Antonio María Rouco Varela deja la presidencia de la Conferencia Episcopal después de influir en la vida política española desde que la democracia llegó al país. El primado español dejó evidencia de su deseo de querer ejercer influencia “extramuros” en la política española desde el mismo día en que prohibió a los religiosos gallegos que participaran en política a través de las listas electorales. En 1977, Antonio María Rouco Varela, como obispo auxiliar de Santiago de Compostela, hizo pública una orden de los obispos gallegos que prohibía a los sacerdotes y religiosos formar parte de cualquier lista electoral al Congreso y al Senado. A pesar de esta prohibición, Rouco Varela dejó claro que la participación de la iglesia en la política era irrenunciable. “La Iglesia no debe permanecer neutral en el campo político, sino que está obligada a recordar y promover la dimensión trascendente de la existencia humana que mira a Dios como creador y salvador”, dijo entonces.
El hecho de que no quería mantener una posición neutral en los asuntos políticos quedó patente desde que en 1985 cuando, como Arzobispo de Santiago, se pronunció de forma muy dura contra la ley despenalizadora del aborto. Atribuyó esta reforma al ingreso de España en la Comunidad Económica Europea y la relativización de valores cristianos que ello implicaba. Ese mismo año, el arzobispo Rouco Varela, fue el máximo valedor para que se retirara un documento de los obispos contra la entrada de España en la OTAN y el uso de armas nucleares. Rouco Varela consideraba que el documento pecaba de “exceso de pacifismo”.
Rouco nunca ocultó su carácter ultramontano, tampoco cuando aseguró que la democracia no era aplicable a la organización de la Iglesia. “El concepto político de democracia como soberanía del pueblo no es introducible directa y específicamente en la constitución y organización de la Iglesia. En la Iglesia, su realidad institucional no nace de ningún pueblo, nace por actuación de Dios en la historia de los hombres…Su soberanía es la del Señor, no hay más soberano”
Derecho a la “vida”.
El ya expresidente de la Conferencia Episcopal siempre se ha mostrado muy beligerante con las sucesivas leyes que regulaban el derecho de la mujer al aborto, incluso sin dudar en calificarlo de crimen. Así lo hizo en el discurso del debate inaugural del debate plenario de la Conferencia Episcopal en el año 2009, cuando afirmó que “el crimen del aborto ensombrece la historia de la humanidad”. Sin embargo, Rouco Varela era más laxo con el derecho a la vida a la hora de pronunciarse sobre la pena de muerte. El artículo 2267 del catecismo de la Iglesia Católica se pronuncia en los siguientes términos sobre la pena de muerte.
“La enseñanza tradicional de la Iglesia no excluye, supuesta la plena comprobación de la identidad y de la responsabilidad del culpable, el recurso a la pena de muerte, si ésta fuera el único camino posible para defender eficazmente del agresor injusto las vidas humanas”.
En el año 1999 en una rueda de prensa que Rouco Varela concedió con motivo de su participación en la Segunda Asamblea para Europa del Sínodo de Obispos defendió esta aceptación de la pena de muerte por parte del catecismo de la Iglesia declarando que la pena de muerte es ilegítima si no es imprescindible.
Rouco y el papel de la Iglesia en la Guerra Civil.
El Cardenal Rouco Varela también dejó clara su posición sobre la implicación de la Iglesia en la Guerra Civil y el apoyo de la curia al dictador Francisco Franco. Rouco Varela consideraba que no sería justo ni oportuno reconocer la implicación de la Iglesia en el conflicto bélico fratricida español. Declaró que las causas de la Guerra Civil eran muy complejas y que reconocer la implicación de la Iglesia sería dar gusto a aquellos que llevan pidiendo muchos años el arrepentimiento de la jerarquía católica. La negativa de Rouco de la implicación de la Iglesia en la Guerra Civil no tuvo en cuenta “La carta colectiva de los obispos españoles con motivo de la Guerra Civil”, una misiva que salió publicada en agosto de 1937 en el que la curia española mostró su apoyo público a la cruzada de Franco y al bando nacional en la Guerra Civil. En el escrito de 23 páginas el obispado español no dejaba lugar a dudas sobre su posición. “…El Episcopado español está en su totalidad y sin reservas al lado del general y a favor del Movimiento”
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