Ex vicepresidente de Cajasur, el antiguo líder del PP andaluz explica su visión sobre la caída de la entidad
uan Ojeda era hasta el viernes pasado vicepresidente de Cajasur a instancias del PP. La caja es inseparable de su carrera política, que llegó a su cénit cuando Arenas se fue a Madrid de ministro con Aznar y le dejó las llaves de Andalucía como secretario general del PP andaluz. Entonces urdió la estrategia de usar Cajasur para romper el proyecto de Chaves de crear una gran caja andaluza. Forzó al entonces presidente de Cajasur, Miguel Castillejo, a escoger entre Madrid o Sevilla, y juntos se enfrentaron a la Ley de Cajas de Chaves, que recurrieron al Constitucional.
¿Hay una responsabilidad política en la deriva de Cajasur de los últimos años?
Sí, sí, claro. Cajasur se ha movido en una mezcla extraña de política-política, política eclesiástica y política económica. Cuando se aprueba la Ley de Cajas en Andalucía, a Cajasur no se le aplica porque el PP recurre ante el Constitucional. Y se queda libre de la tutela de la Junta. Cuando, tras ganar el PSOE las elecciones, vuelve a su tutela en 2005, la Iglesia obtiene a cambio el 33% del Consejo y el 34% de la Asamblea General, lo cual le da minoría de bloqueo y una representación muy superior a la que le correspondía.
¿Se aprovecha para quedar al margen del control de la Junta y con poder absoluto?
Efectivamente. Queda suelta y absolutamente entregada a las decisiones de la Iglesia, como se reflejó el viernes pasado.
Desde la Iglesia dicen que han abortado la fusión para defender a la plantilla.
Los excedentes de plantilla se solucionaban con prejubilaciones a partir de 53 años con el 80% y el 85%. Y el resto, unos 2.500 trabajadores, tenían su puesto asegurado en una nueva entidad, la primera de Andalucía. Esas hubiesen sido las consecuencias de la fusión.
¿Y sin ella?
Sólo incertidumbres. Porque ya no hay negociación y porque el Banco de España, una vez que sanee Cajasur, la subastará y sin compromiso de mantenimiento laboral.
Han dejado caer que el acuerdo era verbal y Gómez Sierra no se fiaba de Medel.
No me lo creo. Unicaja abrió un plazo para cerrar los flecos al anunciar que no inscribiría la fusión en el registro hasta el 28 de mayo. Teníamos una semana para saber si era verdad, y si lo era, no inscribirla.
Entonces, ¿qué hay detrás de la decisión?
No lo sé. No creía que se pudiera tomar una decisión tan tremenda para Córdoba, el sistema financiero andaluz, la plantilla y la propia Iglesia. Sólo puede deberse a motivaciones ideológicas, creencias.
¿Cómo cuáles?
Creo que ha habido una estrategia del Cabildo. Pensaban que la caja era suya, que se la querían quitar. Y para ellos los conceptos de martirio e inmolación son válidos.
Eso suena irracional.
Es que no hay explicación desde parámetros razonables, económicos, laborales, o sociales. Hay que buscarla en otro sitio, pero como yo no estoy en ese mundo.
¿Qué consecuencias habrá para Córdoba?
Cajasur era el motor empresarial y social de Córdoba y su cuota de mercado ha llegado a superar el 60%. Hay miles de pymes cuyo futuro está absolutamente vinculado al futuro de Cajasur. También las actividades culturales, deportivas, el entramado asociativo de las peñas, cofradías.
La competencia estará frotándose las manos.
Siempre ha sido objeto de deseo. Con la crisis se ha perdido cuota, pero seguía siendo la primera con diferencia. Y con una clientela muy fidelizada. Ese es su gran valor.
¿Pedirá al PP que exija a administradores y gestores responsabilidades?
Es hora de mucha prudencia, no de buscar culpables, fuera de los que han tomado la decisión. De lo que se trata es de no dar mensajes preocupantes para ese valor de la caja que es su clientela, y buscar que, en lo que quede de Cajasur, Córdoba siga contando.
¿Cajasur debe quedar al margen de la pelea política que vive el país?
Eso es muy difícil de conseguir. En política no hay campanas de cristal. Dentro del consejo de administración lo hemos conseguido; controlarlo fuera, en época preelectoral Debería imponerse la prudencia.