Cuando tenemos tan explícito en nuestra sociedad otra vez el nacional catolicismo, conviene analizar y poner de relieve las causas que lo hacen, aunque sólo sea en apariencia, tan ostensible. Y ese es el problema cuando vivimos en una sociedad donde con frecuencia las apariencias tienen más importancia que la propia realidad. Analicemos algunos casos.
En las próximas visitas-como en anteriores- de Benedicto XVI probablemente tendrán una presencia organizativa los movimientos integristas católicos más movilizados: los llamados kikos, la gente del Opus Dei, los antiabortistas, Legionarios de Cristo (pese al reciente descrédito), o el empresariado como ya explícitamente ha proclamado. Todos estos grupos, numéricamente escasos si se les compara con la totalidad de la población que figura como católica, gracias a su movilización e influencia en centros de poder, conseguirán proyectar como mensaje de la gran mayoría del catolicismo lo que sólo es el discurso del integrismo obispal.
Conviene tener muy presente que en momentos como los presentes, de desmovilización y apatía social, esas circunstancias también tienen su correlato –y tal vez más- en el campo religioso. Sirva recordar que en las décadas de los sesenta y setenta, en que los sectores progres del catolicismo llegaron a estar bien representados por aquel Tarancón al paredón. Hoy por el contrario, frente al clericalismo agresivo apenas se visualiza la meritoria labor de cristianos de base con Juan José Tamayo y pocos nombres apenas coordinados. Y como, repetimos, lo que no se visualiza apenas existe, con exageradas escenificaciones confesionales se puede ir transformando, aunque sólo sea superficialmente, la visión colectiva de la realidad ¿religiosa?.
Es ese el sentido que nos lleva a compartir con la ciudadanía más consciente – mucha de ella creyente- un análisis algo menos superficial de lo que se pretende con actos mediáticos de masas como las visitas que ahora nos ocupan. Repasamos algunos episodios recurrentes que desmontan tanta apariencia banalizadora.
Con la iglesia hemos topado haría decir Cervantes a su personaje para expresar la cautela ante el peligro que podría derivarse para quien se pronunciara con cierta liberalidad o pudiera ser acusado de escaso fervor católico propio o en sus ancestros. Peligro que se concretaría muy claramente con los místicos Juan de la Cruz, Teresa de Jesús y/o Fray Luis de León.
Ya conocemos al partido clerical .. el que impide a la ciencia y al genio ir más allá del misal, como diría el creyente Víctor Hugo para denunciar la actitud opresora de la jerarquía.
Cristiano erasmista se tuvo que declarar Fernando de los Ríos, laicista/institucionista y ministro de la República, para expresar su sentir con relación al catolicismo levantisco que acosaba la democracia de entonces. La misma noble actitud de tantos maestros y maestras de la República que aun siendo creyentes cumplieron con el sagrado compromiso con la democracia y la ciencia que le asignaba la sociedad de su tiempo.
La racionalidad de tantas personas por la que hacen una interpretación abierta de sus creencias para respetar las decisiones democráticamente adoptadas, las decisiones personales de los demás con relación a la dignidad de la mujer, divorcio, opciones familiares, planificación familiar, aborto, y tantas otras que plantean un control social injustificado de la persona. Ese mismo control impuesto históricamente con guerras de religión, inquisiciones y sectarismos varios que de no andar ojo avizor se pueden realimentar.
Ese es el contexto en el que entiendo que ha de analizarse la connivencia de una minoría que, apropiándose del altavoz de la religión, pretende manipular a una sociedad que se dice, pero que ha de definirse a cada paso, como realmente libre y democrática. Creo que esa es la tarea diaria de la persona crítica cualesquiera que sean sus convicciones.