«Hay, creo, una tendencia de parte de los ateos a asumir que las formas más liberales de religión —la Nueva Era, el paganismo, la espiritual-pero-no-religiosa— son todas pasos adelante en el camino hacia el humanismo universal. Les preocupa menos Dios, les preocupa más el Bien. Comparten nuestro respeto por el medio ambiente, por los derechos humanos, por la ciencia y la razón. Su foco está en el mundo natural y en cómo vivir en él.
Lo cual no siempre es cierto. A veces, seguro. Frecuentemente, quizá. Pero cuando uno mira bajo la superficie de al menos algunas de estas supuestas “religiones liberales”, puede ocasionalmente divisar una postura regresiva, represiva, anticientífica, antihumanista, bajo las sonrisas benevolentes y las expresiones de preocupación por la paz y la tolerancia; una postura que es tan reaccionaria como el fundamentalismo tradicional que pretenden haber superado. Hay una veta jerárquica y mística de rebelión trascendentalista irracional que está mucho, mucho más cerca del pensamiento sectario que del racionalismo empiricista y el progreso que éste ha logrado en el mundo.
Con seguridad, se trata en general de gente muy amable, pero no están “de nuestro lado”: es decir, no están siguiendo un camino hacia el humanismo. O mejor dicho: suelen vivir como humanistas pero tienen la estructura mental de fundamentalistas que no pueden y no quieren lidiar con el disenso, que están dispuestos a abandonar gloriosamente la ciencia por principio a la primera señal de conflicto.»
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