La Biblia hebrea muestra la misma crueldad con que se expresaron otros pueblos de su entorno, como los egipcios, los asirios o los persas, que dejaron grabadas para nosotros las barbaridades que cometieron. Sus autores comparten la ignorancia de aquellos tiempos, la crueldad del poder monárquico y de las guerras, las intrigas palaciegas o el desprecio por la vida humana. Eran sociedades que aún andaba enredadas con la teocracia, la esclavitud, la poligamia, la magia y las ofrendas sangrientas de animales.
La Biblia cristiana manifiesta otra clase de violencia: la amenaza. Si no aceptas a Jesús, te condenarás para siempre en un infierno tan cruel que solo puede surgir de una mente trastornada. Por otra parte, la fidelidad a Jesús exige el desapego, incluso el rechazo de la familia, algo realmente alarmante si no fuera porque sus seguidores lo han ignorado, afortunadamente.
El Corán, por su parte, insiste en las mismas amenazas infernales y comparte con judíos su defensa de la esclavitud, la poligamia y el desprecio por la vida humana. El hecho de que su autor ordenase matar a todos los varones judíos de una tribu de Medina y que vendiera como esclavos a sus viudas y a sus hijos, es suficiente para desacreditarlo: Es más un guerrero sin escrúpulos que un dirigente religioso. Y hay textos suficientes (también en los hadices) para que los fundamentalistas no tengan miedo a morir matando: les espera un paraíso totalmente mundano y sensual.
Las citas que siguen muestran que esos libros “sagrados” están desfasados y carecen de los valores morales que hoy (el respeto por la vida humana, por ejemplo) aceptamos mayoritariamente en todas las culturas. No aportan nada a la convivencia (excepto dentro del propio grupo) y solo sirven para confortar a quienes esperan otra vida compartiendo la eternidad con los dioses.
NOTA. Las citas no llevan comentarios, hablan por sí mismas.
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