El autor de la biografía de Leonidas Proaño, un sacerdote ecuatoriano que integra el grupo de la Teología de la Liberación, señala los cambios en la dos veces milenaria institución a partir de la renuncia de Joseph Ratzinger.
El próximo Papa tendrá que tener un pasado inmaculado. Para el vaticanista Giovanni Ferrò, la Iglesia Católica "no se puede permitir un Pontífice que haya sido siquiera rozado por los escándalos sexuales o financieros", por lo que la necesidad de una reforma en la curia se impondrá cuando los cardenales deban elegir al sucesor de Benedicto XVI. Autor de innumerables ensayos y del libro Taita Proaño –biografía de Leonidas Proaño, sacerdote y teólogo ecuatoriano, candidato al premio Nobel de la Paz y exponente de punta de la teoría de la liberación–, el jefe de redacción de la revista italiana Jesus asegura que el gesto de Benedicto XVI fue, al mismo tiempo, un símbolo de "resistencia y rendición" y que el nuevo Papa, para cambiar al clero, tendrá que tener "mucho coraje personal y una gran fe en la asistencia del Espíritu Santo".
–Claro que lo tiene. Se vio, de forma más o menos teatral, en cada uno de los pontificados de los últimos 50 años. Juan XXIII convocó al Concilio, poniendo las bases para una mutación pastoral de la Iglesia. Pablo VI, para tomar otro ejemplo, revolucionó la liturgia, abandonando el uso del latín que estaba en boga hacia casi 2000 años. Wojtyla abrió de par en par las puertas del Vaticano, girando por todo el mundo con sus viajes pastorales y dejando una huella con sus tantos gestos ecuménicos. En síntesis, el poder lo tiene cualquier Papa. Para hacer uso de este poder, sin embargo, hay que tener mucho coraje personal y una gran fe en la asistencia del Espíritu Santo.
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