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Ratzinger o Benedicto XVI, condón si o condón no

Los apartados 2366 y 2367, del artículo 6, del capítulo segundo, de la sección segunda, de la tercera parte del Catecismo de la Iglesia Católica no pueden ser más contundentes al establecer de forma inequívoca que todo acto sexual en sí mismo “debe quedar abierto a la transmisión de la vida”. El segundo de los citados apartados lo justifica afirmando que de esta forma los miembros de la pareja “participan del poder creador y de la paternidad de Dios”.

Todo el debate suscitado con las declaraciones de Benedicto XVI en relación al uso del condón son ganas de marear la perdiz y por eso ha quedado en agua de borrajas. Que si sólo se trataba de casos muy excepcionales, que podría ser el de una prostituta porque representaría un primer paso hacia una moralización, que realmente no es el verdadero modo para vencer la infección del VIH y, al final, ha cantado la gallina y ha quedado la cosa en que el Papa se refería a un prostituto. Pero entendido el término en el sentido de que la prostitución sea ejercida con hombres. Pues, para este viaje no son menester alforjas.

Da la impresión, desde fuera, que en el interior del jefe del Estado Vaticano luchan dos personalidades ciertamente contrapuestas. Por un lado se encontraría Ratzinger que -entiéndanse de forma relativa los calificativos que siguen- es más cerebral y sensible, y, por el otro, estaría Benedicto XVI que sólo entiende de ortodoxia y de dogmas por encima de cualquier otra consideración y caiga quien caiga.

Pero ya que me he tomado la molestia de entrar en el Catecismo católico he seguido leyendo el referido artículo seis y me he topado con una contradicción que pone de manifiesto la cínica hipocresía de la Iglesia. En los apartados 2368 a 2370 se trata de la regulación de los nacimientos y sólo se admiten dos procedimientos: la “continencia periódica” -que ahí está y no hablaré de él- y aquellos otros que se fundan en la “autoobservación y el recurso a los períodos infecundos” de la mujer; el método Ogino, para entendernos.

¿Que porqué digo que defender estos métodos de regulación, que califican de “naturales”, es pura hipocresía? Pues, muy sencillo, porque es un auténtico fraude de ley -ley católica- permitir que se sorteen los periodos fértiles de la mujer y tolerar que ésta sea la forma para que las parejas se entreguen al placer del sexo y que, deliberadamente, opten por evitar un embarazo no deseado y se olviden de la “abierta transmisión a la vida” del acto sexual.

La expresión clave que da cobertura y que permite evitar la prohibición de entregarse a la lujuria olvidándose de la procreación, es el “método natural”. Es la expresión mágica que convierte en accesorio lo esencial y el objetivo principal del matrimonio en un riesgo a evitar. Pero para la Iglesia un “método natural” no es la utilización del condón que evita sin disimulos el embarazo de la mujer. Esta Institución necesita que el método sea lo suficientemente hipócrita para revestir de apariencia formal lo que en el fondo representa una violación de su propia doctrina.

Me gustaría debatir este tema con el sensible y cerebral Ratzinger; que de Benedicto XVI ya intuyo su postura que no se apartaría ni un ápice de lo que establezca el Catecismo, por muy contradictorio que éste sea. ¿Podrá ser posible en el próximo viaje que realicen ambos a nuestro país? Eso espero.

Gerardo Rivas Rico es Licenciado en Ciencias Económicas

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