Los han rastrean las calles de Urumqi con palos y cuchillos a pesar de la ley marcial
La ley marcial no frenó el caos ni la violencia que reinan desde el domingo en las calles de Urumqi, capital de la provincia china de Xinjiang.
Desafiando el control policial y aprovechando la presencia de un grupo de periodistas extranjeros, alrededor de 200 uigures salieron este martes a la calle para pedir la liberación de decenas de compatriotas detenidos en los últimos dos días. Horas más tarde, fueron centenares de personas de etnia han las que tomaron las calles de Urumqi, armados con palos y cuchillos de cortar carne. Ambos grupos étnicos acusan al otro de haber provocado el baño de sangre del domingo.
La Policía ha detenido a más de 1.400 uigures, a los que considera sospechosos, y ha advertido de que habrá "duros castigos" para los responsables de las revueltas, que calificó como las más violentas "desde la creación de la República Popular China, en 1949".
Según la versión oficial, los disturbios del domingo estuvieron dirigidos contra los han y la mayoría de las 156 víctimas mortales pertenecen a esta etnia, mayoritaria en China. En cambio, los uigures elevan la cifra final de muertos y subrayan que el 90% de los fallecidos fueron de los suyos. Tres días después, aún no se ha esclarecido quién miente.
El Gobierno ha impuesto un toque de queda y la presencia policial es visible en toda la ciudad. Muchos comercios han cerrado y las calles están más vacías de lo habitual, confirmó por teléfono a Público un periodista uigur que prefiere conservar el anonimato.
Gases lacrimógenos
Las fuerzas de seguridad no lograron evitar los nuevos enfrentamientos sectarios y durante horas hicieron poco por impedir que una enfurecida multitud han destrozase tiendas y negocios de musulmanes uigures con piedras y tubos metálicos, mientras coreaba el himno nacional chino. Sin embargo, los agentes lanzaron gases lacrimógenos a última hora de la tarde para disuadir a los que seguían rastreando las calles en busca de uigures contra los que descargar su ira.
La cacería empezó a gestarse el lunes y ha aterrorizado aún más a la población autóctona. "Algunos trabajadores de mi empresa han organizado una venganza contra los uigures", explicó por teléfono un joven de etnia han desde Urumqi. Los teléfonos móviles permanecieron bloqueados la mayor parte del día pero algunos pudieron recibir mensajes de texto en los que se leía: "El sindicato de trabajadores llama a los han a organizarse en contra de las revueltas de los uigures".
Xinjiang es una región rica en gas y petróleo, pero los recursos están controlados por empresas chinas, y los uigures no se benefician de ello. Tampoco pueden practicar la religión musulmana libremente, ya que el Gobierno chino supervisa todas las mezquitas y los imanes son obligados a recibir educación patriótica.
"Si Pekín no hace nada para responder a unas demandas que son moderadas y razonables, está claro que llevará a una radicalización de la población musulmana uigur", dice Frederik Starr, director del Instituto para Asia Central y el Cáucaso de la Universidad Johns Hopkins.
Según el experto, prometer mejoras materiales sin hacer ningún tipo de concesiones culturales o humanas como hace el Gobierno chino "es confundir las preocupaciones del ser humano en cualquier parte del mundo."