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Francisco, papa y copresidente de Argentina

Jorge Bergoglio, mucho antes de ser consagrado papa, ya entendía el poder. Ahora que es la máxima autoridad de la Iglesia Católica, mucho más. En tan sólo nueve meses de papado recibió en audiencia a más de 35 argentinos, desde la presidenta Cristina Fernández, pasando por políticos de la oposición, futbolistas, empresarios y hasta presidentes de clubes de fútbol. Sus llamados a Buenos Aires son cotidianos y sigue muy cerca la transición política al próximo presidente en 2015.

Que Francisco está revolucionando al catolicismo ya dejó de ser novedad. Que su agenda es abierta como su mente, es una certeza. Pero su lugar en la política argentina es cada vez grande e influye directamente sobre la presidenta argentina Cristina Fernández.

A pesar de irse a vivir al Vaticano, Jorge Bergoglio nunca perdió el contacto con Argentina. La primera sorpresa la dio al mes de ser papa, en abril de este año, cuando tras dos días de tormentas y vientos nunca antes vistos que inundaron Buenos Aires y alrededores, donó 50.000 dólares para La Plata, la ciudad más afectada de todas.

A medida que su figura internacional crecía y se acercaban las elecciones legislativas de octubre, más y más políticos querían sacarse con él una foto. Pasaron gobernadores, secretarios de Estado, titulares de ONG, representantes de los pueblos originarios y políticos enfrentados con el gobierno, sindicalistas con pasado y presente oscuros, el futbolista del Juventus, Carlos Tévez, el presidente de San Lorenzo -el club del que es aficionado- y tantos más. A todos escuchó y todos le acercaron su problemática en Argentina. En definitiva, le sobran informantes de lo que pasa en Buenos Aires.

El cambio en la tirante relación con Cristina Fernández se produjo cuando la presidenta argentina tuvo que ser internada para operarle un hematoma subdural en la cabeza que le provocaba parálisis de la mano izquierda. En la misma internación también se le descubrió una arritmia cardíaca. Todo el cuadro estaba ligado a muchas horas de trabajo, a un ejercicio muy pasional y personalista del poder y un estrés que dejó a la Argentina sin presidente en su cargo por 45 días.

El primer llamado que recibió Fernández una vez de regreso a su residencia fue de Francisco. De ahí en adelante, las conversaciones fueron cotidianas. El papa se transformó en un consejero que, desde la fe católica que ambos comparten, fue un sostén emocional para una presidenta que estaba muy frágil de salud y en lo político tras la derrota electoral de octubre.

Según distintos allegados, Francisco le prometió que iba a rezar por ella y que "la iba a cuidar". El papa sabe que Cristina Fernández tiene por delante dos años complicados para terminar su mandato. Gustavo Vera, amigo de años de Jorge Bergoglio, y legislador electo, fue uno de los tantos políticos que lo fue a ver al Vaticano. "Le preocupa la transición política del país y quiere acompañar. ¿Cómo no se va a hablar con la presidenta?", afirmó a este cronista. "La diferencia es que el papa entiende el poder como un servicio".

Otra argentina que lo conoce mucho es Elisabeta Piqué, corresponsal del diario La Nación en Italia y autora del libro "Francisco, vida y revolución". "Es un animal político, sin dudas", sentenció.

Los últimos dos gestos de poder de Francisco hacia su país fueron contundentes. Para mediados de septiembre, dos militantes de Greenpeace fueron detenidos en Rusia por manifestarse en el Ártico contra una explotación petrolera. y les caía sobre ellos lo peor de la legislación rusa que los consideraba terroristas. Los esfuerzos de la cancillería y la diplomacia argentina, tras dos meses de reclamos, parecían agotados. Los dos detenidos ya había sido transferidos a una cárcel en San Petersburgo. Un llamado de Francisco, con la excusa de invitar a Vladimir Putin al Vaticano en visita oficial para hablar de la guerra Occidente-Siria que evitaron juntos, logró la liberación bajo fianza de los dos argentinos.

Y por último, el partido gobernante en Argentina presionaba para aprobar con casi nulo debate un nuevo código civil que se chocaba contra algunos principios católicos. Eran cuestión de días para que el Congreso le diera luz verde a un nuevo régimen clave para la vida de los argentinos. La primera orden que dio la presidenta Fernández tras su largo postoperatorio fue aplazar el tratamiento del nuevo código civil para 2014.

Entre el papa y Fernández ahora el trato es más cálido y quedaron atrás los enfrentamientos de años anteriores cuando Bergoglio era arzobispo de Buenos Aires. Ella lo llama "Jorge" pero siempre lo trata de usted. Él siempre la trató como "señora presidenta". Cristina se dio cuenta que puede ser un gran aliado de aquí a 2015 y sabe que está frente a quien puede ser el argentino más importante de toda la historia. Francisco, por su parte, es consciente del rol fundamental que también tiene en su país, aún a la distancia.

cartel Bergoglio y Cristina Argentina

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