«La Unesco tiene programado para los próximos veinte años hacer que la mitad de la población mundial sea homosexual.»-Demetrio Fernández, obispo de Córdoba-
Como le pasa a tantos anticlericales, mi primer impulso al oír un disparate en boca de un obispo es reírme, tomármelo a coña. Leo el discurso apocalíptico de Rouco del pasado domingo y me parto de risa. Luego leo al obispo de Córdoba hablando de una conspiración mundial para que nos hagamos homosexuales y criticando «la mentalidad anticonceptiva de nuestra época», y me tiro por el suelo.
Y si quiero echarme unas carcajadas con amigos, les invito a casa y paso en pantalla gigante las ruedas de prensa del portavoz episcopal, que las tengo todas grabadas para cuando tengo el día tonto y no me llega con Aterriza como puedas.
Sin embargo desde hace algún tiempo cada vez que me río con un desbarre clerical tengo una visión: tras las lágrimas me parece ver, como una aparición fantasmal, a Rouco sonriendo mientras repite «Eso, tú ríete, tú ríete», hasta que la risa se me congela y se vuelve sardónica.
(…) tampoco me extrañaría que Wikileaks filtrase un documento interno de los obispos con instrucciones para exagerar todo eso que muchos convertimos en chiste.
Algo como: «Consigamos que los laicos no nos tomen en serio, que se distraigan haciendo gracietas, y nosotros mientras a lo nuestro, a consolidar el poder que ya tenemos y a ganar nuevas parcelas». Sí, suena conspiranoide, pero el resultado al final es ése: nos reímos, caricaturizamos sus palabras, y lo convertimos en un asunto humorístico más que un problema político.
Y si uno se para a pensar el poder, privilegios e influencia que la jerarquía católica tiene aún a estas alturas, y la manera en que operan como lobby, integrando a grupos ultras muy bien organizados y muy activos, ya no da tanta risa.