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«La derecha en España niega la Historia, y lo que es peor, su enseñanza»

Julián Casanova presenta «España partida en dos», una síntesis sobre la Guerra Civil accesible al gran público y al lector medio

Acaba de salir a la luz el último libro de Julián Casanova, España partida en dos, publicado por la Editorial Crítica. Fruto de una propuesta de la editorial inglesa I. B. Tauris de escribir una síntesis de la Guerra Civil española en inglés, el libro se erige, en su traducción al español, en la obra perfecta para que esa parte de nuestra historia, tan compleja, tan determinante y tan mediatizada, sea accesible al gran público y al lector medio.

En España vivimos una gran desinformación respecto a nuestro pasado reciente, lo cual repercute en el analfabetismo político que impera en buena parte de la sociedad: por lo cual, una obra de síntesis, de un autor reconocido internacionalmente como uno de los grandes expertos en el siglo XX español, nos es imprescindible, y nos reconcilia con la carencia de conocimiento histórico del que adolecemos, a la vez que derrumba los mitos y falsas creencias difundidas por la propaganda de la dictadura y por los últimos propagandistas a sueldo.

Julián Casanova representa a un grupo de historiadores que comparten el interés por la proyección social de la historia, por la divulgación social de la historiografía, y, en el caso de España, por la ruptura con los mitos del franquismo. Interesado en que la historia sea conocida y divulgada, ha tenido la amabilidad de hablarnos de su libro y de responder a las preguntas de ELPLURAL.COM:

Profesor Casanova, en el Capítulo primero del libro reproduce parte del discurso de Azaña de 1937 en el que exhortaba al entendimiento entre los dos “bandos”, el conservador y el progresista, “para que el país no perezca”. Parece estar de vigente actualidad en un país en que las diferencias ideológicas parecen haber vuelto a cobrar protagonismo…

Las palabras de Azaña resonaban en medio de una guerra, cuando se estaba dilucidando por las armas cómo organizar el Estado y la sociedad. Lo de hoy, más que disputas ideológicas, son disputas de intereses y de reparto de poder. Las ideologías, para ser tenidas como tales, necesitan discurso, pensamiento, capacidad de ver la realidad o de cuestionarla. Hoy, más que ideologías, hay consignas, restos de ideologías.

Con una sola frase, la que inicia el capítulo cuarto, desmonta toda la teoría propagandística que vienen difundiendo los llamados historiadores revisionistas ¿Cómo interpreta un historiador de su honestidad intelectual que se siga deformando de tal manera la historia reciente española?

La deformación siempre nada en la ignorancia y existe cuando mucha gente está dipuesta a confundir sus ideas políticas con la historia. Por eso esa deformación es tan persistente y pesada.

Dedica un capítulo completo a resaltar la enorme importancia de la religión en los conflictos de la Guerra Civil y en el ideario franquista ¿Hasta qué punto de importancia, según sus investigaciones,  tuvo la Iglesia católica en aquél enfrentamiento civil que asoló España?

El factor religioso, la implicación de la Iglesia y la respuesta anticlerical, es ineludible en el análisis de la guerra civil: en la historia y en la memoria. La mayoría de los conflictos que resumen la guerra civil se encuentran en las restantes sociedades europeas. El religioso, aunque tiene importantes componentes políticos, culturales, ideológicos y de clase, es una peculiaridad, en los años treinta del siglo XX, de la historia de España.

La persecución del laicismo que implantó la República y la recuperación del poder perdido por la Iglesia tuvo un papel más protagonista en la Guerra Civil de lo que se suele considerar. ¿Nos puede sintetizar el modus operandi de esa persecución?

La separación Iglesia-Estado, planteada por la República, ineludible para crear una sociedad civil democrática, abrió un abismo ente los católicos, la República y el anticlericalismo y cogió en medio a muchos ciudadanos ajenos o indiferentes a ese conflicto. La Iglesia trató de recuperar por las armas, cuando éstas sustituyeron a la política, lo que comenzó a perder con la legislación: presencia en la sociedad, privilegios, el control absoluto de la educación y la imposición de sus códigos morales.

Al profundizar en los acontecimientos tan devastadores que asolaron el siglo XX es fácil creer percibir ciertos paralelismos con la España actual, la de la era neoliberal ¿Los encuentra también usted, que tanto ha investigado esos hechos?

Encuentro menos de los que la gente me pide que encuentre. Yo defiendo que la guerra civil española no fue un conflicto tan excepcional en aquella Europa de eclipse y destrucción de la democracia y ascenso de los autoritarismos. Y lo que pasa ahora en España también se encuentra claramente en otras sociedades con las que nos podemos comparar, desde Italia, a Grecia, pasando por Portugal. Que la democracia sea frágil, la política corrupta y haya una crisis económica y de las instituciones políticas no necesariamente quiere decir que estemos otra vez en vísperas del abismo.

¿Qué opinión le merecen las recientes declaraciones de Rajoy minimizando el horror de la dictadura al declarar que “el franquismo fue sólo un régimen autoritario”? 

La derecha española no quiere saber nada del franquismo como dictadura que persiguió a sus oponentes, asesinó, torturó negó las libertades civiles básicas durante cuarenta años, mientras que en Europa occidental avanzaba la cultura civil democrática y el Estado social de derecho. Niegan la historia y, lo que es peor, su enseñanza. Da igual escribir libros o debatir sobre ese pasado, muchos de ellos nunca van a cambiar. La familia, los recuerdos y la educación franquista pueden más que su presente político democrático.

Y para finalizar ¿está de acuerdo con la sentencia del ensayista Maurice Maeterlink “el pasado siempre está presente”?

Yo prefiero ésta: el presente no puede prescindir del pasado y, como solía repetir Hobsbawm, los historiadores somos “recordadores” de lo que otros quieren olvidar.

 Decía Don Miguel de Unamuno que detestaba la avaricia espiritual de quien posee conocimientos y no los transmite. Constatamos que Julián Casanova trabaja por buscar conocimiento y trabaja también por compartirlo. Le agradecemos sus respuestas, que nos producen la satisfacción de comprobar que en España tenemos investigadores de gran prestancia y honradez intelectual, y de verificar que contamos con historiadores que “recuerdan” y nos hacen recordar de manera fidedigna e impecable ese pasado que algunos quieren deformar y olvidar.

El historiador y escritor Julian Casanova. LUCAS TORRES

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