Según informaron fuentes del arzobispado, el prelado constata que hay «claves» que permiten «descubrir a quien bajo la etiqueta de la laicidad, en realidad pretende imponer el ýlaicismo excluyenteý como si de una nueva religión estatal se tratara». En este sentido, cita algunas de estas «claves», como «la crítica continua de cualquier proposición que proceda de la Iglesia, el intento de que los cristianos no puedan manifestar en público sus creencias, la eliminación de signos y símbolos religiosos, o la reducción de las creencias a la esfera íntima de la persona, privando al cristianismo de su dimensión social inherente».
Sin embargo, la laicidad del Estado debiera ser «respetuosa con todas las confesiones religiosas y receptiva al diálogo», indica el prelado, que considera que el Estado «no puede imponer la religión, pero tiene que garantizar que los seguidores de las diversas religiones vivan en libertad y paz».
En su carta, asegura que los católicos «lo proclamamos bien claro: Iglesia y Estado son dos esferas distintas». Así, añade que no se pretende otorgar a la Iglesia un poder sobre el Estado.
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