Con mis cordiales saludos, deseo testimoniar a la Coordinadora estatal para el Laicismo, en su Tercer Encuentro de Albacete, el día cuatro de Julio de 2003, mi viva adhesión a la urgente empresa de restaurar en este país la vigencia teórica y práctica del pensamiento laico como plataforma jurídico-política indispensable para garantizar a todos los ciudadanos, sin discriminaciones y en estricto pie de igualdad, el pleno respeto y disfrute de la libertad de conciencia.
Los postulados esenciales del Laicismo – sin adjetivos limitantes ni adulteraciones – exigen la aplicación rigurosa del principuio de no-interferencia del Estado en el ámbito privativo de las conciencias libres de los ciudadanos, ni la interferencia de estas conciencias en el ámbito propio de la acción del Estado o de los órganos soberanos de las organizaciones internacionales.
La confusión de la esfera de lo público, en la que se realiza la convivencia social y política de los ciudadanos, con la esfera de lo privado, en la que encuentran el asiento natural y exclusivo las conciencias de los individuos en cuanto a tales, sólo puede conducir a las sociedades humanas a la destrucción del sistema democrático, y por consiguiente a la desigualdad y la injusticia. Entre las convicciones, ideas o creencias – sean religiosas o sean irreligiosas – no pueden tolerarse situaciones políticas o jurídicas de ventaja o privilegio; y estas situaciones resultan literalmente inevitables desde el mismo instante en que se vulnere el principio riguroso de no-interferencia definido anteriormente de modo nítido e inequívoco.
La tolerancia genuina entre iguales en el ámbito público y en el ámbito privado exige, respectivamente, la aplicación de un derecho civil común para proteger y regular la inviolabilidad y el ejercicio de la libre conciencia de los individuos y sus asociaciones, y la aplicación de un derecho público para proteger y regular la libertad política en el marco del Estado.
El Laicismo se propone hacer efectiva la protección de todos los sentimientos, de todo orden, de los individuos sin excepción alguna. El Estado laico es para los individuos, y no éstos para aquél.
¡Por el triunfo de la conciencia libre, instauremos sin dilación el Laicismo!