Artículo y respuesta a una réplica, ante una carta de Juan Antonio Aguilera (del Secretariado de Granada Laica), sobre la vista de Aznar al Papa.
Aznar ha ido a despedirse como Presidente del Papa. Éste apreció el empeño de uno de sus queridos José María (el otro se apellidaba Escrivá) por intentar que la futura Constitución de la UE recoja las raíces cristianas de Europa, y, sin duda, también apreció que ahora todos los niños españoles, quieran o no, tengan Religión en los centros escolares. Todo esto le permitió a Juan Pablo II perdonarle a Aznar un pecadillo venial, otro de sus empeños, el de la guerra de Irak.
En conjunto, el Papa está muy contento con Aznar; haciendo balance, en Irak se están perdiendo muchas vidas, pero en España (y en el resto de Europa) se pueden estar salvando muchas más almas, o al menos se van a cristianizar. Además, le debe parecer magnífico al Papa que en un Estado que se proclama aconfesional tanto el Presidente como el Rey participen como tales en ceremonias católicas (como la ofrenda al apóstol Santiago), y que se arrodillen ante él y le besen el anillo… Y el futuro no se ve menos halagüeño, pues también el Príncipe se casará en una ceremonia pública, de Estado, por la Iglesia. Lo que parece un rumor infundado es que el Papa y Aznar hayan sopesado la posibilidad de que las máximas autoridades españolas asistan a las ceremonias religiosas bajo palio.
(Publicado el 25-1-04 en Granada Hoy y www.madridpress.com, el 26-1 en www.estrelladigital.es y http://atodacosta.webcindario.com, y el 27-1 en La Opinión de Granada)
Paz, justicia, igualdad y laicismo
En su respuesta a mi carta sobre la visita de Aznar al Papa, el señor García Martín reflexiona sobre mis ironías resaltando lo que la Iglesia ha hecho por la paz, la justicia y la dignidad del ser humano, en particular en nuestro país, a pesar de los errores de individuos concretos. En efecto, la Iglesia católica (sobre todo, individuos concretos) ha hecho algunas cosas positivas por esos nobles fines, pero le recuerdo que también ha apoyado regímenes fascistas como el de Franco, que el respeto que siente por la mujer todavía no le permite sacarla de una discriminación extrema dentro de la propia Iglesia, y que mantiene posturas muy reaccionarias aunque atenten contra la dignidad de los homosexuales, aunque propicien muchas muertes (piense en los condones y el SIDA), aunque dificulten avances que pueden evitar graves sufrimientos (investigación con células madre)… Por no remontarnos a otros tiempos, de inquisición y cruzadas.
Debo aclarar que cuando hago críticas anticatólicas lo hago a título individual, pero pertenezco a asociaciones laicistas (Granada laica y Andalucía Laica) que, en cambio, no entran a juzgar el catolicismo u otras religiones, no son en absoluto antirreligiosas. Sencillamente defienden la no confesionalidad del Estado, que sin duda favorece la convivencia de los individuos, libres y diversos. Decía Norberto Bobbio que «el espíritu laico no es en sí mismo una nueva cultura, sino la condición para la convivencia de todas las posibles culturas. La laicidad expresa más bien un método que un contenido». Un católico, un musulmán y un ateo pueden ser laicistas. El laicismo reclama que el Estado respete y proteja la libertad de conciencia de los individuos, que, por supuesto, tienen unos derechos de expresión y asociación que les permiten integrarse en organizaciones de toda índole, como las de tipo religioso. Este respeto y la defensa de la convivencia pacífica exigen que las autoridades públicas, cuando actúan como tales, se abstengan de manifestar o promover sus creencias personales (religiosas o no), y por tanto de participar en ceremonias religiosas (como la boda del Príncipe). Esto no es sólo mi opinión, ¡es también la increíblemente ignorada visión del Tribunal Constitucional!: “El derecho a la libertad religiosa de cada persona comprende también, en general, y específicamente en un Estado que se declara aconfesional… el de rechazar cualquier actitud religiosa del Estado…” (Auto nº 359, de 29-5-1985). «El Estado se prohíbe a sí mismo cualquier concurrencia, junto a los ciudadanos, en calidad de sujeto, de actos o actitudes de signo religioso» (Sentencia nº 24/1982 (Pleno) de 13 de Mayo).
Y exige que en ese espacio común de convivencia y formación que es la escuela no se adoctrine en ninguna creencia; no se trata de que cada agregado de creencias personales tenga su asignatura (¿no harían falta millones de optativas?), separándose los alumnos en conjuntos disjuntos de creyentes, sino de que no la tenga ninguno. Las creencias e ideologías particulares y organizadas tienen su oportunidad garantizada fuera del ámbito escolar; la Iglesia, de manera muy notable. En cambio, lo que el PP nos impone es una elección entre Religión (católica u otra) o Hecho religioso, que, en el mejor de los casos, no es sino una visión de las religiones en general como superiores a otras ideologías y creencias.