La Ilustración fue aportando a la sociedad un cambio que se inicia en el Renacimiento y que permite ir liberando a los seres humanos de los condicionamientos impuestos por las doctrinas religiosas. La nueva era abre horizontes a lo humano: la razón, la ciencia, la educación, el libre pensamiento, los derechos del ciudadano,… nos va desligando de las dependencias sagradas y rompe con las sacralidades religiosas. Pero hay que decir que esta lucha ni ha sido una mera cuestión intelectual, ni ha sido fácil, por el contrario, tiene una profunda y larga historia formando parte de todo el proceso de emancipación, desde la Revolución Francesa o al Comuna de París a las Revoluciones del XIX o la República Española.
Pese a haber transcurrido varios siglos, la presencia de lo religioso en nuestra sociedad y en nuestra escuela sigue siendo un hecho evidente: denominaciones y celebraciones, presencia de signos religiosos en edificios públicos (escuelas, hospitales, oficinas,…), presencia institucional de los representantes políticos en actos de carácter religioso,… En la escuela esta presencia toma cuerpo y se convierte en una asignatura con unos contenidos establecidos por las autoridades religiosas y no por la administración competente, como se hace en el resto de materias, convirtiendo así estas clases en una verdadera catequesis poniendo al servicio de una ideología y doctrina particular los recursos públicos y la dominación de las conciencias de los futuros ciudadanos.
El laicismo toma su fundamento filosófico desde el momento en que la libertad de conciencia es reconocida como un derecho básico, ligado a la propia dignidad del ser humano, y en consecuencia, ni se puede forzar la conciencia personal para que asuma determinadas ideas o creencias, que sólo corresponden al ámbito de la propia conciencia; ni los asuntos públicos pueden estar organizados en función de estas creencias de la conciencia individual. La organización de la res pública debe hacerse desde lo común a todos. Se vincula así el ideal laico a lo universal del ser humano, pero esto no es renuncia a la diversidad o las señas de identidad, sino una invitación a inscribirlas en un marco que permita la coexistencia de las distintas creencias. Esta perspectiva referida a lo común del ser humano, no puede limitarse a un inventario de derechos, sino a la exigencia de las condiciones para que estos sean efectivamente ejercidos por todas las personas. Se inscribe aquí el laicismo en la lucha por la emancipación social, política, económica o intelectual y por la igualdad real de todos los seres humanos.
En este sentido el laicismo apuesta por una ruptura con todas las sacralidades, sean religiosas o de otro tipo como las que representan los absolutos sociales actuales (Nación, Dinero, Progreso, Mercado,…) que actualmente condicionan y limitan la conciencia personal y organizan la vida pública como grandes valores absolutos, como muy bien defiende Isidoro Moreno. (1)
¿Cuál es la situación en España en estos momentos? Aunque aparentemente la Constitución establece en su artículo 16 que “se garantiza la libertad ideológica” y que “ninguna confesión tendrá carácter estatal”, y en el artículo 14 se reconoce la igualdad de todos sin discriminación en razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión,… La realidad es muy distinta ya que esta igualdad supone que nadie puede ser privilegiado ni penalizado por sus opciones o creencias. En cambio, la iglesia católica tiene un estatuto privilegiado en materia fiscal (IVA, IRPF,…), educativa (asignatura de religión católica), financiera (sus catequistas-profesores de religión son costeados por el erario público). O la presencia institucionalizada de la misma se manifiesta en la presencia confesional de autoridades públicas representativas del conjunto de ciudadanos, desde alcaldes al jefe del Estado, en actos religiosos; la presencia de signos y símbolos religiosos en organismos públicos. Esta situación responde más al Antiguo Régimen que al siglo XXI. Por ello hay que reclamar unas exigencias mínimas para adentrarse en ese proceso de sociedad laica imprescindible para conseguir la ESCUELA LAICA:.
a) Revocación total del Concordato de 1953 y de los Acuerdos del Estado español con la Santa Sede de 1976 y 1979 que amparándose en su carácter de Tratados internacionales pretenden mantener su validez aunque sean preconstitucionales o no respondan al carácter no confesional establecido en el artículo 16
b) Derogación de la Ley de Libertad Religiosa de 1980 que interpreta restrictivamente la Constitución y no garantiza la libertad ideológica (art. 16 de la Constitución) y que interpreta el art. 27.3 para que el derecho de “los padres para que sus hijos reciban una formación formación religiosa y moral” sea dar una asignatura de religión en los centros escolares.
c) Derogar la LOCE y demás normas educativas que siguiendo esta interpretación de la Constitución imponen al sistema educativo público la obligación de tener una asignatura de religión, atentando contra la libertad de conciencia reconocida en la Constitución.
d) Derogar los artículos de la Ley O. Del Derecho de Asociación del 2002 que concede privilegios a las organizaciones religiosas cuando pensamos que la igualdad constitucional debe obligar a regir a todas las asociaciones por unas normas de derecho común.
e) Eliminación de todo privilegio de carácter tributario IVA, IRPF, … a las organizaciones religiosas o a cualquier otra.
f) Supresión en el marco constitucional europeo de las referencias religiosas en Europa, ya que entendemos que la formación de la idea europea actual debe mucho más a las tradiciones clásicas del mundo griego y latino, así como a la Ilustración y las luchas por la emancipación de la libertad y la responsabilidad del ser humano o sus derechos universales, que siempre han supuesto un elemento de enfrentamiento con los dogmas y creencias religiosas. Esta situación se quiere imponer para derivar posteriormente normas que a juicio de la iglesia católica puedan contravenir sus doctrinas religiosas, lo que sería volver a un fundamentalismo y un intento de ordenar la vida política por las creencias religiosas.
Al igual que nuestra sociedad está recibiendo los embates de los fundamentalismos religiosos la escuela sufre sus agresiones y la están convirtiendo en una escuela “confesional”. Se trata de unos ataques que han ganado todas las leyes educativas de nuestro país, sin que los gobiernos socialistas de las administraciones central o autonómica hayan sabido limitar esa ingerencia que ha convertido una institución pública como la escuela, en un lugar de enseñanza religiosa de una determinada doctrina, o a lo sumo, lo que es igual, de algunas doctrinas (firma de acuerdos con los judíos, evangélicos, musulmanes).
El laicismo escolar siempre ha ido ligado al concepto de escuela pública. Y no podía ser de otra manera, ya la laicidad busca los común a todas las personas, sino también porque la razón de la escuela es liberar a las conciencias de toda tutela. Aunque hoy como ayer este papel le sigue siendo denegado.
Ahora se quiere dar otro paso más hacia una escuela confesional. El PP pretende con la Ley de Calidad establecer en las escuelas una nueva asignatura, “Sociedad, Cultura y Religión”. Una materia con doble opción, una con un programa genérico sobre el hecho religioso; y otra doctrinal, determinada por las confesiones religiosas que tengan firmados acuerdos con el Estado. Está claro que la segunda opción supone dejar en manos de las respectivas iglesias la catequización dentro de la escuela con personal pagado con fondos públicos, y en consecuencia una clara discriminación con respecto a otras ideologías o doctrinas espirituales (agnosticismo o ateísmo), que la Ley de Libertad Religiosa, en contra de la Constitución, se encargó de que quedaran fuera. Pero quizás alguien pudiera creer que la primera opción trata de analizar los hechos espirituales dentro de un contexto global de nuestra sociedad, como así creemos deben analizarse dentro de otras materias como la Historia, Filosofía, Arte, Ciencias Sociales,…
Pues no, se trata de establecer un programa de adoctrinamiento religioso “general”. Si no vean algunos de los objetivos o contenidos que se contemplan: Que los niños “descubran el hecho religioso a través de sus símbolos o del estudio de las principales religiones, que valoren los sistemas éticos propuestos por estas religiones, que valoren la importancia de las religiones para el desarrollo intelectual y cultural de los pueblos”, que “conozcan sus espacios, calendarios, fiestas, ritos y cultos, oraciones, imágenes y libros sagrados”, “que constaten la religión como una de las fuentes de sentido que la humanidad ha ido desarrollando (pero no habla de otras fuentes de sentido, ni del sin sentido de muchas etapas); eso sí, analizar los intentos totalitarios para abolir la religión, la catástrofe moral de los totalitarismos y el ateismo de Estado”. Todo ello progresivamente desde los 3 años. El laicismo no es anticlericalismo, ni ateísmo o agnosticismo, aunque muchos lo seamos. El laicismo no se opone a que cada persona pueda tener sus creencias religiosas o de otra índole. Lo que no parece lógico es que determinadas ideas gocen de un privilegio para tener en una institución pública como la escuela, un aliado que inculque esa doctrina, y además, como si de algo natural se tratara, como si de un aspecto más del conocimiento humano fuese, relegando y menospreciando las otras opciones como si no tuviesen, al menos, el mismo valor: ser fruto del pensamiento humano.
Quizá todos debamos reflexionar sobre las responsabilidades para llegar a esta situación. Los sindicatos llamados de “clase” están defendiendo a los profesores de religión, su estabilidad laboral, sus salarios públicos,… en vez de luchar por suprimir la religión de las escuelas, como figura en sus principios. Los padres y madres que de forma mayoritaria aceptan que sus hijos o hijas reciban estas doctrinas, sin pensar en el secuestro de las conciencias que ello les produce. Los maestros que sin actuar en la defensa de las personas que se les confían para su formación y educación, aceptan este adoctrinamiento, sin defender la libertad de conciencia y de conocimiento que debe regir toda verdadera educación.
Es preciso un rearme ideológico por parte de todos los ciudadanos, que permita valorar una educación pública y laica dentro de una sociedad laica, exigir a las organizaciones políticas, sindicales, sociales,.. las acciones para evitar que la escuela siga siendo una institución que de sentido, avale o justifique esas creencias, y retomar una conciencia individual y colectiva que lleve a tantos ciudadanos, padres y madres a boicotear estas normas sobre enseñanza religiosa rechazando tanto la opción confesional como la general. Habrá que evitar la contradicción de muchos padres y madres de “izquierdas” llevando sus hijos a centros concertados religiosos o aceptando que reciban enseñanza religiosa en los centros educativos.
Manuel Navarro Lamolda. Miembro de Granada Laica (Europa Laica)