El autor hace un análisis de los lazos entre la educación religiosa y el Plan Bolonia
La Universidad de Sevilla como institución inmersa en los avatares del discurrir histórico desde su fundación, se encuentra en estos momentos en un cambio oficial casi eufórico, hacia las lindes del Espacio Europeo de Educación Superior. Este proceso, popularmente conocido como “de Bolonia”, ha recibido duras críticas de la plataforma de docentes a la que pertenezco, que junto a muchos y valerosos alumnos ha tratado de evidenciar durante estos años de “implantación”, las incongruencias y lamentables derivas hacia donde nos dirige. En esta ocasión nos parece importante hablar críticamente del papel que tiene asignado la religión y la religiosidad en una entidad y comunidad de profesionales que se supone regulada por la innovación y la investigación científica.
Al comienzo del presente año académico se nos hacía una vez más, invitación a una misa de “apertura de curso”, situación absolutamente anacrónica promovida desde el SARUS (Servicio de Asistencia Religiosa de la Universidad de Sevilla), que una vez más generó la consiguiente protesta en las listas de opinión internas, así como las consiguientes réplicas y contrarréplicas sobre la presencia de la religión en el espacio universitario. En este sentido, aquellos que consideramos injustificable tal intromisión, criticábamos la existencia y sentido de este particular servicio de asistencia (en tiempos además de crisis económica), y mencionábamos realidades arcaizantes como la presencia de símbolos religiosos en salas de reuniones de facultades o clases, así como capillas “ligadas” a la tradición de la U.S. o presentes en centros como la actual sede de Magisterio en la Facultad de Ciencias de la Educación, (por cierto, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos acaba de sentenciar a favor de la retirada de estos símbolos).
Sin embargo, lo que nos parece más grave de estas intromisiones en el necesario laicismo-laicidad de la institución universitaria tiene que ver precisamente con este último centro mencionado y sus nuevos planes de estudio. Como miembro de la comisión para la elaboración de estos planes, (Grado de Magisterio en Primaria), aparte de constatar lo que era una simple y vergonzosa nueva repartición de “la tarta”, quedé estupefacto cuando ante circunstancias dramáticas para determinadas áreas de conocimiento (Ej. Didáctica de la Expresión Plástica se ha quedado con sólo una asignatura de 6 créditos en toda la titulación) otras…como la formación religiosa…no tenía que entrar en la fratricida contienda burocrática, puesto que la patente de corso que le otorga el Concordato con la Santa Sede, les coloca en una parcela propia y autónoma para seguir hablando de religión y adoctrinar o preparar para ello a los futuros maestros de nuestros ciudadanos; curiosa ventaja frente a la de aquellos padres que quieren (en un sistema público) que sus hijos no reciban clases de “religión” y que a cambio no pueden más que pasar al pairo esas horas, para no generar “agravio” comparativo o ventaja “formativa”. Curioso también es que estamos hablando de personal docente religioso “acreditado” para la docencia por la infame agencia nacional de evaluación o ANECA, (supongo que con menos rigor que lo que nos hace pasar al resto de mortales), y que tiene su docencia garantizada con el sueldo pagado por todos, pero con su designación a cargo de las autoridades religiosas correspondientes.
En el fondo de todo este asunto subyace una muestra representativa de la imperfección con la que en este país se pasó de un estado dictatorial a uno de derecho. Las trabas y concesiones que se tuvo que hacer a los sectores más recalcitrantes de una sociedad oscura y ultraconservadora, quedó reflejada en armisticios ventajosos para una de las partes, con la siempre amenazante cláusula de la fractura social. En nuestro país -en el que me temo que las heridas no parecen cicatrizar bien- todos los gobiernos democráticos ratificaron los acuerdos establecidos con una determinada confesión -la católica- y propiciaron en menor medida la ampliación “publica” a la consecución presencial de otros cultos.
La libertad de que los progenitores decidan las creencias de sus hijos y el manejo porcentual de las “mayorías” de una doctrina para insertar la religión en un sistema de enseñanza público, no es más que una falacia que se esgrime para perpetuar aspectos de una tradición en la mayoría de los casos irreflexiva. Si la misma Iglesia Católica fuese estricta con sus feligreses, y no asumiera como “propios” ciudadanos que viven en situaciones “contrarias” a sus mandamientos o que rayan en una idolatría absoluta hacia imágenes procesionales, la contabilidad de adeptos quedaría bajo mínimos. En otro sentido y quizás con cierta indulgencia pseudoprogresista, otras comunidades religiosas como la musulmana o la evangélica siguen este rebufo que les permite el adoctrinamiento en la escuela, adquiriendo “corpus representativo” día a día.
Independientemente de que personalmente piense que en general el concepto religión es y ha sido contraproducente para una universalidad de los derechos humanos, y que su enseñanza deba quedar relegada a sus propios centros (parroquias, sinagogas, mezquitas, etc.), no es de recibo que una o algunas de estas creencias puedan tener privilegios de propagación en el sistema público educativo, copando todos los niveles de formación e impartición docente. Este planteamiento no conllevaría que el hecho religioso no sea tratado como parte de estudio de la materia que le corresponda (Ciencias Sociales, Filosofía, etc…). Es más, si diseccionáramos cualquier religión, secta, o no religión (ateísmo, agnosticismo) y las confrontáramos en un espacio abierto de diálogo y crítica (la escuela)…probablemente la defensa de cada entidad llevaría a posiciones ciudadanas mucho más activas y críticas en la elección de su pensamiento; algo desde luego, infinitamente más interesante y duro que simplemente abrazar un procedimiento por inercia.
Volviendo a la conexión inicial de este texto, es curioso que el Espacio Europeo de Educación Superior (además del “gran servicio” que está prestando al mercado neoliberal), en su afán "renovador" y en su versión española, no tenga reparos en perpetuar los privilegios de un concepto indemostrable, adyacente y circunstancial como es la religión, añadiendo otro psicotrópico más a la ya de por sí adormecida población. Como en las perversas dictaduras de otra época, son pocos los que alzamos la voz y muchos los que callan o aplican el concepto de “obediencia debida” de los procesos que vienen desde arriba. El Claustro de la U.S. acaba de aprobar una medida en la línea de la recuperación de la Memoria Histórica. Es un buen momento también para ir eliminando todos los vestigios de cualquier adoctrinamiento religioso e ir elevando una petición que encabece el rectorado de la Universidad de Sevilla, (así se comprobará su progresismo) para que el gobierno central desligue definitivamente el adoctrinamiento religioso de los espacios educativos públicos. Como comenta el ejemplar José Saramago: “el factor dios ha intoxicado el pensamiento y abierto las puertas a las intolerancias más sórdidas”. Desde el conocimiento, la razón y la educación es hora de convencernos de las bondades y urgente necesidad de las mismas para regir nuestros espacios de convivencia.
COLECTIVOS QUE APOYAN ESTE TEXTO:
Plataforma por una Universidad Pública, Democrática y de Calidad. Stop Bolonia
Foro por Otra Escuela
Sevilla Laica
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