Es el partidario del librepensamiento, o sea de la teoría de que la inteligencia humana debe ir tan lejos como pueda en la indagación de la verdad y que no puede estar limitada por las ataduras del dogma religioso.
Librepensador es quien juzga por sí mismo las cosas y busca afanosa e incesantemente la verdad. Rechaza toda creencia que antes no haya sido procesada y aceptada por el entendimiento humano. No admite como verdadero sino aquello que se presenta al juicio crítico de la razón en forma tan clara y distinta —para utilizar los conceptos de Renato Descartes (1596-1650)— que no quepa la más mínima duda. Sostiene que la autoridad suprema para la búsqueda y calificación de la verdad y para la apreciación de la moralidad de las acciones es, para cada persona, su propio juicio. Reivindica la confianza en el poderío de la ciencia, del saber y de la inteligencia humana para descubrir los secretos del hombre, de la naturaleza y de la sociedad.
En consecuencia, rechaza los conceptos inmutables e imperfectibles impuestos al ser humano por autoridades ajenas a su propia conciencia. Todos los conocimientos del hombre deben pasar por su libre examen y reflexión.
Esto hace de él un hombre auténticamente libre, no sometido a prejuicios ni a dogmas.
Para el librepensador no hay cosas misteriosas, arcanas ni esotéricas, sino simplemente no descubiertas todavía por la ciencia.
El librepensamiento, como actitud filosófica, floreció en los tiempos de la Ilustración europea del siglo XVIII, que precedió e inspiró a la Revolución Francesa, y que demolió los conceptos tradicionales sobre el hombre, la sociedad, la cultura y la religión. Los filósofos de la Ilustración desarrollaron una marcada hostilidad contra todo lo supersticioso, lo irracional, lo intolerante y lo dogmático. Su concepción del mundo fue esencialmente racionalista y crítica. Todo pudo ser pensado, todo pudo ser emprendido. El pensamiento del hombre no debía soportar aduanas ni prohibiciones.
En septiembre de 1904 se reunió en Roma el Primer Congreso Internacional del Libre Pensamiento. En su programa se sostenía que el librepensamiento es un método para buscar la verdad, corregir errores y adquirir conocimientos con total emancipación de todo dogmatismo. No es una doctrina sino un método de búsqueda de la verdad. Para el librepensador no hay dogmas, prejuicios, tabúes ni libros sagrados. Ciento siete años más tarde —en el 2011— se fundó en Oslo la Asociación Internacional del Libre Pensamiento, que reafirmó todos estos los principios. Del 16 al 18 de noviembre del 2012 se celebró el Segundo Congreso de la Asociación Internacional del Libre Pensamiento en Mar del Plata, Argentina, en cuyo documento final se reiteró que “el librepensamiento es un método para investigar e interpretar la realidad emancipándose de todo dogmatismo. Es un método para adquirir conocimiento, capacitarse, tomar decisiones, ejecutar acciones y corregir errores. Los librepensadores se nutren del pensamiento crítico para el análisis reflexivo y racional de la realidad, tanto en el plano individual como en el colectivo. Esta coherencia y rigurosidad se refleja en un comportamiento libre de prejuicios y tabúes, es decir, tolerante y racional”.
El librepensador tiene espíritu indagador y autodidacto, la diversidad de culturas le enriquece, difruta la vida con gran intensidad, es irreligioso, considera que la religión es asunto privado de sus adherentes y seguidores, denuncia los crímenes cometidos en nombre de las religiones viejas y nuevas, profesa una moral laica, ejerce y defiende su derecho de apostasía, impugna el Estado confesional, no es adorador de las tradiciones, profesa el pacifismo, se siente ciudadano del mundo, rechaza los fundamentalismos de derecha o de izquierda y quiere formar una sociedad de librepensadores.
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