La jerarquía católica local carece de influencia y prestigio en Roma
La presencia española en este cónclave es intrascendente, tanto en número como en peso eclesial. Ninguno de los cardenales en edad de votar (cinco), ni los eméritos pero elegibles (otros cinco) figura en las listas de papables tan manoseadas estos días. Ni siquiera la prensa católica, tan numerosa, los aúpa a esa condición. Otra circunstancia que avala esa intrascendencia es la edad. Los dos cardenales en activo, el arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco (77 años), y el de Barcelona, Lluis Martínez Sistach (a punto de cumplir 76), tienen presentada su renuncia al cargo por exigencias del código vaticano. Carlos Amigo, franciscano de 79 años y emérito de Sevilla, acude con voto, pero lleva años alejado de tareas ejecutivas.
Todo esto ocurre pese a las atenciones del emérito Benedicto XVI, que visitó España en tres ocasiones, preocupado por la crisis de su Iglesia local. Esa dedicación a una viña devastada por los jabalíes del relativismo y el anticlericalismo (eso sostuvo el pontífice alemán), no se concretó en nombramientos de prelados españoles a su lado. Tampoco correspondió a lo que se esperaba en España: que subrayase la importancia de algunas sedes elevando a sus prelados a la dignidad de Príncipes de la Iglesia.
Hay que remontarse muchas décadas para ver que solo dos sedes (Barcelona y Madrid) tienen un arzobispo cardenal, cuando en el reciente pasado lo exhibieron también Sevilla (Amigo y Bueno Monreal), Valencia (García Gasco), Santiago de Compostela (Quiroga Palacios) o Tarragona (Vidal i Barraquer), y, desde luego, Toledo, la sede primada, ahora regida por un arzobispo, también irrelevante.
Lo cierto es que ningún español se destaca estos días de entre los 62 cardenales europeos. La antaño catolicísima España, cuyos reyes ganaron el título de Católicos por sus servicios a la cristiandad romana durante siglos, no figura en la cartografía de los elegibles.
Antonio María Rouco nació en 1936 en Vilalba (Lugo) y estudió en la Universidad Pontificia de Salamanca. Se doctoró en la de Múnich. Es arzobispo de Madrid desde 1994 y fue creado cardenal en 1998. Es presidente de la Conferencia Episcopal, cargo que revalidó en marzo de 2011 y que ha ocupado desde el año 1999, excepto por el periodo entre 2005 y 2008, cuando fue reemplazado por Ricardo Blázquez, entonces obispo de Bilbao.
Carlos Amigo Vallejo nació en Medina de Rioseco (Valladolid) en agosto de 1934. Estudió medicina bajo la influencia de su tío, el psiquiatra Vallejo-Nágera, pero en 1954 ingresó en la orden franciscana. En 1973 es nombrado arzobispo de Tánger, el más joven del mundo en ese momento. Trasladado a Sevilla en 1980, es investido cardenal en 2003. Benedicto XVI aceptó su renuncia en 2009.
Lluís Martínez Sistach nació en Barcelona en de 1937. Inició su carrera como obispo auxiliar de Barcelona y alcanzó el arzobispado en 2004. Es cardenal desde 2007.
Santos Abril y Castelló nació hace 77 años en Alfambra (Teruel). Ha sido nuncio en Bolivia, Camerún, Gabón, Guinea Ecuatorial, Yugoslavia, Argentina y Eslovenia. Es el vicecamarlengo de la Cámara Apostólica y cardenal desde febrero de 2012.
Antonio Cañizares nació en Utiel (Valencia) en 1945. Ha sido obispo de Ávila y arzobispo de Granada. En 2002, asume el primado de España en Toledo. Cardenal desde 2006, es ahora ministro de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos (desde 2008).
Los cardenales no electores (con más de 80 años) son Julián Herranz (expresidente del Consejo Pontificio para los Textos Legislativos), Francisco Álvarez (emérito de Toledo), Ricardo María Carles (emérito de Barcelona), Eduardo Martínez Somalo (excamarlengo) y José Manuel Estepa (emérito castrense y hecho cardenal en 2010 cuando ya había cumplido 84 años).
El cardenal Abril y Castello la semana pasada en San Pedro. / MAURIZIO BRAMBATTI (EFE)
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