Agresividad anti católica.
Los obispos, el Papa y los políticos clericales califican al laicismo español de agresivo contra la Iglesia Católica.
Lo entienden así porque el laicismo, en la busca de la consecución de la igualdad de los derechos de conciencia de todos los ciudadanos, exige la retirada de los privilegios económicos y otros institucionales de los que disfruta indebidamente la Iglesia. Esto lo consideran como una agresión singularizada contra ellos y lo proclaman de forma sonora y significativa, como persecución antirreligiosa. Se sienten agraviados por pasar a una condición de igualdad los que han venido agraviando durante siglos con su dominio y sus privilegios.
La exigencia de la retirada de sus privilegios les afecta más que las diferencias dogmáticas. Ahora sus críticas van dirigidas, principalmente, contra el laicismo y no contra el ateísmo o a las otras religiones, que son sus rivales propios.
La comparación que ha hecho el Papa del laicismo español actual con las persecuciones de los años treinta insiste en la identificación perversa que hacen del anticlericalismo político laicista con la violencia contra los religiosos.
También, de forma victimista, provocan la confusión de que la exigencia de la retirada de su intervención en el ámbito Público es una condena al enclaustramiento en las sacristías y en la intimidad de los domicilios familiares; “a las catacumbas” dicen. Bien al contrario, cualquier ciudadano se puede manifestar de forma individual o colectiva en los lugares públicos y si fuera necesario, por las características del acto, obtener los preceptivos permisos gubernativos.