Al hipertenso monseñor se le ha premiado ahora con el cardenalato. Y lo ha decidido un papa que ha pedido reiteradamente que los obispos hablen más de misericordia que de imperativos morales.
Fue en los años sesenta la gran esperanza progresista de la Iglesia posconciliar y ha acabado siendo la enorme decepción de quienes un día confiaron en el espíritu de renovación del Vaticano II. Nos referimos a Fernando Sebastián Aguilar (Calatayud, 14-12-1929), arzobispo emérito de Pamplona y recientemente designado cardenal por el papa Francisco. Ha llovido mucho, mejor dicho, ha diluviado cantidad, desde los tiempos en que sentaba atrevida cátedra como profesor de Teología en la Universidad Pontificia de Salamanca, de la que fue rector de 1971 a 1979. Entonces, este religioso claretiano no tenía inconveniente en vestir traje y corbata y en defender tesis que escandalizaban a los clérigos conservadores, como, por ejemplo, un enfoque nuevo de la confesión.
Taranconiano convicto
En los últimos años del franquismoy primeros de la transición política, Sebastián fue un colaborador muy estrecho del cardenal Vicente Enrique y Tarancón, hasta el punto de haber participado en la redacción de la célebre homilía taranconiana pronunciada el día de la coronación de Juan Carlos de Borbón. En el sermón, entre otras cosas, se pedía al Monarca que fuera “el rey de todos los españoles sin privilegios ni distinciones […]; un reino de justicia en el que quepan todos sin discriminaciones.”
Sebastián había cosechado tal fama de rojo que le costó Dios y ayuda llegar a obispo. En expresión textual de Tarancón, su gran valedor, “los amigos sudaron tinta” para que fuera promovido a obispo de León en 1979, lo que comportó que abandonase el mundo universitario. Antes de ser nombrado arzobispo coadjutor de Granada en 1988, fue secretario general de la Conferencia Episcopal presidida por Gabino Díaz Merchán, otro hombre de la entera confianza de Tarancón. Fue en la achidiócesis granadina en donde Sebastián ya mostró sus garras ultraortodoxas al descabezar sin contemplaciones a varios profesores jesuitas partidarios de la teología de la liberación. Porque una cosa era defender, como defendía ya en 1975, que no se ha de identificar “la misión del cristiano en el mundo con el compromiso revolucionario marxista” (prueba de que lo de rojo siempre fue una exageración) y otra muy distinta la de aniquilar a teólogos muy respetables.
Plena libertad con el PP de Aznar
A pesar de que Sebastián fue inclinándose cada vez más hacia postulados conservadores, no consiguió en 1999 el respaldo suficiente para la presidencia de la Conferencia Episcopal, que ganó Antonio María Rouco Varela. Instalado desde 1993 al frente de la archidiócesis de Pamplona, fue a raíz de la victoria del PP de José María Aznar en las elecciones de 1996 cuando Sebastián se sintió más cómodo. “Por primera vez después de muchos años –proclamó en 1997–, la Iglesia española vive en plena libertad, en una sociedad suficientemente libre y democrática, sin apoyos privilegiados, pero también sin especiales presiones ni restricciones.” No obstante, como el malignono descansa, hubo de plantar cara al desviacionismo de dos autores católicos que ofrecían su visión personal sobre la Eucaristía y la penitencia. Los medios de comunicación navarros se hicieron eco de lo que algunos fieles católicos calificaron lisa y llanamente de censura. A esas alturas de su experiencia episcopal, Sebastián ya no dudaba de la verdad absoluta.
¿Control de natalidad? “Procedimientos naturales, cada vez más perfectos y eficaces.” (1995)
¿Preservativos? ¿Sida? “La relación sexual exclusivamente dentro del matrimonio es la mejor prevención, aunque la mayor parte de las campañas no lo quieran decir. O la abstinencia o la fidelidad.” “Cuando las personas no aceptan la doctrina católica, el preservativo se puede emplear como profilaxis.” (1996) Faltaría más.
¿Parejas de hecho? “Entregar el destino de un niño o de una niña a una pareja de hecho es poner esa vida en una casa sin cimientos, sin consistencia.” (2000)
“El laicismo romántico y radical” de Zapatero
Con el inesperado triunfo del PSOE en 2004, la sensación de libertad experimentada por Sebastián con el PP debió de quebrarse no poco. Pese a que el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero trató a la Iglesia católica con respeto y deferencia (incluso la alivió económicamente a través del IRPF), el todavía arzobispo de Pamplona no se ablandó lo más mínimo. Al tiempo que acusaba a Zapatero de “laicismo romántico y radical,” en julio de 2004 redactó una carta pastoral denunciando que “los gobernantes actuales quieren una España laica, donde la religión sea, a lo más, una afición privada.” Dos años después, sus lamentos se incrementaron: “Da la sensación de que el laicismo beligerante nos acosa por todas partes.”
Para marcar distancias, al menos en la forma, rechazó que los obispos hicieran acto de presencia en las movilizaciones contra la ley de educación socialista, aunque las apoyaba. En vísperas de una marcha convocada en Madrid en noviembre de 2005, salió al paso para decir que no debía convertirse en “la manifestación de los obispos.”
A favor de votar a la Falange
Por si los antiguos seguidores del Sebastián progresista no se habían desencantado lo suficiente, llegó el bombazo político en 2007, meses antes de las elecciones locales del 27 de mayo. Ni más ni menos que pidió el voto para partidos de ultraderecha con estas palabras: “Hoy en España hay algunos partidos políticos que quieren ser fieles a la doctrina social de la Iglesia en su totalidad, como, por ejemplo, Comunión Tradicionalista Católica, Alternativa Española, Tercio Católico de Acción Política y Falange Española de las JONS. Todos ellos son poco tenidos en consideración […], aunque sí podrían llegar a entrar en alianzas importantes si consiguiesen el apoyo suficiente de los ciudadanos católicos.” Y dejó la espoleta de la bomba para el final: “Los grandes partidos, los que rigen la vida social y política, son aconfesionales, algunos radicalmente laicos y claramente laicistas.”
Ver para creer: un obispo taranconiano reclamando el voto para los fascistas de Falange que en otros tiempos habían gritado “Tarancón al paredón.”
Eutanasia, aborto y homosexualidad
Una vez jubilado, Sebastián ha continuado endureciendo su lenguaje. Algunas opiniones recientes han levantado ronchas por su tono más hiriente que evangélico. Veamos.
–“Jesús no tuvo cuidados paliativos, pero su muerte fue absolutamente digna.” (Marzo de 2008)
“Todas las mujeres que quieren abortar lo que buscan es quitar de en medio a sus hijos para disfrutar de la vida […] Rubalcaba, en lugar de atacar al PP, lo que tiene que hacer es preguntar a las mujeres si se ven con el derecho de matar a su hijo por encargo, es decir, en una clínica.” (15 de enero de 2014)
“Con todos los respetos digo que la homosexualidad es una manera deficiente de manifestar la sexualidad, porque esta tiene una estructura y un fin, que es el de la procreación. Una homosexualidad que no puede conseguir esta finalidad está fallando. Eso no es un ultraje para nadie. En nuestro cuerpo tenemos muchas deficiencias. Yo tengo hipertensión, ¿me he de enfadar porque me lo digan? Es una deficiencia que he de corregir como pueda.”
Pues ya ven. Al hipertenso monseñor se le ha premiado ahora con el cardenalato. Y lo ha decidido un papa que ha pedido reiteradamente que los obispos hablen más de misericordia que de imperativos morales. Sebastián se ha apresurado a dejar claro: “El nombramiento significa que ando por el buen camino.”
Los designios del Vaticano son, sin duda, inescrutables.
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