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La Revelación

El movimiento laico trajo ayer a Granada al cómico italiano (él se denomina a sí mismo bufón) Leo Bassi con su espectáculo "La Revelación", un montaje de casi dos horas en que el bufón saca su enorme vis cómica y hace a los espectadores desternillarse con su acidez y su mordente crítico. Con su grosería y su ternura, con su lucidez y su gracia.

Al entrar al aula magna de Ciencias, mientras encontrabas asiento y saludabas a los conocidos, ya te sorprendía un sujeto enorme, vestido de clerygman, con aspecto de espía o malo de película, completamente pelado y un crucifijo al cuello. Llevaba una gigantesca gabardina negra con un rótulo a la espalda "Vatican security" y provocaba a los espectadores bendiciéndolos, subiéndoles las capuchas de los anoraks, y dialogando con la gente, que en ese momento sacaba una sonrisa de oreja a oreja.

Con cierto retraso, apareció Bassi vestido de papa, hablando con la parsimoniosa voz del papa Pablo VI y comentando a los espectadores que la Iglesia se iba a replantear sus dogmas para adecuarse a los tiempos modernos. Condones en las iglesias, células madre (incluso células madre solteras), y un nuevo look, como de made in China para la cruz (una cruz llena de luminosos de bazar). Y música disco (lo más funky posible) para captar a la gente joven. Los condones fueron elevados como en la consagración y distribuidos (el falso cura que lo acompañaba reclamaba para él… a ser posible otro más…). El delirio. La carcajada en estado puro.

Bassi explicó que iba a dar comienzo un espectáculo largo cuyo objetivo era hacernos perder la fe, si es que alguien tenía fe. Que los había -dijo él- pues siempre van a sus montajes enviados del Opus Dei, de Falange, de las fuerzas más vivas y recalcitrantres de la sociedad. Para saber quién era quién, obligó a ateos y agnósticos ("¿Qué coño es ser agnóstico? ¿Dejarse alguna puerta abierta?") a dar un grito al contar hasta tres. Gritó la sala entera, al tiempo que la gente se tronchaba.

Y empezó el largo monólogo: su visión de la Biblia. La creación desternillante, la serpiente que encarna el mal (fue serpiente porque era el único animal incapaz de hacerle un corte de mangas al Creador, que no le había dado brazos ni piernas), el árbol del bien y del mal y el de la sabiduría, Eva en plan tentador, el dilema de Adán cuando Eva le ofrece la manzana de dicho árbol ("Si le digo que está mal desobedecer a Dios, esta noche no f… y si le digo que sí, f…, pero no me salvo" Y esa noche… Eva y Adán…), la salida del pueblo prometido desde Egipto hacia la tierra prometida, el largo pregrinar de cuarenta años por el desierto del Sinaí (fue tan largo porque a Dios se le olvidó mientras echaba una siesta), el becerro de oro (una discoteca, según Bassi), el laser de Microsoft que escribió en la piedra los diez mandamientos y, finalmente, la llegada de la panda israelita a la tierra prometida… que estaba ocupada por sus habitantes palestinos, los de siempre. El diálogo entre Josué y los de las murallas de Jericó resultó genial.

Después, nos contó su acercamiento a un jesuita madrileño al que le pidió que lo convenciera de los dogmas. El jesuita -decía Bassi- intentó hacerle ver su naturaleza de pecador. Bassi lo negaba, pero consintió y cedió al final: "Vale, padre, soy un hijo de p…" .

-No, un pecador.

-No, padre. Pecador e hijo de p… son diferentes. Pecador es Rajoy. Hijo de p… es Aznar.

El cura intentó que Bassi aceptara el hecho de que era un pecador y que la religión le ofrecía la redención. Pero si no se acepta lo primero, la religión carece de sentido…

La larga perorata cambió de tono y se hizo más seria en la reflexión final. A la humanidad le faltan raíces. Unas raíces que la acerquen a lo serio: la tierra primigenia, la esencia misma de la vida, la naturaleza. Por eso inventa dioses que colonizan las culturas. Todo misionero es un colonizador, incluso el propio Bassi, que nos quiere convencer de sus teorías. Y ahí, se desnuda y se pinta el cuerpo a lo chamán, en un intento de vuelta a lo más profundo del ser humano, desprovisto de dioses que lo anulan, desprovisto de fe, de prejuicios. Un encuentro con la propia esencia del ser humano, el buen salvaje de Rousseau.

La audiencia estuvo francamente divertida, las carcajadas fueron constantes y el movimiento laico se apuntó un gran éxito. Los felicito, como hizo Bassi.

Al salir, intenté una pirula que no me salió. Sé donde se reúnen los laicos tras sus encuentros mensuales, así que mi mujer, una amiga y yo nos fuimos allí con la intención de esperarlos por si el propio Bassi venía. No llegó y nos fuimos cada quien para su casa. Intento fallido: como el del jesuita que trató de ganarlo para la causa de la fe. Otra vez será (si Dios quiere).

Bassi-La-Revelacion Granada 2008

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