tenor de lo ocurrido después. Ello no quita para que Cañizares sepa por inspiración del Espíritu Santo lo que agrada o enfurece al creador, y lo manifiesta siempre en sus epístolas de manera prístina.
¿El aborto? Le irrita celestialmente. Los abusos a menores por parte de sus colegas de sacerdocio no tanto porque las cifras no son comparables y para algo dejó dicho aquello de que había que dejar que los niños se le acercaran. ¿Los refugiados y los inmigrantes? También son hijos suyos, pero eso no quita para que algunos sean terroristas infiltrados. Hay hijos muy cabrones que no son trigo limpio y un padre con tanta prole no se puede hacerse responsable de todos y cada uno de ellos. Dios quiere que los inmigrantes vengan con papeles y ordenadamente, y preferiblemente que sólo sean una pareja como en el Arca de Noé para que Europa no se desdibuje con tanto paria del Tercer Mundo por las calles.
¿La ideología de género? Ahí el cardenal no puede ser más claro. A Dios le pone de muy mala hostia y no nos manda otro diluvio para no contribuir más al cambio climático. ¿El feminismo? Tres cuartos de lo mismo. ¿Los gais? Para qué hablar. Se han constituido en imperio los muy astutos y no dejan de besarse por la calle. ¿Qué pide el Todopoderoso a sus criaturas? Pues que desobedezcan las leyes satánicas del tipo del matrimonio del mismo sexo o de la transexualidad. Dios nos pide ser insumisos y así nos lo refiere el cardenal.
¿Quedarse por la jeró con miles de bienes raíces que la Iglesia ha inmatriculado a su nombre? Le complace especialmente porque la caridad empieza por uno mismo. ¿La familia tradicional? Es su dogma preferido. Si creó a los papás fue para que pusieran poner semillitas en las mamás y no en otros papás, pero sin hacer guarradas. ¿Franco? Uno de sus hijos más queridos por cuyo eterno descanso se ofician misas en la catedral de Valencia para demostrar la conciliación entre españoles. ¿España? Una, grande y libre, que las cruzadas se hacen para algo.
El cardenal es el guardián de la ortodoxia, un cancerbero como Dios manda, si se permite la obviedad. Si nos dice que España está en peligro, lo está. Si nos previene de que con las llamadas “fuerzas progresistas” no habrá progreso alguno, sus razones tendrá. Desde aquí se le besa el anillo para no ser cómplice del desastre, como algunos medios de comunicación que, por maldad o inconsciencia, se han puesto al servicio de la causa de Lucifer. Sánanos, Cañizares, que ya hemos empezado a moquear y no ganamos para kleenex.
Juan Carlos Escudier