En un artículo anterior, a propósito de los consejos del ABC/Opus en “¿Cómo se evita la masturbación?”, reflexioné sobre cómo evitar “algunas agresiones religiosas”. Ahora me refiero a las más repugnantes: las agresiones físicas a niños —la pederastia.
En mi primer artículo ilustré de manera un tanto jocosa cómo alguien reprimido sexualmente hasta el extremo de no poder autosatisfacerse podía acabar peligrosamente sobreexcitado. También tomé algunos ejemplos de entre las consideradas principales religiones (las tres del Libro y el budismo) para mostrar cómo la masturbación habría sido preferible, sin discusión, a comportamientos verdaderamente reprobables en sus Libros o de sus líderes sagrados. Y tras señalar que, para quienes rechazan los anticonceptivos, mejor una masturbación a tiempo que hijos no deseados, denuncié el empeño de las religiones en imponer a todos su particular visión moral y, en particular, reprobé el abuso mental que se ejerce mediante el adoctrinamiento religioso infantil, perpetrado en las mismísimas escuelas. Todo lo cual hace imprescindible la respuesta laicista.
Capítulo aparte merecen otras agresiones religiosas sobre la infancia: las físicas. Me pregunto cómo es posible que la Iglesia católica y, en general, las grandes religiones, tengan la santa insolencia de condenar la masturbación, siendo conscientes de la frecuencia con la que sus propios clérigos comenten abusos sexuales sobre víctimas especialmente vulnerables, como hijas de confesión, monjas y, sobre todo, niños (aquí me refiero a los dos sexos, claro). ¿Cómo les importan tanto los cigotos y los fetos mientras encubren las violaciones infantiles? Esta basura eclesial no es nada nuevo, están bien documentados los escándalos sexuales del clero, incluso de bastantes papas. Lo que es nuevo es que se denuncien los abusos, y me temo que sólo una pequeña parte de ellos.
Siguiendo con los refranes que proponía, el siguiente sería exigible a todos los curas, obispos, misioneros, imanes, rabinos, gurús, brahmanes, monjes, lamas y demás autoridades religiosas que en el mundo haya:
“Más vale pájaro en mano que niños violados”.
Es decir: masturbaros, cascárosla hasta haceros sangre antes de llegar a la pederastia, antes de empezar a tocar a una niña o un niño. Claro, esto es válido no sólo para clérigos, y los agredidos no sólo son niños, pero este caso tiene el agravante de abuso extremo de poder y de confianza. Padres y madres: por si acaso, ¡no dejéis que los niños se acerquen a ellos!, al menos a solas. Eso, como primera precaución; yo, además, añado: no dejéis que los adoctrinen ni que los confiesen.
Que “¿cómo se evita la masturbación?”. Como no se conforman con intentar convencer y persuadir, lo que yo pregunto a los dictadores de moral es ¿cómo evitamos vuestra hipocresía?, ¿cómo evitamos que impongáis vuestra moral?, ¿cómo evitamos vuestros abusos?
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